Como seres humanos, es muy difícil comprender el porqué del masoquismo, pues tendemos a evitar la molestia y buscar el placer. El hecho de que el dolor y el displacer puedan dejar de ser una alarma para nosotros y volverse un fin, parece tan incomprensible que hasta pareciera que alguien ha tomado las riendas de nuestra mente y nos ha vuelto estos seres sin sentido.
Debemos entender, como primera instancia, que muchas veces el dolor nos mueve, supone una exaltación de nuestros sentidos, algo que nos desestabiliza y nos cambia. Por otro lado, el placer representa frecuentemente la calma, el lugar seguro y la zona de confort. Resulta que el masoquismo es el inclinarnos a ese sufrimiento, esa destrucción hacia nosotros mismos que de forma inconsciente tratamos de hacer con el fin de destruir la culpa o la insatisfacción respecto a algo. De alguna forma, todos nos hemos visto enredados en situaciones voluntarias de sufrimiento como relaciones tóxicas, trabajos que no nos satisfacen, amistades conflictivas, o accidentes por realizar actividades peligrosas. Pareciera que tratamos siempre de poder conservar cierta medida de dolor. Esto, para muchos, puede no tener sentido a nivel consciente; sin embargo, es una culpabilidad que raramente podemos aceptar.
Lo cierto es que el masoquismo, cuando no es patológico, es algo que nos sirve mucho para evolucionar, pues nos hace entender que el dolor momentáneo es signo de que hay que moverse y aunque a veces lo provocamos nosotros, siempre nuestro instinto de “estar mejor” gana y nos hace cambiar.
Hace poco me di cuenta del masoquismo de forma personal, pues estando en un lugar sufriente, elegía quedarme para tratar de convencerme que podía hacerme feliz. Al final nuestra mente nos saca y viéndolo un poco de lejos, podemos observar que nos habíamos enamorado del dolor. No por otra cosa, que no fuera tratarnos de quedar en esa zona de confort. Así que si tú, hoy, te encuentras en ese lugar sufriente, donde sabes que te estás conformando a ser feliz por migajas, psicológicamente hablando, el reconocer que no estamos satisfechos es la manera de la mente de avisar que nos hemos acomodado. Salir de este estado puede ser muy doloroso o generar angustia; sin embargo, el masoquismo nos sirve para regresar a la búsqueda del placer que instintivamente nos caracteriza, más allá que como seres humanos, como seres vivos.
Absolutamente todo lo que nuestra mente genera tiene un propósito evolutivo, tanto el dolor como el enojo, el enamoramiento y el masoquismo. Otra forma de llamarlo es desesperanza aprendida, pues “aprendemos” a quedarnos quietos en el dolor por perder la esperanza de la dificultad que representa salir de él. Hoy te invito a reflexionar en qué área de tu vida está esta desesperanza, te has acomodado a un trabajo que no te da satisfacción o, tal vez, has decidido hacer las cosas por salir del paso. ¿Te encuentras en una relación donde sabes que no eres cien por ciento feliz o tus amistades te hacen sentirte inadecuado? De una forma u otra, a pesar de querer seguir pensando que nos funciona, estos comportamientos nos traen emociones negativas y esta debe ser nuestra señal de que sufrimos por miedo a movernos. “Nos enamoramos” del dolor, pero lo seguimos sintiendo y es precisamente esta sensación la que representa la necesidad de cambio. Atrevámonos a salir de nuestra zona de confort, sabiendo que ser felices se vale, se puede y hasta es nuestro deber. Pensar que la vida es dura y hay que aceptarla es conformarse con no buscar una mejora. Algo que, en ocasiones, caracteriza profundamente nuestra cultura guatemalteca. Depende de cada uno de nosotros dejar de ver aquello que nuestra mente está poniendo en luces neón.
“Solo se puede crecer si estamos dispuestos a sentirnos incómodos. El que está cómodo, está quieto”.