Señor presidente: no pretenda tener la verdad absoluta imagen

Una carta de opinión en cara a las decisiones del mandatario Alejandro Giammattei.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

El jueves en la noche y también el domingo, fui testigo de un derroche de autoconfianza y seguridad del señor que con tanto orgullo elegí el año pasado. Con las medidas impuestas un día y parcialmente modificadas el domingo, pienso que dio varios pasos hacia atrás en el proceso de hacer que Guatemala crezca como país y vuelva a un estado en el que todos tengan oportunidad de sobrevivir. No pretendo opinar sobre el manejo de la pandemia, el impacto económico o las medidas de contención; imagino que para eso hay expertos en todo el mundo.

Hoy vengo como una joven guatemalteca a opinar sobre la actitud peligrosa del máximo dignatario de la nación, a quien parece habérsele olvidado que es un funcionario público y no un dictador. Siempre he pensado que las personas más inteligentes y capaces, son también las más preparadas para escuchar opiniones divergentes. Lamentablemente, nuestro presidente manifestó desdén y se burló de la opinión de millones de ciudadanos. ¿Cómo alguien puede asumir que opinar diferente o criticar sus decisiones pretende desestabilizar y causar “zozobra”? ¿Acaso no aprendimos de Sócrates que el debate y la discusión lógica de ideas es el mejor vehículo para conocer la verdad?

Es cierto, que ha habido gente irresponsable que ha desacatado las medidas de contención por desidia. También hay gente ignorante, que no ha entendido las medidas y las ha quebrantado por no saber. Pero la mayoría de las personas hemos hecho caso: deben de haberse vendido decenas de millones de mascarillas y toneladas de alcohol en gel. Dudo que haya ciudadanos que desobedezcan las órdenes presidenciales por el simple hecho de desestabilizar. 

El ataque verbal del presidente a los ciudadanos que nos oponemos a endurecer la cuarentena o a extender por más tiempo el cierre del país, es en mi opinión, una falta total de empatía y una actitud soberbia e irrespetuosa al auténtico sentir de millones de guatemaltecos. Aparte de sus tácticas que psicológicamente apelan al miedo para manipular a las personas (“cuando su mamá e hijo se enferme”) y al sentimiento de lástima de los demás para enfatizar la difícil posición en la que ya sabemos que se encuentra.

Me consta que miles de agricultores no pudieron trasladar sus productos perecederos al mercado del viernes al lunes, perdiendo en el mejor caso sus cosechas y en el peor caso su patrimonio. Me consta que miles de comerciantes compraron mangos, bananos y aguacates para venderlos en un mercado que no pudieron abrir a clientes que nunca llegaron a comprar. 

Es inmoral afectar a tantos ciudadanos con medidas tan drásticas dictadas literalmente de la noche a la mañana, sin que nadie pueda prepararse. Su postura soberbia e irrespetuosa en la televisión desconsidera la angustia de muchísimos guatemaltecos que no están bancarizados y no pudieron cobrar el 15 de mayo y, por lo tanto, no pudieron comprar alimentos básicos durante el fin de semana. Las arbitrarias imposiciones de horarios tan restringidos ocasionaron aglomeraciones perjudiciales para tratar de asegurar distanciamiento social, desabastecieron abarroterías como la de “doña Chonita” y ocasionaron daños importantes a la cadena de abastecimiento de insumos de la canasta básica. 

No dudo que el presidente procedió con responsabilidad y convencido que está actuando en pro del bienestar del país. Tampoco dudo que cientos de miles de guatemaltecos están desesperados por no poder trabajar ni cobrar, y muchos están dispuestos a correr el riesgo del contagio antes de la certeza de la desesperanza que implica no poder proveer a su familia. Este es un sentimiento sincero, desesperado y auténtico, y ni el presidente, ni privilegiados encuarentenados con aire acondicionado y Netflix debieran burlarse, ni criticar la opinión de miles de guatemaltecos. El desacuerdo, la argumentación y la negociación enriquecen los procesos sociales y democráticos.

Entonces, por favor, Señor Presidente, además de sus asesores, sus estudios y su consciencia, escuche a su pueblo y actúe en el sincero interés de la mayoría. Todos estamos en riesgo de contagiarnos; de hecho, hasta lograr inmunidad o vacuna, todos nos vamos a contagiar. Al contagiarnos tenemos un riesgo de morir, ese riesgo en Guatemala hoy es 1.9 por ciento. Una familia sin ingresos, ahorros, ni alimentos tiene un riesgo de morir o de delinquir. ¿Será ese riesgo mayor al 1.9 por ciento? Un viejo adagio español dice: “De los males el menor”. ¿Cuál es el menor daño? ¿Cuál es el riesgo más probable? Yo no pretendo conocer más que usted, pero hay mucha gente más afectada que usted y yo, que no tiene alternativa. La ayuda al empleado informal no ha alcanzado para eliminar la angustia de miles de guatemaltecos; el subsidio a trabajadores suspendidos tampoco, ¿cuántos días puede posponerse la cena?

Señor Presidente, no se olvide que en noviembre lo elegimos con mucha esperanza de por fin estar eligiendo algo mejor, no permita que sus acciones nos alejen del sueño de volver nuestro país un verdadero país democrático, seguro, próspero; porque algunas de sus actitudes van en la otra dirección. No tengo autoridad moral para decirle cómo hacer su trabajo e imagino la fuerte carga que lleva, pero le aseguro que sus decisiones se facilitarían con el simple hecho de ejercer esa democracia por medio de la cual fue elegido, buscando un bien mayor para la mayoría de su país.

Ninguna decisión es blanca y negra, por lo mismo, el peor error es pretender que poseemos la verdad absoluta en un mundo donde todo es un tono de gris. 

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