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Hace pocos días el arzobispo Gonzalo de Villa daba a conocer una noticia, para muchos lacerante: durante la Semana Santa 2021 no habrá procesiones en la Antigua Guatemala ni en la ciudad capital. La medida, aparentemente prudente, no deja de ser una bofetada, no solo para la religiosidad popular, sino para todo lo que está detrás de tan importante conmemoración.

Me refiero a todas aquellas actividades comerciales, formales e informales, que contribuyen a propiciar una tan necesaria reactivación económica para el país. Me he dado a la tarea de recoger la postura de algunos cucuruchos que, aunque consideran que la medida responde a una necesaria prudencia, no comparten los tiempos ni las formas en que fue tomada.

Fernando Barillas Santa Cruz, integrante del grupo Cucuruchos Seculares, reconoce la prudencia de la medida, pero lamenta que la jerarquía de la iglesia católica se haya cerrado a discutir de forma colectiva algunas alternativas para conmemorar la Semana Santa 2021. A su criterio se pudo haber impulsado alguna velación, al aire libre, con aforos limitados y conciertos de marchas fúnebres en espacios abiertos.

Mauricio Chaulón Vélez, antropólogo e investigador social y estudioso de las relaciones de poder, lamenta que la jerarquía católica haya sido incapaz de propiciar un diálogo incluyente y de formar mesas multidisciplinarias donde todos los colectivos, que participan de una u otra forma en las actividades de la Semana Mayor, se sintieran incluidos.

A su juicio, la iglesia envía un mensaje arbitrario de quién es el que manda. Para entender la decisión de la iglesia, Mauricio hace alusión a la procesión intramuros de la imagen de la Virgen de la Inmaculada Concepción, donde muy pocos pudieron participar. “Ahí se ve la existencia de grupos VIP, que por tener cierto poder simbólico y económico puede participar en estas conmemoraciones para pocos que excluyen a la gran mayoría de la feligresía”.

A su criterio, lo ocurrido con la imagen de la referida advocación mariana molestó a la jerarquía católica, lo que hizo les motivó a acelerar el anuncio de la suspensión de las manifestaciones de piedad popular para 2021. “Quisieron dar un golpe sobre la mesa para decir quién manda”.

Chaulón Velez, quien ha desarrollado tesis académicas referentes a las relaciones de poder dentro de las hermandades, ve en la Semana Santa una sobre elitización, lo que hace que las procesiones, que son del pueblo, queden en manos de unos pocos.

En ese contexto, Mauricio aclara que desde perspectivas sanitarias y en un escenario de posible vacuna para 2021 es una decisión sensata, pero cuestiona los tiempos y las formas en las que se comunicó, pues considera que debió abrirse un debate serio y profundo, no para impulsarlas, sino para incluir a los representantes de todos los colectivos.  

Esfuerzo de pequeños colectivos

Héctor Fernando Castillo Zamora del colectivo Memorias del Cucurucho, considera que la decisión pone al descubierto la poca organización que tienen los diferentes colectivos que hacen que la Semana Santa sea posible. A su criterio, la mayoría de los cucuruchos se limitan a pagar los Q35 que cuesta un turno (ordinario) y ven en esa acción un pase ilimitado para participar durante el cortejo procesional.

“Quienes hacen posible que salgan las procesiones, son pequeños colectivos, a quienes delegamos la responsabilidad de organizar los cortejos, pero al ser tan pocas las personas que participan activamente, permitimos que otros decidan por nosotros, como ocurrió con la reciente disposición”.      

Tanto Castillo como otros cucuruchos consultados lamentan la falta de diálogo y consensos existente en el país y aseguran que hace falta organización y voluntad. Los consultados ponen como ejemplo la organización de las cofradías sevillanas en España, donde desde hace meses han discutido de forma más incluyente y con seriedad respecto al futuro de la conmemoración de la Semana Mayor y aunque las estaciones de penitencia ya han sido canceladas, sí hubo un diálogo propósito más amplio.  

