Sudán prohíbe la mutilación genital, nueva luz para los derechos de las mujeres imagen

La mutilación genital simboliza la aceptación de la inferioridad nata de la mujer. Es un violento mecanismo de control utilizado por la tiranía sexual de distintas etnias africanas.

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Sudán prohíbe la mutilación genital, la ley fue aprobada el pasado 22 de abril. Así rezan las noticias. Son recientes, empezaron a circular hace dos semanas, mayo 2020.

En pleno siglo XXI, en medio de la pandemia, se anuncia la nueva legislación en Sudán, un país en donde más del 86 por ciento de las mujeres han sido sometidas a la ablación. Practicarla ha sido tipificado como delito y la pena puede ser de hasta 3 años de prisión. Es un paso importante, el principio de un largo camino.

Hablemos claro

Supe de la mutilación genital hace varios años a través de un texto. No podía creer lo que estaba aprendiendo. Aquella lectura se refería a esta práctica como un rito de paso milenario, sin pronunciarse a favor o en contra. Tal vez por eso me impactó con tanta fuerza.

Años hace, también, un grupo de adultos, sostuvimos una peculiar conversación en torno a esta brutalidad. En aquella charla de sobremesa, uno de los señores dijo: “Sus razones tendrán”, refiriéndose a las comunidades africanas que tradicionalmente cercenan a sus mujeres. Dicho esto, cambió el tema.

Sentí profunda indignación ante lo que escuché. No cuestioné abiertamente la supuesta presencia de razón en un asunto absolutamente irracional. Nadie lo hizo. Después de todo, muy poco se conocía acerca del tema.

Con los años, he aprendido que el silencio es una forma solapada de validar la violencia. Callar ante lo injusto y antinatural nos hace cómplices. Aunque nos refiramos a realidades tan lejanas como África. Al día de hoy, las niñas son tema pendiente y presente en la agenda de los Derechos Humanos. En Guatemala, en África, en Pakistán, en muchos rincones del mundo. Su bienestar es prioridad universal. Nunca seremos suficientes las voces o plumas que nos pronunciemos para protegerlas.

Nos guste o no, lo que dijo aquel señor no deja de ser cierto. Las razones de este rito criminal tienen raíz en tradiciones milenarias. Todas apuntan a la aceptación de la inferioridad nata de la mujer, de una merecida mutilación como mecanismo de control porque la historia así lo dicta. La mutilación es necesaria para conservar en su justo sitio los roles de cada quien en sociedades patriarcales aferradas al dogma ancestral.

La práctica ha ido en creciente prohibición. Antes de Sudán, muchos países han legislado en contra de la misma. Pero es testaruda como las comunidades que todavía la practican, aún al margen de la ley. Todavía hay “Cortadoras”, nombre que reciben las mujeres encargadas de realizar la mutilación. Con un cuchillito al que le atribuyen poderes ceremoniales, cercenan tejido vital de la feminidad a niñas y mujeres cuya voz no es tomada en cuenta.

El principio del cambio

La mutilación genital empezó a cuestionarse gracias al credo de los Derechos Humanos. Fue presentada como violación de los derechos de las niñas en la ONU por primera vez en los años 70, por Efua Dorenko. También, amparada en la solvencia de la ciencia moderna, inició una fuerte ola de afirmaciones respecto al peligro que supone para la salud de la mujer. La ciencia no da margen para refutar los argumentos salubres. Los cortes que se practican en el rito no representan beneficios e implican un abanico de peligros: infecciones, partos fracasados, relaciones sexuales dolorosas. Incluso puede causar la muerte de niñas sometidas como consecuencia de hemorragias.

De qué se trata

Existen diferentes tipos de prácticas, dependen de la región y de los grupos étnicos. Pero en todas, la mutilación genital cercena parcialmente los labios de la vulva y cercena también el clítoris. El procedimiento tradicional se lleva a cabo sin anestesia.

¿Por qué?

En la mayoría de comunidades, la ablación está ligada al honor de la familia, este honor, a la virginidad de las hijas garantizada para poder entregarlas en matrimonio. La garantía de la virginidad se fundamenta en que, en ausencia de placer, la mujer no conoce tentación. Llega sacra a un matrimonio en el que el goce de las relaciones íntimas es privilegio exclusivo del hombre.

