¡Qué bello es vivir! Director: Frank Capra. Con James Stewart y Donna Reed. Estados Unidos, 1946.
“Al fin comprendí que no puede el hombre hallar razón en todas las obras de Dios“.
Eclesiastés.
George Bailey es el hijo mayor de una familia de clase media en un pueblo de los Estados Unidos. Su padre administra desde hace algunos años una pequeña Cooperativa financiera que otorga créditos a las familias pobres de la localidad. George ayuda a su padre en el pequeño banco familiar, pero sus sueños están en otro lado: salir del pueblo y convertirse en un arquitecto exitoso. Sin embargo, sus planes son frustrados cada año por acontecimientos inesperados.
Uno de estos hechos imprevistos, la muerte de su padre, lo obliga a hacerse cargo del banco que con responsabilidad y valentía intenta mantener a flote. Además, existe el peligro de que Mr. Potter, el millonario del pueblo, se apodere de la institución y los habitantes se queden desamparados.
Nuevamente, una desgracia no solo pone en peligro la existencia del banco, sino que sus integrantes, empezando por George, corren el riesgo de parar en la cárcel. Su senil tío extravía el depósito del encaje bancario y con la complicidad del ambicioso y amargado Potter el banco entra en la debacle total.
Así las cosas, George se introduce en un laberinto de angustia, miedo, coraje, intolerancia y desesperación que lo conduce a la decisión de quitarse la vida.
El licor no es suficiente para calmar su pena y se dirige hacia el puente con la intención de arrojarse al río. En ese momento escucha los gritos de alguien que ha saltado antes que él y entonces George, cuya vida siempre ha estado para servir a los demás, se lanza al río, no para morir, sino para salvar una vida.
Su sorpresa es inaudita: no ha salvado a un hombre sino a un ángel enviado por Dios precisamente para salvarlo a él.
En el diálogo con Clarence, el ángel, manifiesta su poco interés en seguir viviendo y llega a afirmar que lo mejor “sería no haber existido”. Clarence le toma la palabra y le dice que a partir de ese momento George Bailey no ha existido jamás y en seguida lo invita a hacer un recorrido para que vea cómo sería el pueblo ante la ausencia de su vida.
El recorrido es impresionante y maravilloso. George empieza a tomar conciencia de que él ha sido una bendición para el pueblo y que con su bondad y generosidad ha tocado muchas vidas.
Y lo más interesante: se percata de la situación deplorable y miserable en la que vive el pueblo, que incluso ha cambiado de nombre. La prostitución, el juego, el vicio y la trampa se han apoderado de ese lugar pacífico y acogedor.
George se deprime al darse cuenta de que sus conciudadanos, familia, amigos y demás habitantes se han deteriorado económica, social y moralmente porque él no ha estado presente. Está en presencia de un mundo sin su presencia.
La cinta da para desarrollar temas en muchas direcciones. La lucha entre la ambición y la bondad, entre los poderosos y los débiles, la sobrevivencia de la clase media y los intentos por desaparecerla, la pérdida del sentido de comunidad ante la aparente modernización, la monopolización y concentración económica, la solidaridad e inconformidad humanas.
Es una película absolutamente vigente en nuestros tiempos. Se cuenta que el director Frank Capra se encontraba enfermo en 1935 cuando escuchó por la radio un discurso de Hitler y sintió la necesidad de oponerse a uno de los grandes oprobios de la historia. Si esto es cierto, se palpa en el film: la necesidad de oponernos al abuso, prepotencia, soberbia, temor, sometimiento y terror.
Después de 80 años de haberse estrenado la película, las condiciones económicas y sociales no han variado. Hoy las condiciones de la clase media se han deteriorado con las crisis financieras, y junto con el funcionamiento arbitrario de un sistema bancario que presta al que ya tiene y no al que lo necesita han profundizado las desigualdades. El sistema financiero, lejos de ser competente, acude al expediente tradicional de la quiebra fraudulenta, al privilegio y a la absorción de los pequeños negocios para despejar el camino de la concentración financiera ilimitada.
