Me la suda lo que pensés de mi cuerpo imagen

Vos y tus batidos y tus ejercicios y tus dietas y tus restricciones me valen.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Toda la vida hay alguien que habla sobre el cuerpo, sobre el propio y sobre el de los demás. Me pasa todo el tiempo. Hay una enorme preocupación a mi alrededor por la forma de mi cuerpo, que de alguna manera genera comentarios. No sabría decirles qué siento de cada uno. Tampoco sé a ciencia cierta si padezco de algún tipo de desorden alimenticio que podríamos catalogar de severo. En cualquier caso, cada comentario siempre me termina llegando a la autoestima, a la preocupación sobre mi cuerpo y a los cambios a los que debo someterlo para que los comentarios se mantengan a raya.

Es complicado porque al fin y al cabo cada quien tiene derecho de expresarse, y todo el mundo puede acercarse y decirme cualquier cosa que no impida el ejercicio de mis derechos. Creo que con el cuerpo es un territorio que el arte se ha dado por explorar, o al menos es mi percepción. Estoy seguro que debe haber por algún lado una investigación de la violencia simbólica hacia el cuerpo en dios sabe qué tipo de discurso. Lo que sí sé es que este discurso se repite todos los días. Te lo dice tu familia, los medios y la gente en la calle.

¿Qué me pasa a mí? Un poco de todo la verdad. Cuando era niño no me preocupaba. En la pubertad me empezó a pegar duro. La familia que siempre decía que había engordado, las amistades de mis padres que repetían lo mismo y comparaban el cuerpo de unos hijos con otros. En la adolescencia fue una rebeldía y descuido hacia mí porque no quería demostrar que me importaba. Y en la juventud, divino tesoro, simplemente me reía. Pero hoy ya no.

Saben, es que estoy harto de que se metan con nuestros cuerpos, que quieran constantemente dominarlos y dominarnos. Que soy un exagerado, que lo hacen por mi salud, que el fat shaming es un invento de los chillones. Pero es mi cuerpo, y al final me gusta poder elegir qué y quién lo domina. Lo que pasa es que a veces no somos conscientes, o más bien, nunca somos conscientes de qué domina nuestro cuerpo. Puede ser espacios, la vestimenta, el discurso de autoridades religiosas, de salud, de política, de lo que sea.

Pero cuando termina el día, cuando llegamos al final. Cuando por fin estamos tirados viendo hacia el techo, estamos ahí solos. Con nuestros cuerpos. Yo deseando poder amarme más, o al menos no flagelarme por no tener el cuerpo perfecto. También preguntándome cómo es posible que yo participe, aún hoy que empiezo a tener conciencia, en repetir esos patrones y ejercicios de poder sobre el cuerpo de los otros.

La próxima vez que alguien me diga algo sobre mi cuerpo, sobre que debo o no debo hacer –a menos que sea en la emergencia de un hospital o relacionado a mi salud según mis exámenes de sangre, claro– lo voy a mandar a la chingada. Miren muchá, ya, en serio. Dejen los cuerpos en paz. Disfrútense, disfruten a los otros. Quizá sea el eclipse, dirán los más supersticiosos, que me tiene eufórico, quizá solo ya estoy harto. Pero ya no me voy a dejar más. Voy a aprender a decir: “vos y tus sugerencias sobre cómo bajar de peso, ¡me la sudan!”.

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