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Una secuela de la desafortunada primera entrega de ¡Mamma mía! Sale al rescate de Abba y de la franquicia.

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¡Mamma Mía! Vamos otra vez… Por Guillermo Monsanto

Nací en 1962. Eso quiere decir que, al final de la década de los setenta, arribé a mis gloriosos 18 años. Fui un muchacho que, con mis amigos de la colonia Trinidad en la zona 15, bajé y subí barrancos; acudí al estreno de la Guerra de las Galaxias, Fiebre del Sábado por la Noche y Gracias a Dios es viernes

El pasado 29 de julio asistí a los cines Capitol (ubicados en la Gran Vía de Madrid) a ver la segunda parte de ¡Mamma Mía! Fui, no porque me sedujera ver la secuela del fiasco que resultó ser la primera película, sino porque no había nada más atractivo en la cartelera de la zona. Bueno, quizás sí, pero ese día había caminado varios kilómetros y mis pies no daban para más. El resultado fue que, sin expectativas, canté y hasta lloré en el cine por culpa de una pinche canción que, bien interpretada, me tocó un sentimiento guardado en lo más profundo de mi alma: One of us.

La cosa es que, de Abba, como de la música de aquellos tiempos, tengo los vinilos, los casetes, los CD y ahora Spotify. Quizás no sea un especialista, pero conozco su música y la siento como parte importante de la construcción del Guillermo Monsanto que soy en el presente. De allí mi desazón, con la desafortunada primera parte fílmica, al escuchar los berridos que salían de las gargantas de los protagonistas. En este sentido, se agradece que el director de la segunda se haya preocupado por no asesinar lo que Abba logró entronizar en el gusto de sus seguidores por décadas. Si bien los actores no logran adueñarse de las composiciones, por lo menos no las acribillan y eso ya hace agradable la película. En otras palabras, interpretan actoralmente letras, armonías y ritmos.

Cher, la diva, probablemente sale sobrando en la trama. Su personaje es innecesario y decorativo e inexplicable. Sin embargo, cuando canta, demuestra su rango. Vestida a lo Lady Gaga, sale bien parada porque esa señora es una sumatoria de todos los tiempos. La fugaz aparición de Benny Andersson sentado al piano, además, le da un pequeño plus a quienes seguimos extrañando al grupo sueco, sus presentaciones y su música. Aunque el guion tiene algunas debilidades puedo afirmar que vale la pena esta versión de la saga ¡Mamma Mía! 

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