Nota roja en primera fila imagen

Sangre, hedor, tristeza, de frente a la muerte. La labor de los fotoperiodistas que cubren hechos de violencia es una tarea titánica y difícil emocionalmente. Lo viví un día.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

La nota roja en primera fila

Como periodista he trabajado temas versátiles como tecnología, psicología, economía familiar, viajes, salud, belleza, entre otros. Digamos que estos son la cara bonita de la información, de interés y útiles para el lector. Que tampoco porque sean considerados para muchos “light” no se requiera analizarlos, investigarlos para presentarlos y sustentarlos adecuadamente.

El lado duro de la política, el análisis sociopolítico y la nota roja los he toreado, he dicho no gracias, porque reconozco debilidades en algunas temáticas. Pero hace años decidí enfrentarme a conocer lo que es trabajar, en lo que lamentablemente abunda en este país, los sucesos de violencia. Así que le dije a un ex jefe de redacción, de un medio de prensa escrita, que me diera la oportunidad de acompañar un día a los reporteros para conocer la realidad y el trabajo.

Era un sábado, llegué puntual a las 8 de la mañana. Cámara en mano, la mejor actitud de los ex compañeros, la mía igual. Estaba con una gran carga adrenalínica por la nueva experiencia porque no sabía lo que me esperaba. Después de prepararnos y subir a la unidad móvil nos encaminamos a ese día de labores, cuando suena el teléfono, era un bombero avisando a un reportero de un “hallazgo”.




Dos escenas me marcaron la vida para siempre.

La pareja muerta por “amor”

Llegamos a Carretera a El Salvador y seríamos los primeros en ver aquella terrible escena. De un carro sacaron los cadáveres de una pareja, quienes al parecer habían muerto unas horas antes y lo que decían era que el novio le disparó a la novia, quién sabe. Me acuerdo que antes de sacarlos me metí entre un matorral, se me subieron las hormigas, me mordieron y habían hecho estragos en mi pie. Tenía la cara pálida, no podía disimular, en ese instante interrumpe mi pensamiento un fotógrafo y me dice: “Es la primera vez que viene”, sí se me nota le contesto, claro por la expresión que refleja, pero ya se acostumbrará, responde. 

Cuando los vi tendidos en el suelo, porque fuimos los primeros, antes que llegara el Ministerio Público sentí tristeza, ansiedad y desesperación. Dos cuerpos inertes de jóvenes que ignoro por qué razón llegaron a esa situación. Que del amor pasó al odio para que él asesinara a la que consideró su “amada”, no podía encontrar lógica y verlos fue encontrarme de frente con la debilidad emocional y maldad del ser humano que puede llegar a esos extremos. 

Madre e hija juntas HASTA la muerte

De nuevo sonó el celular, me dio escalofríos pensar ahora adónde iríamos o qué otra situación terrorífica miraría. En esta ocasión, era en un barranco donde buscaríamos, junto a los cuerpos de socorro, a los fallecidos. Mi compañero me dijo que no bajara, le insistí que podía, necesitaba saber todo el proceso que implican esos rescates. Iba descendiendo cuando de repente me resbalé y caí sentada, fue porque no llevaba calzado adecuado, afortunadamente entre dos me sujetaron para no rodar más.

En el fondo de la quebrada divisé de lejos los cuerpos de dos mujeres asesinadas, pero una de las cosas que más me impactó es el hedor que se sentía a larga distancia. En mi vida había percibido algo semejante, era un olor nauseabundo, como de una jauría. Además, la atmósfera del lugar era desoladora cuando localizaron a la madre y su hija una cerca de la otra, asesinados por un demente. Esa combinación explosiva emocional fue suficiente para mí, sabía que mi estado nervioso ya estaba desgastado.

Regresamos y no almorcé, solo me comí un helado, solo pensaba en cuán frágil es la vida, que en un abrir y cerrar de ojos ya solo eres viento, partículas en la tierra o almas, que en este caso divagan y piden justicia. Pero, pude comprender lo complicado de esa labor, convivir a diario con el dolor de las familias, que a la final también afecta a quien cubre la noticia.

Considero que con el tiempo, los colegas necesitarán psicólogos, o no, tal vez unos son más fuertes o se acostumbran a los acontecimientos que no deberían suceder con la frecuencia que pasa en este país. También, los niños que rodean los cadáveres, se habitúan a la cruda y desnuda realidad de la violencia y el odio.  

Fotos: Google. 

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte