Repercusiones emocionales de los días de CICIG imagen

La persecución ha destapado verdades que todos sospechábamos y ha puesto tras rejas a todo tipo de gente ¿Podremos llegar a las últimas consecuencias o es más importante empezar de nuevo?

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Guatemala está más cambiada que nunca, de un mundo donde la violencia y la corrupción son costumbre, empezamos a ver que las cosas repentinamente se vienen abajo. Los presidentes de nuestro país estaban acostumbrados a tomar su cargo, hacer su fortuna y retirarse a gozarla por el resto de su vida adulta, sin embargo, hace unos años un presidente del montón tuvo la mala fortuna de estar presente en el cambio de era. La CICIG vino a poner al descubierto todo lo que había robado, todo el dinero que se pensaba quedar para “darse la buena vida” e hizo que, como ciudadanos, naciera una llamada por justicia, que ultimadamente le quitó el puesto y lo puso tras las rejas. 



Fotografía de New York Times

Y desde el día que lo vimos entrar a la cárcel, las cosas no han sido las mismas…

Poco a poco, fueron saliendo todos los afiliados a ese caso y la CICIG no se quedó allí. Empezaron a salir nuevas investigaciones de años anteriores, cosas que los autores creían que estaban olvidadas. Nadie estaba a salvo. Recientemente iniciaron los “martes de CICIG”o los “jueves de CICIG”, días en los que, tras tener evidencia necesaria, son capturados varios individuos que desde hacía ya varios años, pensaban haberle ganado a la justicia. Esto, como guatemaltecos, nos trae sentimientos encontrados. Por una parte, esperanza para nuestro país, un clima de cambio y una satisfacción profunda que viene del saber que nada queda impune. Sin embargo, muchas personas inocentes, con la simple sospecha de algún tipo de fraude, han ido tras las rejas continuando con las ilegalidades de parte de la entidad que se ha vuelto “impositora de la ley“, entonces les pregunto ¿en quién se puede confiar?

Políticos, empresarios, diputados y gente de bien, todos en la cárcel. ¿Qué genera eso en nosotros? A cada persona se le puede sacar “un pasado”, todos los que “defienden la justicia” en algún momento la han roto y cada preso nos genera más desconfianza. Actualmente, vivimos en una sociedad en donde ni la más alta autoridad es respetable, hasta los defensores son corruptos y muchos encarcelados son gente de bien. ¿Conocemos las repercusiones emocionales de esto?



Fotografía por Guatevisión

La Desconfianza

Según el científico político Robert Putnam la confianza no se proporciona por el Estado, pero el Estado nace a partir de la confianza social y la libertad de asociación. El concepto de confianza tiene implicaciones numerosas en la vida de una persona, los individuos que deciden confiar en otros tienen que calcular el riesgo que les supone que la otra persona no actúe de manera esperada. En una sociedad donde el riesgo es incierto, los ciudadanos se vuelven personas con altos niveles de desconfianza. A nivel de la psicología, esto genera mucha ansiedad, el simple hecho de estar siempre a la espera de que algo malo suceda, de que alguien nos falle o nos traicione, hace que nos mantengamos siempre alerta esperando una catástrofe. Vivimos con la amenaza pegada la espalda, lo que no nos permite estar tranquilos en ningún momento y nos causa malestar constante en todos los ámbitos. Asimismo, la desconfianza hace que nos comportemos de una manera determinada en las relaciones sociales, lo que nos lleva a no poder entablar relaciones profundas en general.



Fotografía por Leadingwithtrust

A lo mejor, hemos escarmentado bastante; a lo mejor es momento de que las autoridades judiciales hagan un pacto para que los defraudadores y corruptos del pasado se acerquen a regularizar su situación sin consecuencias penales. Quizás una amnistía que permita recuperar la confianza y empezar de nuevo. Pareciera que el sistema económico, político y social del país, no soportará esta persecución que se asemeja a una cacería de brujas. Seguramente el nivel de desconfianza de la mayoría de la población hacia todas las figuras de autoridad y liderazgo es tal, que un caos social y violento pareciera más probable a la solución de nuestros eternos problemas de corrupción. La justicia es fundamental, pero pienso que la confianza es aún prioritaria, ¿qué nos pasaría a todos si los jóvenes pierden toda esperanza?

Para que un país funcione, todos necesitamos a alguien en quién confiar

¿Ustedes que piensan?

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