Presagio imagen

Todo estaba listo, la ropa planchada, el perfume en la mesa, los versos escritos en su cuaderno de apuntes; las cosas no podían ser mejores, se decía para sus adentros.

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Esteban había salido de la ducha, se preparaba para rasurarse. Se paró frente al espejo, sacó la crema de afeitar, puso un poco en sus manos, las untó, se dispuso a aplicársela en la cara, levantó la mirada y después de verse algo lo espantó. Tras su reflejo había una mariposa nocturna con sus alas extendidas en la pared. Volteó la cara y la vio. Sintió como si fuera un presagio, pero había olvidado qué era lo que significaba una mariposa negra. No importaba, no era momento de supersticiones, el tiempo era su enemigo a esa hora y las ansias lo carcomían por dentro.

Todo estaba listo, la ropa planchada, el perfume en la mesa, los versos escritos en su cuaderno de apuntes; las cosas no podían ser mejores, se decía para sus adentros. Una sonrisa se le dibujaba cuando pensaba en ella. Era una amiga de un amigo, su nombre era Brenda. No le había hablado en persona pero la conoció en línea. Vivía cerca de su casa, ya habían coincidido algunas veces en ciertos puntos de la ciudad, como en el cine, algunos conciertos, en los centros comerciales, caminando, en clubes nocturnos y, según los chats –llevaban semanas hablando–, ambos recordaban haberse visto. 

El cabello de ella era largo, negro y oscuro; a veces liso, a veces ondulado. Dependía de en qué lugares la había visto. Por ejemplo en los cines era liso; en la locura de los conciertos, ondulado. Cuando tomaba con sus amigas en los clubes nocturnos volvía a ser liso. Entre los detalles de su cara mencionaba a veces para sí mismo que se sentía profundamente atraído por sus labios, pero esa atracción no se comparaba en lo mas mínimo por la que sentía por sus ojos. Tenía ojos negros enormes, y ciertos aires melancólicos los circundaban con esa marca infalible que dejan las tristezas prolongadas. Alumbraban con un brillo profundo, casi visible, casi palpable.

Había llovido durante la tarde y en la noche solo se sentía el frío que había dejado la tempestad. El camino estaba lleno de charcos pintados de colores por las luces de los postes y los letreros neón de los comerciales. Esteban llevaba botas de cuero negras –con las cuales salpicaba las paredes a cada paso–, una bufanda café, jeans azul oscuro, una camisa negra y una chaqueta gris. Su paso era rápido, creía que no iba a llegar a tempo a la cita. Habían planeado verse en una exposición de pinturas del festival de arte que acontecía una vez por mes en la ciudad. Arrastraba los dedos en las paredes, y su mente planeaba meticulosamente cada detalle de lo que sería la primera vez que hablaría con ella.

Llegó a la puerta de la galería a las ocho de la noche, el lugar y la hora exactos de la cita. Sacó una cajetilla de cigarros de su bolsa, de la cajetilla un cigarro que con dificultad encendió, exhaló el humo y sacó su celular para ver la hora. Siguió fumando mientras unas gotas de brisa empezaban a invadir el ambiente. Poco a poco el cigarro se convirtió en cenizas que se esfumaron en la oscuridad. Mientas, muchas personas empezaban a llegar. Él seguía inerte en la puerta, como la manecilla del reloj que quedó sin batería, cuando se dio cuenta de que ya habían pasado 20 minutos. Pensó que debió haberle pasado algo. Se le ocurrió llamarla, pero después recordó que ella no lo había llamado, ni le había notificado nada. Esperó unos minutos más, sacó el segundo cigarro y empezó a fumar nuevamente. Se sentó en las gradas de la entrada. Se cubrió la cabeza con las manos y al hacer eso unos tacones chocando en el asfalto hacían eco en la calle. La figura esbelta de una mujer se acercaba, era Brenda. Vestía una blusa azul, zapatos de tacón negros, una falda negra y un saco negro. Al verse se abrazaron muy fuerte. Ella dijo: “Disculpa que vine tarde, me dormí y tuve un sueño raro”. Él respondió: “No tengas pena. Pero, ¿qué soñaste?”. Ella le contó: “Soñé que alguien me apuñalaba y sentía que estaba muriendo. No sé por qué lo soñé, solo desperté un poco asustada. Después todo lo que sucedió antes de venir aquí fue un desastre, pero olvídalo, solo fue un sueño”. Él asintió, “sí, solo fue un sueño”.

