Señor Ministro de Educación, preocupémonos por lo importante imagen

Es necesario que definamos las prioridades en el ámbito de la educación a trabajar como país, la situación es dura y es hora de que abramos los ojos.

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Amanecimos los primeros días del año con la noticia de que el Ministerio de Educación buscaba cambiar en el pensum a nivel básico cuestiones de las materias artísticas y musicales, nos levantamos ante esto defendiendo la clase de música como algo sumamente importante, lo cual en definitiva es cierto. Sin embargo, en Guatemala, la realidad es mucho peor.

Hace pocos días amanecí con una noticia algo diferente a la anterior. En San Marcos, la lista de útiles requerida para algunos alumnos incluía un escritorio. Un escritorio, que implicaba que alguien con la educación más accesible del país fuera a conseguir un bien material que con suerte costaría un poco más de cien quetzales. ¿Se imaginan a lo que hemos llegado?



FOTO POR FREDERIC CARMEL

Leyendo este tipo de noticias me di cuenta de la enorme brecha que había entre estos niños y niños de colegios privados, como en el que yo tuve el privilegio de graduarme. Madres que, en vez de contar centavos para comprar escritorios, iban a dedicarse a forrar los libros de sus hijos con el mejor papel contact y con calcomanías personalizadas con el nombre de la clase y el nombre del dueño. Niños que regresaban cada año con mochila de su color favorito, lonchera limpia y zapatos de correr.  

 Claro que, como país, no necesitamos resentir más la diferencia de clases, porque la desigualdad es al final lo que fomenta las ganas de superarse. Sin embargo, ¿las instituciones gubernamentales no tendrán algo más importante de lo cual preocuparse en el ciclo escolar 2018, que la clase de arte y la de música? Porque, aunque sean de suma importancia, al abrir un poco los ojos, la situación es grave

Señor Ministro de Educación, mejor preocupémonos por lo importante. 

Teresa es una mujer que se dedica a ser empleada doméstica, trabaja duro para sacar adelanta a sus dos hijos. Lleva nueve años esforzándose en la misma casa para darles lo mejor que puede. Hace tres años se dio cuenta de que sus hijos tenían potencial, eran abanderados todos los años en su escuela y siempre se ganaban todos los premios académicos disponibles. Tomó la decisión de ahorrar todos sus sueldos, quitarse pan de la boca y traerlos a vivir a la ciudad para darles la oportunidad de estar en un colegio privado. Con ayuda de sus patrones, al cabo de un año, logró hacerlo. Cuál fue su sorpresa cuando su hijo mayor perdió todas las materias durante los próximos dos años, se pudo graduar con zona mínima y un año tarde, no fue lo que Teresa esperaba. Sufrió mucho al darse cuenta de que su hijo, su tesoro, la persona que más sobresalía en casa, no era competente en el mundo en el otro lado del cuento. La misma historia con su hijo menor.

A pesar de su trabajo, el esfuerzo de cada uno de sus hijos y la voluntad de crecer, perdió mucho dinero en buscarle otro colegio privado luego de que lo expulsaran del primero, se vio obligada a contratar tutores que representaban más gastos porque ella no podía explicarles y se desgastó pidiéndoles que dieran su máximo esfuerzo, sabiendo que tristemente desde el principio lo estaban dando. Que desdicha la de una familia que, aunque quiere y trata, no puede. ¿Qué se puede hacer ante semejante brecha? ¿Qué culpa tiene un niño de que su máxima oportunidad de sobresalir no sea suficiente para seguir superándose?




Señor Ministro de Educación, yo sé que esto no es solo su culpa; usted, como yo, heredamos un país con cierto record de malas decisiones. Sin embargo, considero que hay muchas cosas en este momento más importantes que cambiar el pensum artístico de primaria. Existen realidades duras respecto a la educación de nuestra niñez, niñez que constitucionalmente tiene el derecho a una educación. ¿Cómo se puede aprender en una escuela con capacidad de 400, y 648 niños inscritos? Es hora de que nos demos cuenta de la necesidad que existe de una educación propia, de una verdadera oportunidad de superación, de una esperanza para quién con todo su esfuerzo es abanderado de una escuela. No abandonemos a nuestros niños al azar de maestros medio buenos que se conforman con enseñar lo mínimo; preocupémonos por exigir más a los docentes, cambiar nuestros textos con la disponibilidad que ahora hay en el internet, buscar gente que le guste lo que hace y que enseñe con pasión, que transmita esas ganas de encontrar nuestro verdadero propósito en el mundo. Sigamos la labor de exministros de educación que a pesar de las adversidades que también heredaron, no se rindieron conformándose por cambios insignificantes, sino buscaron una verdadera reforma. ¿Lo lograron? Tal vez no, pero representaron un comienzo del camino que hoy nos toca seguir.



Foto por Free Images

El 2018 debe ser el año de grandes cambios, de mejoras enormes y de esperanza; esperanza de que el día de mañana este país sea mejor. Pero, si el futuro son los niños y ellos son nuestro mañana, ¿nuestra prioridad no debería de ser darles a ellos las oportunidades? ¿Ustedes que piensan? 

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