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En Guatemala, nos enfrentamos con una época difícil de comprender, luego de años de caos político, nos vemos cara a cara de nuevo con una decisión que muchos de nosotros hemos perdido la esperanza de que sea la que cambie algo, la que nos saque del declive socioeconómico en el que nos encontramos. Es muy fácil quejarse, optar por no participar, la verdadera dificultad la enfrenta quien va a salir a la calle el próximo 16 de junio, ¿Por quién votar? Tantos candidatos, tantas características, tanto que perder. Pues a ti, ciudadano valiente, que de una forma u otra no te has dado por vencido por nuestro país, que vas a marcar tu dedito con una señal de algo que pareciera no tener efecto en el panorama real, te invito a que leas qué sucede con la mente durante el proceso electoral. 




En una elección como la que viene, muchas veces no sabemos qué queremos, el miedo es el factor predominante que condiciona nuestra intención de voto, solo tenemos claro qué no queremos para nuestro país. El votante que no sabe lo que quiere se decide porque conoce lo que no quiere y esta es la situación de muchos de nosotros en la actualidad. Habiendo tantos candidatos con tan pocas posibilidades, nos queda claro qué no queremos para nuestro país. Siempre sabemos a quiénes rechazar y esa es la fuerza del no. Debido a esto, la decisión tomada en ese momento, la hemos tomado inconscientemente tiempo atrás, basándonos en emociones negativas causadas por las opciones que son inconcebibles en nuestra mente. Las personas suelen sentir disgusto hacia un candidato en específico y no al partido en sí, lo que influye por quién se vota más allá de los ideales que se persigue. Es decir, que a estas alturas, sepamos o no por quién votar, nuestra mente ha hecho por sí sola una lista negra, de todas las personas que no van a entrar en la posibilidad de ser elegidos por nosotros, quedándonos solo con unas cuantas opciones que sin terminarnos de gustar, no nos disgustan.




La realidad es que en esta vuelta, las opciones son dos, votar por quien queremos bajo la falacia de que si todos votamos por quien queremos les estamos dando una oportunidad a nuestros candidatos predilectos o votar por quien más probabilidad creemos que tiene de ganarle a las personas que definitivamente no queremos en el poder. En ambos contextos, se nos presenta un riesgo, podríamos decir que el primer riesgo es mayor, pues no se basa en porcentajes o encuestas de las que salen actualmente. Al tomar una decisión, entran en juego todos los factores psicológicos y fisiológicos el día que la tomamos, el humor que mantuvimos durante el día, el espacio físico en donde nos toca ir a votar, las situaciones que sucedieron previo al momento, el cansancio, la alimentación y el estado físico general del votante. Es por esto, que psicológicamente se recomienda poder sentarse a reflexionar la decisión días antes, no tomarlo a la ligera y tener un momento de decisión final previo al momento de la votación; tomando en cuenta que se habla de algo importante para nuestro país.

Como joven y guatemalteca, he visto perder en los últimos cinco años mucha de la motivación interna para luchar por el país que nos caracterizaba en 2015, por supuesto, esto es algo que sucede como consecuencia directa de los acontecimientos negativos que hemos experimentado todos estos años desde la CICIG, hasta los colmos del Gabinete. Sin embargo, no podemos permitirnos caer en un estado de desesperanza aprendida, que psicológicamente implica que nos hemos acostumbrado tanto a vivir en una situación de malestar, que hemos dejado de tratar de escapar. Pues, aunque muchas veces sigamos fallando en el intento, no hay peor engaño que el no tratar de lograr un cambio que depende de nosotros. Así que con todo esto en mente, espero que más personas se unan con la intención de votar, que lo piensen antes, consideren el riesgo y tomen la decisión. Seamos como ese necio, que saliendo todos los días a caminar por el desierto en busca de agua, eventualmente se topa con su manantial, pues con tantos países a nuestro alrededor cayendo en hoyos mucho más profundos, lo único que tenemos claro es que no podemos dejar de tener esperanza y esa esperanza se demuestra con intención, acción y voluntad.

Y tú, ¿qué piensas?

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