Procesión de Jesús de la Caída lo bueno, lo malo y lo feo imagen

Como cada #QuintoDomingodeCuaresma la imagen de Jesús de la Caída recorrió las calles de la colonial Antigua Guatemala, tuve una experiencia agridulce. Ahora les explico por qué

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Desde hace ya varios años la procesión de la imagen de Jesús de la Caída despierta pasiones e interés. La devoción que le profesan miles de católicos es incuestionable. Cada año se suman más personas a ver el paso de este majestuoso cortejo en las calles de la Antigua. 

Lo bueno

Hablemos de lo bueno: por supuesto que la procesión de esta bella imagen evoca muchas emociones, lo mejor para mí es ver a miles de guatemaltecos y extranjeros conmoverse hasta las lágrimas con el paso de esta bella imagen. Aplaudo también la dedicación de cientos de personas en la elaboración de las alfombras.

Continúo con lo bueno: los encargados de la organización del cortejo incrementaron sus esfuerzos e hicieron que este año fuera espectacular. Vimos a la bella imagen de Jesús de la Caída en un trono procesional sublime, con un paso cadencioso en todo el trayecto. Se aprecia el esfuerzo de las personas que hicieron posible ese espectacular adorno con mucho esmero en cada detalle. 

Lo malo y feo

Es momento de hablar de lo malo y de lo feo. Desde hace algunos años, los encargados de la organización de este confluido cortejo han insistido en la uniformidad. No me opongo a ello, soy respetuoso del uniforme, pero me opongo a la tergiversación de la “uniformidad”. En todos los cortejos procesionales  el cucurucho viste un capirote (indumentaria del cucurucho que se pone en la cabeza), se pide desde luego, que el mismo sea de color morado o negro, según el día, lo que se respeta en su totalidad.

El problema es que desde hace algunos años los encargados de la organización de la procesión se han empeñado en exigir que ese capirote (que es per se uniforme) tenga ciertas características y han impuesto el mal denominado: capirote antigüeño.

De acuerdo al historiador Mario Alvarado este capirote es una “variación más” de los múltiples capirotes que se han utilizado en Guatemala a través de los años. Alvarado dice que en todo caso se trata de una variación de la indumentaria que empezó a utilizarse, tras la prohibición de las capuchas “a finales del siglo XIX y principios del XX en la procesión de la Merced en la ciudad capital”.

En ese contexto el dichoso capirote que pretenden reclamar como antigüeño en realidad no existe, solo es una variación de uno que lleva muchos años de utilizarse.

En todo caso, pueden exigir la uniformidad, pero me parece más apropiado que lo hagan como una obligatoriedad más y no con una invención que distorsiona la historia. Con lo que no estoy de acuerdo es que se prohíba cargar con otro tipo de capirote, pues hay quienes tienen solo uno y es una cuestión de forma, bastante superflua que no debería prevalecer en una manifestación cristiana de fe. 

Otro de los problemas es que en esa uniformidad que se exige, los encargados de la procesión piden pantalón negro y zapatos negros. Personalmente difiero del enfoque del pantalón. ¿Por qué?

Alvarado explica que la túnica surge como un atuendo penitente, pero que esa indumentaria es talar, lo que significa que debe cubrir el talón del pie, “un distintivo del penitente medieval y que llegó hasta nuestros días”.

En ese contexto la lógica y el sentido común deberían prevalecer más que las reglas estrictas e impuestas. ¿Si la túnica tiene un corte que no permite ver el pantalón entonces para qué exigir determinado color?

Hasta intento entenderlos, pero en lo que no estoy de acuerdo es en la siguiente escena real: un señor lleva pantalón beige, es imperceptible, pues su túnica talar, le cubre el pantalón. ¿Qué pasa? Los inspectores le levantan la túnica y ven que el pantalón es de color claro y lo obligan a retirarse del turno y por consiguiente a no cargar. 

El argumento: las indicaciones fueron claras y anunciadas con  antelación. Estoy de acuerdo, por ello la inmensa mayoría acata esas indicaciones, pero…

El señor argumentó que venía de Livingston, Izabal y que no había podido ir a su casa a cambiarse de pantalón, que le habían llevado la túnica al cortejo y que no era por rebeldía, sino más bien un aspecto coyuntural. ¿Cuál es la solución lógica y cristiana al problema? (si es que hay un verdadero problema).

Una advertencia y permitirle cargar. Claramente se trataba de una situación particular e insisto en una túnica talar, nadie, ni el más acucioso de los que observan el cortejo desde varios metros fuera, hubiesen podido percatarse de ese pantalón claro.

Las reglas son las reglas: podríamos decir que sí, pero no en una manifestación cristiana de fe. ¿No podemos flexibilizarnos un poco? ¿Sentir empatía por ese devoto que no tuvo tiempo de ir a casa? ¿A quién ofende con su pantalón? ¿Quién además del inspector lo hubiese notado? 

Otra cuestión que vale la pena poner en el tintero: el completo orden coquetea con el caos. En varios momentos de la procesión vi a inspectores intentar o retirar cargadores por estos aspectos superflúos y en ese ínterin solo lograron molestar a otros devotos,  perturbar el silencio y la solemnidad. 

Los encargados levantaron túnicas todo el trayecto,  lo que no debería estar permitido. Hay una regla no escrita que nos dice que ningún celador puede tocar a un devoto. Es indeseable y sinsentido el uso de linternas para corroborar esa “uniformidad” en plena penumbra. 

Sonará a trillado eslogan político pero aplaudo lo bueno, exhorto y felicito a los encargados por las cosas bien hechas, pero hago un respetuoso llamado a reflexionar en estos puntos donde considero se equivocan.  

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