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La casa es hermosa. De esas que les dicen tipo colonial, construida en la época de Jorge Ubico, aprovechando los…

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La casa es hermosa. De esas que les dicen tipo colonial, construida en la época de Jorge Ubico, aprovechando los vestigios de una construcción mucho más antigua. Aquel presidente, empeñado en dar otra cara a la República y, especialmente a las poblaciones dañadas por los terremotos de 1917 y 1918, puso a los presidiarios a trabajar en la colocación del empedrado en buena parte de la ciudad colonial. Al mismo tiempo, un reputado escultor, rehacía “La fuente de las sirenas” utilizando como referencia los restos de la original que estaban almacenados, por aquellas fechas, en el edificio municipal.

La Antigua, de alguna forma, revivía. Su mercado refulgía de gente de los poblados vecinos. Mientras, las casonas eran reconstruidas, remozadas y revitalizadas para recibir a los descendientes de sus propietarios originales. De allí que la casa de los Lozano, amigos del presidente, tomara cierta relevancia por las frecuentes visitas del mandatario.

La propiedad, arrebatada a la iglesia en 1881, tenía un amplio jardín y, en el centro de este, a la par de una antañona e imponente fuente, un montículo que el tiempo se encargó de cubrir con vistosos helechos. La noche de carnaval aquel espacio refulgía de adornos y guirnaldas, mesas iluminadas con quinqués de gas, viandas que iban y venían de la cocina, música clásica interpretada en marimba, extasiados todos por los fogonazos producidos por el caprichoso volcán de fuego. La fuente, con su chorrito, despedía reflejos provenientes de las lámparas suspendidas en los árboles.



Los comensales, intrigados, vieron cómo el mandatario fue acaparado por una hermosa mujer disfrazada de monja que nadie lograba identificar. Sentados, a una distancia decorosa para la reputación de la dama, Ubico se desternillaba de la risa con las ocurrencias de la bella desconocida. Cuando regresó a su mesa, la perdió de vista y no la volvió a ver. “Mi general”, le dijo el coronel Peña, hombre de toda su confianza y miembro de la guardia presidencial, “¿Quién es la religiosa que robó su atención por más de dos horas?” Pensativo contestó: “pues Jorge, no lo sé y por cortesía no le pregunte”. Luego de unos segundos continuó “es una dama muy misteriosa y, al parecer, conoce muy bien la historia de esta propiedad… le encomiendo averigüe de quien se trata. Por favor, mande por mi abrigo, tengo mucho frío”. Para Jorge Peña fue imposible saber de quien se trataba. En apariencia, y esto sí que es una rareza, la señorita se había colado a la fiesta.

Cuando posaron para la foto oficial de la reunión, la buscó pero no la encontró. Días después, cuando recibió la copia de la instantánea, se quedó sorprendido al ver que la misteriosa mujer estaba de pie, atrás de él. Aun así, los Lozano le juraron que no la conocían.

Picados por la curiosidad le mostraron la foto a la servidumbre para ver si alguno la había visto en la Antigua. La cocinera, de 78 años, dijo que no sabía quién era, pero era un fantasma que vagaba por la propiedad desde hacía unos 60 años, cuando el gobierno les quitó el convento a las monjas. Que si la querían ver, “lo podían hacer minutos antes de la caída del sol, cuando los rayos de luz atraviesan las ramas de los árboles y caen sobre el montículo, al lado de la fuente”. Consternada con aquella respuesta, la señora Lozano le preguntó por el montículo, a lo que la cocinera le contestó que era la entrada a las criptas subterráneas y que los hombres del rufián de Barrios tapiaron con lápidas extraídas del interior y luego cubrieron con tierra. Los Lozano, por supuesto, le ocultaron la historia a Ubico.

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