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Guillermo Monsanto se adentra en lo que podría ser un rico imaginario… Recuérdame, una manera de mantener vivos personajes esenciales de nuestra cultura.

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RECUERDAME. Por Guillermo Monsanto

El otro día una maestra le preguntó a un chico mexicano si le gustaba el nuevo colegio. El niño, luego de pensarlo un poco, y con cierta prudencia (por lo que podía provocar en el resto de la clase) contestó un tímido “no estoy seguro”. La maestra, un poco sorprendida, siguió indagando “si le gustaban las clases.” A lo que él respondió: “las clases… sí. Pero, lo que pasa es que acá en Guatemala no hay héroes y entonces no entiendo muy bien quiénes son los chapines”. Un poco sorprendida, y sin entender muy bien, lo invitó a seguir explicándose. Entonces el preadolescente requirió algo que la maestra no supo contestar: “a ver… dígame el nombre de cinco actrices guatemaltecas.”










Lo mismo hubiera pasado si el jovencito hubiera preguntado por políticas destacadas, escritoras, pintoras, activistas, mujeres ancestrales o sus homónimos masculinos. Ese imaginario no existe y no se transmite de una generación a otra. Y como corolario, muchos se quedan sin ideales que seguir. No tienen ejemplos a imitar. A eso se refería el niño. La maestra y el resto de sus compañeros ¿lo habrán entendido? Usted lector ¿podría indicar sin investigar en redes quién fue o es Rogelia Cruz, Wilfreda López Flores, Guillermina Herrera Peña, Olimpia R. Altuve, Celia Ovalle, Itziar Sagone o Luz Díaz-Ordáz? Curiosamente quizás sí identifique sin dudar a Angelina Jolie, Justin Bieber, Tom Cruise, Jenny Rivera y hasta al “Caballo Rojas.”







En 2017 se estrenó la película animada Coco. Más allá de la trama central, la referencia de lo mexicano es tan fuerte que, para los no hispanos, el vecino país se convierte en un referente de lo que el resto del mundo intuye como la esencia de lo latinoamericano. En pocas palabras México se sabe vender y con él, decenas de héroes completan un rico cuadro referencial que traspasa sus fronteras. Aunque, quizás en Guatemala, solo sean muñequitos simpáticos de un colorido animé.

Ernesto de la Cruz, por ejemplo, es una ficción cuyo ascendiente directo podría ser Jorge Negrete. Aunque no se basa en este último, conecta con el público debido al magnetismo identitario insuflado al villano personaje. Con él van tomados de la mano personalidades como Frida Kahlo, Mario Moreno, El Santo, María Félix, Pedro Infante, Agustín Lara, Dolores del Río o Emiliano Zapata. Un cuadro general de personalidades que el mexicano se niega a olvidar. Esto último, es el hilo central de la película. Los muertos estarán vivos en nuestra memoria mientras sigan vivos en nuestros corazones. Lo mismo sucede con las heroínas, los héroes y la educación que se recibe.

Guatemala es un país que desde 1524 está en construcción. La división social y cultural del presente hace que haya una polarización educativa sin precedentes. La pobreza magisterial rebota en por lo menos dos generaciones de analfabetas por desuso que votan, administran, trasmiten conocimientos y van en inercia hacia una catástrofe. La sobre legislación existente protege a unos y desprotege a otros creando vacíos legales en los que el educando lleva la peor parte. Hay que reconocer que hay esperanza, sin embargo, ésta no se va a volver realidad mientras no recordemos quiénes somos en esencia. Cómo nos constituimos. Quizás desde allí se pueda erigir la tan anhelada Guatemala. 

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