Siempre que me detengo a reflexionar entre las mil ideas que pasan por mi cabeza, sobre cómo puede lucir el Paraíso, al momento de morir y llegar a él, me vienen preguntas como: ¿Estará lleno de nubes como algodones de sabor?, ¿Habrá ríos de miel de maple para bañarme en ellos? ¿Podré corretear con todos los animalitos tipo caricatura de Disney?
Ese tipo de disparates son los que rondan a veces mis pensamientos cuando el ocio es más fuerte que yo. Si pudiera elegir -que ciertamente no creo funcione así- creo que elegiría que mi edén personal fuera una tienda de discos o una librería. Pero como aquí de lo que escribo es de música, me iré esta vez por la opción de los discos.
No existe placer más inmenso para mí, que ir de compras a tiendas de discos, tomarme el tiempo de buscarlos, maravillarme con otros descubrimientos. La angustia de saber si me va alcanzar el dinero o no, para todo lo que quiero comprar. No, no les hablo de lugares en los que se encuentran discos en rebaja de éxitos de los 80’s en español tipo Walmart. No, yo les hablo de verdaderas tiendas de discos donde se respira el amor por la música y el tiempo realmente no alcanza para encontrar todo lo que uno desea.
Lamentablemente en esta ciudad son casi nulas. Pero afortunadamente con el revival de los vinilos, he visto con mucha alegría una que otra tienda de discos empieza a surgir en este lugar.
Soy de las personas que cuando mi billetera lo permite, no duda en hacer maletas y largarme hacia algún lugar, alguna ciudad donde me pueda desconectar de la rutina del día a día. Al menos por un tiempo, en el que puedo desintoxicarme un poco.
Y claro, algo que es un mandatorio en mi itinerario, es buscar tiendas de discos y de ser posible las que sean clásicas de la ciudad visitada. Una de mis tiendas de discos favoritas es Amoeba Records probablemente una de las más grandes tiendas de discos en Estados Unidos. Mis tiendas favoritas son las que están, en Berkley y Haight Street en San Francisco. Y les puedo casi jurar que, al entrar a esa tienda, es posible escuchar trompetas celestiales. Planicies de discos se extienden a través de ese horizonte de compactos y vinilos. Los discos se vuelven como el llamado de las sirenas a los que yo jamás me niego. Pero esta tienda, entre otras cosas, tiene algo que me ha servido de una guía musical inconmensurable. Hablo de su serie en YouTube llamada WHAT’S IN MY BAG.
¿De qué trata ésta serie ganadora del Music’s Webby Award? Cada tanto, algún músico o banda famosa se da una vuelta por una de las tiendas. Y estando en la locación, se encargan de filmarlos mientras ellos cuentan sobre lo que han estado comprando en la tienda. Desde discos, films o lo que encuentren en el lugar. ¿Y cuál es el encanto de todo esto? se preguntarán ustedes. Pues bien, yo lo encuentro no solamente muy ameno, sino que también muy enriquecedor. Es fascinante, sobre todo el sorprenderse con los gustos de los músicos que uno admira.
Por ejemplo, ver a un Twiggy Ramírez bajista de Marilyn Manson, comprando un disco de la banda cristiana Stryper, porque simplemente le gusta ese disco en especial. Esa fue una de las tantas sorpresas. O descubrir el trabajo del compositor de Estonia de música clásica y religiosa Arvo Pärt. Gracias a una de las sugerencias en el programa por una de las integrantes de Savages. Discos de blues, jazz, ambient y clásicos del rock n’roll son admirados y recomendados por todos estos artistas en una serie interminable de clips en el canal de Amoeba.
En mi vida puedo privarme de muchas cosas. Pero entre el grupo de las no negociables se encuentra el perderme entre las pilas de discos y disfrutar de ellos el tiempo que me de la gana. Para mí, ir a esos lugares se ha convertido en peregrinaciones personales ¿pero existe otra manera de disfrutarlo? Creo que no. Así que mientras el Ángel de la muerte decide la hora en la que ha de venir por mí, yo seguiré pavimentando, de cuantos discos pueda, mi camino al nirvana vía YouTube. Espero verlos por ahí.
Para ver: https://www.youtube.com/user/amoeba