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Si algún volcán dio indicios de actividad fuera de lo normal fue el de Fuego. Más allá de lo eventual ¿se pudo haber evitado la pérdida de vidas?

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UN DESASTRE ANUNCIADO. Por Guillermo Monsanto

Tengo de vivir en Antigua desde 1967, y salvo algunas infortunadas recurrencias escolares y laborales en la capital, he sido testigo de la mayoría de las revelaciones de la naturaleza de mis tiempos. En todo ese lapso, el Volcán de Fuego se ha manifestado de diferentes formas; unas provocando vistas imponentes y otras, aterradoras, entre ellas las erupciones de principios de los años setenta. Luego de meses, quizás un par de años, de estar anunciando que se preparaba para algo grande, como finalmente está sucediendo, éste explotó apocalípticamente. Y en su liberación de energía arrasó con irreparables vidas humanas, la biodiversidad circundante y mucha de la infraestructura de múltiples comunidades. Una catástrofe que pone en primer plano la incapacidad de las instituciones a cargo, para prevenir desastres anunciados.

Más allá de la calamidad, se pone de manifiesto que este drama, el del abandono, es una situación que vive buena parte de la población invisible de Guatemala. Gente humilde que, a un paso de grandes centros urbanos como Escuintla, Amatitlán, Chimaltenango o la Antigua Guatemala, se encuentra atrapada en condiciones de atraso inimaginables. Y ojo, no estoy diciendo que sean indigentes. Es un conjunto que trabaja y mucho. Que produce riqueza para sí y para otros, y que resuelve, con ingenio y rompiéndose la espalda, su día a día. Agricultores, labradores, vaqueros, artesanos, propietarios, en fin, seres humanos que se desarrollan entre la magia de lo rural y la brutal realidad de la total ausencia de la evolución tecnológica. Todos, son las víctimas de los políticos que les han robado el futuro por décadas. Y no son las únicas, porque también hubo personas con recursos que murieron, o lo perdieron todo.

Micro temblores, retumbos prolongados, olores azufrosos, aves de corral cantando a deshoras, perros nerviosos y un constante ver hacia arriba. Siempre, esperando algo. Me pregunto ¿Se pudo evitar la pérdida de las vidas humanas? ¿Existían planes efectivos de evacuación? Y si no planes, por lo menos ¿condiciones efectivas para realizar una evacuación? Los moradores de los alrededores ¿contaron con algún tipo de aviso o alarma? Las redes sociales han difundido una serie de videos cortos que ponen de manifiesto que, ni siquiera los que vivían a las orillas de las carreteras estaban listos para una eventualidad de esta magnitud.

Gracias a Dios existen bomberos con el temple de los nuestros, socorristas valerosos, personal institucionalizado con humanidad en sus corazones y voluntarios con espíritu chapín. Héroes y heroínas que sacan la tarea arriesgando sus propias vidas en pos de los indefensos. Ha llegado el momento de hacer algo y ese algo debe partir de las iniciativas ciudadanas. Más allá de la denuncia, hay que accionar para dar ese salto necesario para que nuestras autoridades trabajen por Guatemala y no para enriquecerse a nuestras costillas.  

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