Orden en la aldea imagen

Corren tiempos de desafío emocional, económico, familiar y social. Un buen libro será siempre un amigo.

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El encierro como medida para minimizar los estragos de la pandemia ha provocado una reinvención de rutinas. Trabajamos de forma distinta, ocupamos el tiempo en otras tareas. Es un fenómeno gradual que se gesta en medio de la marea de angustia e incertidumbre, o también podemos decir que sucede a pesar de esta.

Quienes vamos por la vida con libros en el bolso, en la mesita de noche, bajo el brazo, llenamos la densidad del confinamiento con palabras y más palabras. Novelas o poesía, cuento o memorias, hay tanto por leer. Desde que empezó esta pausa lenta, he devorado miles de páginas. En medio del trabajo y sus escollos, en medio de los quehaceres domésticos, los libros son mi constante, el final de la tarde, la llegada a una larga madrugada vestida del insomnio. Son sitios de remanso, también de conocimiento.

La lectura apacigua la angustia, provoca cambios en el estado de ánimo, permite poner pausa a la electricidad mental. Te invita a cambiar de frecuencia.

Además de leer, dispuse poner orden en mi aldea de libros. Son demasiados años acumulando lectura. En medio de este proceso organizacional, que aún no termina, interrumpo una clasificación fallida para volver a los textos. He leído de nuevo muchos pasajes en las páginas amarillentas de mis viejos libros, muchos de ellos me sorprenden. Darse a esta tarea de arreglar la pequeña biblioteca a la que llamo mi aldea, es algo así como cuando te proponés ordenar fotos y hacer álbumes y no llegás a la meta final por entretenerte dando un paseo por el pasado.

Soy transgresora, como muchos lectores. Pongo banderitas, subrayo, margino, doblo. Camino los libros dejando muchas huellas. De hecho, me han sorprendido párrafos que algún día llamaron mi atención. Trato de imaginar quién era yo cuando leí ese libro, cuando marqué tal o cual página con un corazón o un gato o un signo de exclamación. Ha sido un asunto entretenido, un viaje por el camino recorrido, en retrospección. Algo que empezó como un afán de poner orden se convirtió en una exploración de mi interior.

Ordenar y releer y encontrarme de nuevo reafirma una vez más que la literatura es parte mis células. Como reza alguna cita cuyo autor no recuerdo “estoy hecha de historias”. El hábito lector me ha dado muchos beneficios, conocerme es uno de ellos.

Invito a todos, no importa en qué etapa de la vida estén, a sumergirse en el remedio que procura la lectura. Corren tiempos de desafío emocional, económico y familiar. Un buen libro será siempre un amigo. Los buenos escritores tienen capacidades sorprendentes para construir, con sutileza, espejos en su obra. Búsquense, encuéntrense, asómbrense.  

Quien quita, seamos optimistas, después de que esto pase, cuando salgamos de nuevo a la vida, puede que aquellos a quienes cultivar el hábito lector les ha parecido un difícil reto, salgan de la emergencia siendo grandes lectores. Será un regalo que se darán a ustedes mismos, un regalo de vida.

Entre tantos hallazgos, he encontrado algunas obras que quiero compartir en este espacio. Pronto empezaré. Serán pequeñas reseñas. Soy optimista, puede ser que al hablar de libros atice la curiosidad en más de alguno. Si lo logro, estaré devolviendo a la literatura y a los escritores, mis grandes héroes, una milésima de lo mucho que ellos me han dado.

Son ancla y son alas al mismo tiempo. A veces brújula, otras, el mejor umbral para abandonar el mundo. Los libros me han salvado la vida, toda la vida y, en este tiempo de niebla, son quienes mantienen mi juicio en su sano sitio. 

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