Muerto a 4 mil metros de altura imagen

Decidí adelantarme al grupo y no hacerle caso al guía. Caí y nadie se dio cuenta. Desperté con el cráneo roto, sin chumpa ni zapatos. Estaba a 10 grados bajo cero en la cima del Tajumulco.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Mi nombre es Ariel Rodríguez y morí seis veces en la cima del volcán Tajumulco.




INICIA LA AVENTURA

Claro que no era la primera vez que subía a un volcán, el viaje fue completamente normal, sin nada fuera de lo común, llegamos sábado, pusimos campamento y comenzamos el ascenso al Tajumulco. Sí, ese coloso de 4,222 metros de altura, el más alto de Centroamérica.




El domingo 10 de julio empezamos el ascenso a la primera cumbre. Caminamos con el grupo viendo el amanecer y llegamos. A un grupo entre los que estaba yo, el guía nos dijo que nos quedáramos allí, y que esperáramos para terminar todos juntos. Luego de un rato, el grupo se empezó a desesperar y algunos querían bajar, otros subir. Luego empezaron a guardar sus cosas y dispusieron a bajar, como yo ya tenía experiencia en esto decidí acompañarlos. 

ERROR NÚMERO UNO

Lo admito, mi primer error fue desobedecer al guía. Él nos dijo que nos quedáramos allí y no le hicimos caso. Bajando me di cuenta que me había hecho demasiado a la derecha, el camino estaba del otro lado, yo pensé –o caigo al segundo campamento o encuentro un camino para regresar… en esas estaba cuando el piso a mis pies se derrumbó, caí y perdí el conocimiento.

El grupo que iba “liderando”, pensó que me había adelantado. Ellos no encontraron el camino y se regresaron. Allí fui víctima de mi propia fama, porque nadie pensó que yo estuviera perdido. Todos dijeron, “ya llegó, este se nos adelantó” y nadie pensó que algo me hubiera pasado. Yo realmente no estaba perdido, estaba inconsciente en unas piedras.

Cuando todos llegaron al campamento y vieron que yo no estaba empezó su preocupación. Se preguntaban ¿se fue directo para abajo? ¿Dónde está Ariel? Yo comprendo la posición de los guías, no podían regresar en ese instante, ellos tenían la responsabilidad de los demás, entonces ya estando abajo yo no aparecía, dejaron al grupo y regresaron a buscarme.

COMIENZA LA BÚSQUEDA

Al día siguiente, en la mañana, dos buses de voluntarios salieron al volcán a buscarme. Se dividieron en tres grupos, uno en la ruta panorámica, el segundo en la ruta sur que es la más extensa y está detrás del volcán y el resto tomó una vía alterna para ver si me encontraban.

Mientras tanto, yo allá arriba, calculo que estuve inconsciente de 12 a 24 horas. Desperté y me di cuenta que el lugar donde estaba no era donde había caído, ¿Por qué? Al despertar estaba recostado en una piedra lisa, boca arriba. Me dije –aquí no pude haber caído… lo que pasó es que estando inconsciente seguí caminando. Después, nos dimos cuenta que fueron tres caídas. El resultado: tres fracturas en la base del cráneo.  Pero, ¿quieren saber algo? No lo sufrí, pese a que me contaron que se me miraba la cuenca del ojo, teniéndolo cerrado.




Cuando pude moverme me arrastré a unas piedras, para cubrirme. Allí me di cuenta que había perdido mis guantes, mi chumpa rompevientos y zapatos. ¿Por qué? Yo en mi inconsciencia me los quité. Me puse a meditar y llegué a la conclusión que tenía dos opciones. La primera, que me encontraran y, la segunda, agarrar fuerzas para salir caminando de allí. Entonces decidí quedarme allí y descansar. No quise gritar porque solo me iba a debilitar y era inútil.

Mi hermano es piloto aviador, y dispuso de una aeronave para buscarme, pero le fue imposible debido a las condiciones climáticas, vientos de más de 50 kilómetros por hora y visibilidad cero por la neblina.  Para terminar de joderme, la temperatura estaba a -10 grados centígrados. Yo morí seis veces allá arriba por las caídas, la inflamación cerebral, desangramiento, hipoxia, hipotermia y deshidratación.

¿QUÉ PASÓ ALLÁ ARRIBA?

Definitivamente, perdí la noción del tiempo, no sabía si era de día o de noche. La neblina me dificultaba saber qué hora era, pero no tenía miedo, gracias a Dios no era mi primera vez subiendo. Considero que sin experiencia hubiera muerto rápido, pues me hubiera asustado. No tenía sed, y afortunadamente soy gordo, esas calorías extra me ayudaron.

Tuve tres alucinaciones allá arriba, yo les podría jurar que había una carpa encima de mí, de color amarillo, levantaba mis manos tratando de tocarla y nunca lo logré. La segunda, perdí la noción de donde estaba, pensé que estaba en mi cama, en mi cuarto. Grité y me recordé que no estaba en mi casa. Y la tercera, juro que a la par mía había un lobo blanco cuidándome. Yo no soy religioso, pero sentí que había una fuerza cuidándome. Sentí, que en algún momento, algo o alguien me preguntó ¿qué quieres hacer?, ¿te quieres quedar o te quieres ir? El espíritu de la montaña me dijo, si aguantas esto eres libre de regresar. Me protegió la naturaleza, toda la energía del volcán, además de la preocupación de todos quienes me buscaban.




LA GLORIA, ME HALLARON

El grupo que iba con el perro Drago, el cual se empezó a poner malo por la altura, se puso inquieto en uno de los lugares y un amigo mío dijo: “si el perrito siente algo aquí, hay que buscar”. Allí, había una hondonada que solo se podía bajar en rápel, por la neblina no se miraba nada, entonces este amigo decidió bordear el lugar y encontró sangre en una piedra y pensó, “Ariel por aquí pasó”. Como migas de pan fueron encontrando mis cosas, primero mi mariconera con mis papeles y mi celular, luego los zapatos, mi chumpa y empezaron a gritar “¡Ariel!¡Ariel!” entonces les grité “¡Aquí estoy!” Y así me hallaron. Era el martes 12 de julio a las 2 de la tarde.




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