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Hay que ser positivos, pero el panorama económico no es el propicio. El desempleo, una realidad nacional.

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Amigos míos, hay que ser positivos y no dejar que nos gane la desesperación. Esta es una máxima que, para muchas personas, empieza a tornarse cuesta arriba. La cuarentena, que de momento ha contenido el virus dentro de meritorios límites, también tiene su lado oscuro. El económico es, de entre todos los problemas relacionados con esta pandemia, un cauce que pareciera tomar fuerza llevándonos arrastrados al despeñadero. Les voy a compartir tres relatos, muy cortos, de personas que conozco (y su entorno), cuya vida cambió radicalmente en el transcurso de un mes.

La primera historia es la de Petronila, mujer de 55 años, esposa y madre de familia, pedicura a domicilio. 

Hace un mes ella atendía un promedio de cinco clientes al día, si le iba muy bien, y dos cuando estos escaseaban. Su aporte a la economía del hogar era una fuente constante que servía para ajustar pagos dispersos en distintos órdenes. En el presente, con suerte, ha atendido dos a lo largo de cuatro semanas. Pedro, su esposo, carpintero, se quedó sin clientes de la noche a la mañana y, por ende, sin poder aportar un centavo a la dinámica familiar. De sus tres hijos, solo la soltera no ha perdido el trabajo y no gana lo suficiente ni para ajustar a la canasta básica de la casa.

Edwin, jardinero, mesero y chófer (soltero). 

Parte de una exitosa familia rural cuyos miembros trabajaban en hoteles y casas particulares en la ciudad de Antigua y sus alrededores. Edwin perdió tres de los jardines porque sus patronas eran mujeres de edad avanzada y por miedo al contagio, le solicitaron que no llegara “hasta nueva orden”. Lo mismo le pasó con lo del pilotaje. Después, el hotel cerró sus puertas dejándolo a él y al resto de sus compañeros sin trabajo. Sin transporte urbano, ni su mamá ni sus hermanas pudieron seguir laborando, perdiendo, todos, algunos de sus trabajos, los cuales penden de un hilo. 

Damián, actor, productor y director de teatro. 

De todos los listados, fue el primero en perder todas sus fuentes de ingreso de un plumazo. Estaba a punto de iniciar la temporada escolar cuando las ventas se vinieron al suelo dejando cesantes a nueve actores y, pendientes de pago, a los creadores del universo de detalles que representa la presentación de un hecho escénico. Como él, casi todos los artistas escénicos perdieron sus oportunidades de ganarse el pan al estar cerradas las salas de teatro. Por cierto, algunas ya no podrán abrir sus puertas, debido al incumplimiento de sus facturas por falta de ingresos. 

El desempleo se está expandiendo más rápido que el coronavirus y se está convirtiendo en el drama sin precedentes. Los pequeños empresarios están entregando sus locales y con ellos mandando a la calle a sus empleados. Los más desesperados están adquiriendo deudas que no van a poder pagar y de la mano, sembrando vientos que se trasformarán en tempestades. Oficinistas, maestros, vendedores, en fin, están a la deriva. Aunque hay gente creativa que se las arregla para salirle al paso a las oportunidades, el señor especulación ya lanzó sus redes, atrapando a todo aquel que no tiene otro cauce que seguir con inercia hacia el precipicio. Sumemos… 

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