Por otro lado, nos otorga una maravillosa lección: cuando los débiles se unen pueden ser más fuertes que los poderosos. Cuando los habitantes del pueblo se enteran de la crisis del banco y de sus consecuencias, acuden en masa a apoyar a una institución que es beneficiosa para todos. Cada uno de los habitantes en su individualidad poco pueden hacer, pero juntos son capaces de lograr grandes propósitos.
También nos envía otro mensaje: tomar conciencia de que los proyectos de beneficio colectivo son capaces de sobrevivir y ser eficientes porque más gente depende de ellos. Y que los proyectos individuales, por su propia naturaleza, no satisfacen nunca intereses colectivos.
¡Qué bello es vivir!
Vivimos sin darnos cuenta. Dijera Séneca: “No vivimos sino que solo existimos”. George, al ver un mundo sin él, quiere existir y ruega al ángel Clarence que lo regrese a la vida. Quiere volver a vivir. Ahora los problemas los ve como prueba de su vida y existencia y no como una maldición. Quiere volver a enfrentarlos, porque son la razón de su vida. Les agradece.
Momentos antes de intentar lanzarse del puente había sido agredido físicamente por un parroquiano que le partió de un puñetazo el labio inferior. Al percatarse de que el labio sangra de nuevo, grita de felicidad porque es prueba fehaciente de que está vivo. Todo lo que antes veía como problema ahora lo ve con inmensa alegría.
En el desarrollo de la cinta podemos apreciar grandes diálogos sobre la belleza que implica la vida. Entre estos hay un pequeño discurso que George dirige al banquero Potter, cuando discuten el destino del banco, y que por su profundidad me permito transcribir: “Mi padre con este banco ayudó a muchos a salir de la miseria. ¿Qué tiene eso de malo? Miren, todos ustedes son hombres de negocios. ¿Son por ello mejores clientes, mejores ciudadanos? Usted, señor Potter, quiere que la gente espere. ¿Esperar a qué? ¿A que sus hijos sean mayores y les abandonen hasta que estén destrozados y viejos? Señor Potter: esta gente pobre de la que habla trabaja, paga, vive y muere en nuestra comunidad. ¿Acaso es pedir demasiado que trabaje, pague, viva y muera en un par de habitaciones con baño? Para mi padre la gente eran seres humanos, pero para usted, un hombre defraudado y retorcido, son solo ganancias. El pueblo necesita esta institución aunque solo sirva para no arrastrarse ante usted”.
El crítico de cine Roger Ebert, en su libro Las grandes películas escribe: “Hay que destacar lo bien que se mantiene con el paso de los años; es una de esas películas intemporales como ‘Casablanca’ o ‘El tercer hombre’, que mejoran con el tiempo. Algunas películas, incluso las buenas, deben ser vistas solo una vez. Cuando sabemos cómo son, es cuando pierden sus secretos y su atractivo. Otras, pueden ser vistas un número indefinido de veces, como la buena música, mejoran con la familiaridad. ‘¡Qué bello es vivir!’ entra en la segunda categoría. Tanto el director Capra como su protagonista, James Stewart, la consideraban su mejor película”.
El mismo escritor Ebert cuenta que a Frank Capra, cuando impartía un seminario a estudiantes de cine, le preguntaron si todavía era posible hacer películas con los valores e ideales que él pregonaba: “Bueno, si no los hay” –respondió–,“lo mejor será que nos demos por vencidos”.
Pienso que el cine de Capra, como el de otros grandes directores, a lo que nos invita es precisamente a no darnos por vencidos y a reconsiderar lo bello que es vivir.
ATRACCIONES: EL BLOG DE CINE DE ALFONSO PORTILLO
Alguna vez fue Presidente pero eso no importa aquí, en esta columna solo escribirá de cine y literatura.