Entraron a la galería. Él recordó que la exposición de pinturas era de Luis, el amigo que ambos tenían en común, y mayor que ambos por casi 10 años. Ella fue quien había decidido dónde juntarse y él hacía mucho tiempo que no iba a las exposiciones de pintura, así que pensó que sería una buena idea. Al entrar pasearon entre los cuadros contemplando las pinturas y hablando de ellas, mientras caminaban y hablaban, ante ellos se expuso una obra enorme de óleo sobre lienzo: era una mariposa negra gigante dibujada en una pared. Al verla, el cerebro de Esteban empezó a hacer conexiones con sus recuerdos cercanos, y cuando estaba a punto de hacer concluir las conexiones llegó el pintor y le habló: “¡Qué placer que me hayas visitado! Es un verdadero gusto que estés aquí! Él lo volteó a ver y salió de su mente. Respondió: “Por el contrario, yo me siento contento de poder ver tu exposición y verte, tenía mucho tiempo de no saludarte”. El pintor agregó: “Veo que te llamó la atención La Mariposa Negra en mi perspectiva de la vida, la mariposa significa cambio, y esta pintura está dedicada a alguien muy especial”. Después de haber dicho eso, el pintor vio a Brenda y ambos compartieron una sonrisa discreta.

La galería estaba a punto de cerrar. Entre las pláticas acerca de las pinturas, de las cuales ella sabía mucho, empezaron a despedir a la gente. Esteban estaba por marcharse para seguir la noche en algún otro lado, cuando Luis regresó a continuar la plática. En medio de la charla, Esteban se percató de que había algo entre Brenda y el pintor, lo cual en verdad era extraño –pensó–, Brenda era menor que Luis y él estaba casado. Cerraron la puerta y ella no parecía con ánimos de marcharse; de hecho, hasta parecía que coqueteaban. 

Esteban sintió hambre y vio en la mesa del fondo las sobras del aperitivo de bienvenida. Se excusó y caminó. Tomó el cuchillo para cortar un pedazo de carne, al voltear la cara para preguntar en dónde habían comprado las viandas, el pintor y Brenda se estaban besando. Respiró profundo, encogió los hombros y cuando lo hizo sintió que algo se le dislocaba por dentro, como si un hueso dentro de su pecho se hubiera quebrado. Apretó el cuchillo, lo metió en la carne y pensó: “no más ilusiones, solo realidad”.

Brenda y Luis eran amantes y ella no había comentado nada por vergüenza y por los problemas de discreción que puede dar una relación fuera del matrimonio. Sin embargo, quería decírselo de alguna forma, y su forma que decírselo fue con esas acciones. Así Esteban no seguiría sintiendo algo por ella, porque en verdad para Brenda no era más que un buen amigo. 

Esteban entendió entonces por qué la invitación a la exposición de pintura en la primera cita. Sin mentiras de por medio los tres se reunieron en la mesa y siguieron la charla ya solos en la galería. En medio de la plática, Esteban sintió que faltaba algo… el presagio de algo. No, no era la mariposa. Se escuchó que tocaron la puerta, el pintor se marchó para abrir y ambos quedaron solos. 

Brenda, con un poco de pena, dijo: “Disculpa, debí habértelo dicho desde un principio, pero es una relación secreta, ¿me entiendes?”. Esteban no se había resignado, pero ya no había nada por hacer. Respondió: “Es mejor la realidad que las ilusiones”, y le regaló una falsa sonrisa. Vio hacia la mesa donde seguía la carne y quería tomar otro trozo. En la puerta se escuchó que alguien discutía, eran una voz femenina y la del pintor las que se escuchaban.

Quien tocó la puerta era la esposa del pintor. En sus manos traía un revólver y quería matarlos a  los dos, amante y esposo. Cuando llegó hasta el lugar donde estaba la mesa, Luis le dijo: “Cálmate, debemos hablar”. La esposa respondió: “Ya ves cómo con un revólver en la mano se nivelan las cosas, ahora que yo tengo el poder sobre sus vidas sí quieres negociar, ¿verdad? No hay nada más que hablar, todo se acabó, es muy tarde para hablar… tú ya decidiste. Si me va a doler a mí, nos va a doler a los dos en la misma proporción”. Apuntó a Brenda con el revólver, mientras Luis se lanzaba sobre su esposa. Se escucharon disparos y la pistola salió por los aires en la inercia de la lucha. 

Luis se quedó en el suelo apretándose el estómago, la esposa lo soltó y empezó a buscar la pistola. Brenda estaba inmóvil en una esquina. Esteban, al ver a Luis sangrando en el suelo, recordó que la mariposa negra significa muerte. Se dio cuenta de que él era el único que podía entrelazar los sucesos que seguirían, era el único que podía ver las piezas encajando. Sintió que ese momento era un acontecimiento sobre el cual todos habían tenido presagios. La mariposa negra había sido el suyo, mientras el pintor se había confundido al pensar que la mariposa negra que había pintado significa evolución, cuando en verdad significa muerte –por eso no pudo entender su presagio. El sueño de Brenda en el que era apuñalada… el cuchillo… el cuchillo de carne que estaba en la mesa. La esposa seguía buscando un arma, se acercaba a la mesa, no había encontrado la pistola pero en la mesa estaba un cuchillo, lo vio, lo tomó con sus manos, lo apretó fuerte, todo estaba consumado.

BLOG ALUSIONACION: TRAVIS PLUMA

Autor del libro La fe, la esperanza y el amor. Cinéfilo, melómano, aficionado de la pintura y la fotografía. Nació en 1984 en la ciudad de Guatemala. Pasó su adolescencia en la posguerra. La situación difícil del país lo motivó a emigrar.

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