Las 16:00 horas y sereno imagen

Después de las cuatro de la tarde nos invade el silencio. Nada humano se escucha en la calle. Entonces las aves y otros animales hacen su aparición recuperando su espacio.

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Es una sensación extraña la de estar confinado dentro de tu propia casa.

 El no escuchar ruidos de motores, niños gritando en el parque o gente paseando sus perros, puede provocar desasosiego. Ha sido toda una experiencia poner atención y percibir como compañía nada más que aves cantando, el viento ululante meciendo los árboles y algún que otro chucho ladrándole a los peligros que su imaginación capta. Enfrentar, en este silencio, el bramido del volcán de Fuego y sentir sus retumbos como recordatorio de que la tierra está viva. Ruidos de diminutas patitas correteando por los techos de zinc. Pero más de esto, nada. Solo silencio. Hay un leve presentimiento que te sobrecoge el corazón y te da la certeza de que algo oscuro está pasando y que es un hecho del cual has sido espulgado. Y de frente a este escenario, ocupando el puesto principal, el coloso de “Agua” vigilante y a la expectativa.

En la televisión las noticias no ayudan. De hecho, lo que exponen es más terrorífico que mis relatos sobre la llorona, aquel hombre que secuestraba niños y les cosía la boca para que no gritaran o el propio coronavirus. Los noticieros exhiben una sociedad inconsciente de sus obligaciones, muy robustecida por el egoísmo, poseedora de otras peculiaridades relacionadas a una muy malnutrida formación. En fin, un peligro social para sí mismos y para el resto de la sociedad. Esto porque, para muchos, la vida no tiene mayor valor. Creen que están de vacaciones y en consecuencia así se están comportando. En fin. Estoy convencido de que a los que agarran en la calle después de las cuatro de la tarde es porque tienen tan arraigada la hora chapina y piensan que “no pasa nada” por unos minutitos más o menos. 

No todo es malo dentro de esta experiencia. Así como los hay irresponsables también hay una enorme mayoría que, aunque resignada, está cumpliendo con sus deberes desde sus hogares. Estar en cuarentena puede tener su lado luminiscente. Arreglar la casa, papeles, tener tiempo para leer un libro, comunicarse por redes sociales, arreglar el jardín o las macetas, botar la basura acumulada, sacar el viejo recetario de la abuela, rescatar del baúl de los recuerdos aquel hobbie olvidado. Yo, por ejemplo, tenía un par de gavetas con cosas de teatro que no había vuelto a ver por más de 20 años y todavía le tengo que entrar a dos misteriosos cofres. Aproveche su tiempo para reencontrarse con usted, con la pareja o acercarse a los niños. 

No deje que el pesimismo le venza. Lo que hay es lo que hay y no lo vamos a resolver nadando contracorriente.

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