En estos contextos culturales, la mujer es un ser dedicado a servir, a procrear y criar. Su cuerpo, a través de la mutilación genital, es acondicionado para salvaguardar la castidad y cumplir el rol. 

Hoy sabemos que más que ausencia de placer, en el acto sexual las mujeres mutiladas experimentan fuerte dolor.

EL DAÑO NO NOMBRADO

Poco se habla, sin embargo, de la castración al derecho que todos los seres humanos tenemos a conocer el placer. En este contexto, a sentir placer sexual. Cada mujer mutilada es expulsada de un paraíso que la tradición tribal no considera propio para ellas. No nacieron dignas de vivir su cuerpo a plenitud, de conocerlo y aprender a disfrutarlo. De decidir. La ablación simboliza la tiranía sexual de las sociedades que la practican. Es un violento ejercicio de control sobre el cuerpo de la mujer.

La era moderna ha puesto de manifiesto que la plenitud absoluta de un ser humano existe cuando alcanza sincronía y desarrollo de los distintos aspectos que definen su identidad. Son varias facetas: intelectual, espiritual, emocional, física y también sexual.

El conocimiento profundo de la sexualidad es una celebración de la libertad, un encuentro con la propia sustancia.

Ni el conocimiento y sus beneficios, ni la libertad como legítimo derecho, son posibles en una mujer a la que desde que es niñita, con una cuchilla, se le ha privado de la sensación genital. La herida física, además, supone una mutilación emocional irreversible y permanente.

Es como si desde niñas les extirparan el corazón de su ser sexual, la esencia de su feminidad, la posibilidad de participar a plenitud en una dinámica íntima. Una mujer mutilada es incapaz de conectar emocional y/o espiritualmente con su pareja. No conoce la comunión que nace en un coito sano. ¿Cómo? Si ha sido despojada del centro mismo donde nace la humedad que permite el gozo natural en un encuentro íntimo, saludable, voluntario y de equidad.

Un acto sexual con los genitales mutilados es como un beso sin labios, como un abrazo… sin brazos. Inmerso en un silencio malsano, el daño emocional sucede irremediablemente como consecuencia de una práctica a todas luces antinatural.

Poco o nada de lo anterior se discute. Mucho menos en culturas en las que durante siglos la mutilación genital ha representado un rito de purificación además de un rito de paso con intenciones de control. Una tradición absurda para la visión occidental, pero profundamente arraigada en culturas que la han realizado durante siglos. No hay evidencia contundente que la asocie al Islam, o a cualquier otro credo. Su origen religioso se debe más bien a una tradición oral difusa pero enraizada.

Más allá de las leyes

La nueva legislación en Sudán, derivada de una incipiente apertura hacia la democracia, simboliza un paso importante en materia de los derechos de la mujer. Otros países le anteceden en la prohibición legal de esta práctica. Pero es sorprendente cómo, a pesar de las leyes, sigue sucediendo.

Es irónico que con la ONU enfocando esfuerzos hacia los objetivos de la Agenda 2030, muchas niñas de países como Somalia, Guinea, Egipto, Sudán, Etiopía, entre otros, todavía son cortadas.

El colectivo tradicionalista de estas comunidades, arraigado en el tejido cultural bajo el peso milenario de sus ritos, es un fenómeno difícil de comprender. Erradicar la ablación es un trabajo que ha empezado pero que requerirá un ciclo de dos o tres generaciones para que pase a ser práctica del pasado. 

Dependerá de un proceso de formación a nivel comunidad desde su centro mismo, de esfuerzos que se enfoquen en transformar el ADN cultural. Existen distintas organizaciones dedicadas a esta tarea: Tasaru, Equality Now, NAPGEM y MPDL son algunas de ellas.

Sí, las leyes son el principio. Sin embargo, mientras la norma tribal sea superior a los aparatos legislativos, sobre todo en rincones rurales recónditos que viven casi al margen de la civilización, delito o no, la ablación femenina seguirá sucediendo. 

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