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Todos conocemos a la persona que no puede dejar de preocuparse en ningún momento; tal vez somos nosotros los que no podemos “apagar” el estrés, aunque estemos de vacaciones. La persona que todo el tiempo tiene algo por lo que sufrir o algo por lo que estar “alerta”. La preocupación se puede considerar el componente cognitivo de la ansiedad, nos sucede cuando no estamos seguros de lo que pasará y a menudo indica que creemos que no tenemos los recursos suficientes para lidiar con una amenaza. La preocupación surge cuando nuestra mente trata de resolver un problema con un resultado incierto, en el que puede haber varias consecuencias negativas. La ansiedad, por otro lado, sucede más a nivel corporal, pues el ritmo cardiaco aumenta, la presión arterial sube y el cuerpo concentra su energía en las extremidades para poder “defendernos” de forma inmediata. 



Foto: jesusdaily.com

La diferencia crucial entre la preocupación y la ansiedad es que esta última se formó para ser adaptativa. Hace millones de años, cuando el ser humano vivía en las cavernas y tenía que luchar contra bestias salvajes para sobrevivir, la ansiedad era la señal de alarma que le permitía reaccionar ante el ataque de los depredadores, defenderse y genuinamente luchar por su vida. El problema surgió cuando en un mundo, en donde las amenazas a la vida cada vez eran menores, los niveles de ansiedad continuaban siendo los mismos, pues nuestra mente dejó de discriminar el peligro real del peligro irracional o irreal. Es allí donde surgió la preocupación, como algo que antecede un peligro que la mayoría de las veces es imaginario para prender la señal de “alarma” como lo hacíamos hace siglos. La cuestión es que nuestro cuerpo continúa reaccionando de la misma manera, nuestro ritmo cardiaco sube, la presión arterial aumenta y la sangre se concentra en las extremidades, deteniendo temporalmente la digestión, el sistema inmune y el sistema reproductor, así como otros circuitos que podrían no sernos útiles a la hora de “sobrevivir”. Todo esto estaría bien para situaciones de amenaza temporales; sin embargo, una de las principales diferencias entre las amenazas físicas y latentes, y las emocionales o mentales, es que no podemos discriminar en qué momento se han acabado. Esto causa un agotamiento de los recursos físicos por una exposición prolongada a este estado de alarma, que nos hace más vulnerables a enfermar o a generarnos condiciones crónicas como el reflujo, la gastritis, las alergias e incluso, según estudios, la diabetes.

Como seres humanos, no hemos encontrado la manera de disminuir nuestra percepción de amenaza, pues cuando sentimos preocupación, que de alguna forma nos hace pensar que “controlamos” la situación, en realidad hace que nos preparemos para alarmarnos. De esta forma, nuestro cerebro entiende que debe empezar a funcionar el sistema límbico, encargado de las respuestas emocionales inmediatas y debe dejar de funcionar la corteza prefrontal, encargada de analizar, razonar e inhibir estos impulsos para regresarnos al estado de calma conocido como homeostasis. Esto pareciera ser sumamente ilógico; sin embargo, a la hora del ataque de un león, por ejemplo, era completamente racional que no nos pusiéramos a “analizar” todas nuestras posibles escapatorias, sino reaccionáramos emocionalmente a salvar nuestra vida de la forma que pudiéramos. 




Actualmente, la preocupación nos sirve de muy poco, pues perdemos la capacidad de sentarnos a pensar racionalmente la mejor solución para el problema que viene. Sin embargo, tener conflictos y temores es algo completamente normal para todos los seres humanos. Las mejores soluciones que hemos encontrado para la preocupación crónica son la meditación, el ejercicio, los programas de Mindfulness y las técnicas de relajación. Estas son sumamente efectivas para que nuestro cerebro vuelva a activar su corteza prefrontal, permitiéndonos disminuir la ansiedad y tomar mejores decisiones a largo plazo. Aparte de esto, se ha demostrado que, al reducir nuestros niveles de ansiedad, nuestra salud física mejora y aumenta la calidad de nuestras relaciones interpersonales, pues las personas nos perciben de una manera más positiva si nos orientamos a la acción encima de la preocupación. Si tú eres de esas personas que vive preocupada, con estrés o pensando en todo lo que puede salir mal mañana, aplica estas técnicas y conoce los efectos de la vida con menos preocupaciones. Una de las páginas de internet que nos puede ayudar a practicar la relajación es la siguiente: https://cultivarlamente.com/meditaciones-guiadas/

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