El impacto para empresarios y artesanos

Jorge Ramírez, un empresario del arte sacro con más de 10 años de experiencia, lamenta que la iglesia haya guardado un “silencio sepulcral” durante los 9 meses de pandemia y que el primer pronunciamiento público haya sido precisamente para cancelar las procesiones de 2021. A su criterio hubiese sido un ejercicio sano, evaluar otras posibilidades y esperar la evolución de la pandemia para principios de 2021.

A su juicio, una alternativa pudo ser, limitar la participación de los cortejos solo para los cucuruchos y reducir los recorridos procesionales y la capacidad de las andas. Ramírez asegura que no se dimensiona el impacto que la cancelación de las procesiones tiene para muchos gremios.

Cuestiona el hecho de que, las medidas tomadas por el Covid-19 se hayan relajado considerablemente a nivel nacional y que se haya propiciado el comercio durante las fiestas de fin de año, sin guardar los protocolos sanitarios mínimos para reducir contagios. A su juicio, no tiene sentido de que se hayan abierto restaurantes, bares, centros turísticos, se hayan realizado manifestaciones, pero que se insista en sacrificar un movimiento que representa ingresos para miles de guatemaltecos.

Pone como ejemplo, que un negocio de bordados de túnicas ofrece trabajo a decenas de artesanos que hoy no cuentan con ingresos. Ve con suspicacia la decisión de la iglesia debido a que considera que las motivaciones son otras y no el resguardo de la salud de las personas.

En ese orden de ideas hay que entender de que el Estado de Guatemala tiene un rol puramente contemplativo en la organización de las procesiones, esto a pesar que la conmemoración de la Semana Santa representa importantes ingresos por concepto de divisas. Sevilla, por ejemplo, la Junta de Andalucía publicó un boletín oficial donde se autoriza subvenciones para los artesanos perjudicados con la no suspensión de las estaciones de penitencia.

Fernando Castillo Rivera, pedagogo y profesor universitario, indica que, aunque lamenta la decisión le parece lo más prudente, pues considera que la iglesia quiere evitarse la culpa y los señalamientos de posibles contagios masivos durante la conmemoración de la Semana Santa 2021.     

Bajo mi punto de vista el arzobispado de la arquidiócesis de Santiago de Guatemala, tenía un leño ardiendo en sus manos, pues fuese cual fuese la decisión, la misma sería objeto de críticas. Comprendo los argumentos de todos los amigos que se atrevieron a participar en este artículo. Me parecen valiosos todos los puntos de vista. Personalmente creo que era casi imposible llegar a un consenso.

Para mí la Semana Santa es el constructo social más importante de los guatemaltecos, un patrimonio intangible, con una fuerza simbólica que claramente ha trascendido la religiosidad popular. En ese sentido, sean cuales sean las decisiones para la suspensión, la cancelación per se de estas manifestaciones constituye una bofetada durísima a todo lo que representa la Semana Santa desde visiones económicas, antropológicas, culturales y sociales.

La noticia no es buena, aunque considero que es sensata, desde una visión sanitaria. Personalmente me niego a ver esta conmemoración mutilada y despojada de algunos de sus elementos, solo para forzar su realización. Aun así, considero que a la iglesia le faltó empatía para comunicar esto y desde luego que hubiese sido beneficioso que la decisión fuese producto de un consenso de todos los colectivos que hacen posible de una u otra manera la Semana Mayor.

No obstante, yo auguraba un fracaso en el intento del diálogo porque presiento que se hubiera antepuesto la emocionalidad y la pasión de querer vivir ese constructo colectivo que a mi juicio es el principal elemento de identidad cultural del guatemalteco. Es un tema complejo y las páginas no alcanzarían para recoger las visiones de todos. Ustedes ¿cómo se sienten con esta decisión?

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