La historia de Luis. “Lustre, lustre…” No, gracias imagen

¿Cuántas veces has dicho “no” a un lustrador? Sus manos están manchadas pero su sonrisa no se apaga, una historia llena de tintes, conoce a Luis.

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Por: Valerie Rodas

Mira tus zapatos, ¿necesitan brillo? yo estaba segura que los míos no lo necesitaban; fue el domingo, estaba en el Parque Central de la ciudad de Guatemala, para ser más específica, sentada en las bases de concreto caliente y no muy limpias del parque, veía en dirección al Portal del Comercio; el calor de medio día hacía de las suyas pero los vendedores de agua purificada estaban listos para despachar a Q5 la botella o Q1 la bolsita, una procesión estaba a punto de hacer su paso y habían muchos devotos cargadores; la velación por el reciente fallecimiento de Monseñor Oscar Julio Vian ocurría también en la Catedral Metropolitana, habían por lo tanto, multitud y variedad de zapatos para lustrar y Luis hacía la misma pregunta a cada persona que pasaba frente a él, tenía la vista fija en los zapatos, su objetivo de supervivencia, se acercó a mí y con voz suave dijo “-¿Necesita lustre seño? tengo neutro…” mi respuesta inmediata fue “-No, gracias”, él insistió y lo pensé de nuevo, accedí, entonces preparó sus implementos y comenzó su trabajo, era difícil apreciar su rostro porque tenía puesta una gorra azul de un personaje que probablemente recuerdas de tu infancia, le pregunté su nombre y respondió, “-Luis” y así comenzó la conversación, tiene 7 hermanos, sus papás y hermanos, todos se dedican a lustrar, trabaja de lunes a domingo y siempre por los alrededores de la Plaza de la Constitución, vive en la zona 5. Me cuenta que logra de 3 a 5 “lustres” diarios entre semana y entre 10 y 12 los fines de semana, en su mayoría hace lustres de color negro, por un valor de Q3 y me afirma que son los hombres quienes más requieren de su servicio, ofrece también de color neutro para zapatos de color como los míos ese día, estos a un valor de Q8, esto significa que Luis genera en promedio Q600 al mes, a esto debemos restarle gastos de materia prima, me indica que invierte Q8 en cada pasta semanalmente más los tintes; redondeamos entonces a Q525 y con esto hay que cubrir las necesidades básicas.




Es tímido, sonríe cada vez que le pregunto algo, me responde pero no levanta la vista, mis zapatos están tornándose brillosos poco a poco, observo detenidamente el arte de lustrar, es una tarea que requiere fuerza para sacar el brillo y cuidado a la vez para no lastimar al cliente; sus manos están manchadas de negro, es normal me dice, cuesta que salga el tinte así que que ya se acostumbró al color. Luis afirma que le gusta su trabajo, a su parecer es entretenido pero cansado y cuesta conseguir clientes, pasa a su lado un colega lustrador para apresurarlo, Luis da los últimos toques y mis zapatos lucen mejor que como nuevos, le pago los Q8 del servicio y antes de perderlo de vista le pido permiso para tomar una foto a su caja de trabajo, accede con una sonrisa pícara y me explica detenidamente el uso de cada pasta y tinte, dobla cuidadosamente sus paños para sacar brillo, el café, el negro y el beige, uno para cada pasta y los introduce en su caja de trabajo, la cierra y se marcha con una sonrisa.




Me falta agregar algo, lo más importante a mi parecer, Luis ya sabe leer y hace esto desde que tenía 5 años de edad, le pregunté qué quería ser cuando fuera grande pues apenas tiene 8 años y cursa cuarto grado de primaria, respecto a esta pregunta fue el único momento en el que Luisito decidió verme a los ojos, pensó un momento su respuesta, sonrió con un poco de angustia tal vez y como si lo que tuviera en mente fuera solamente un sueño inalcanzable, continuó lustrando mis zapatos sin responder. La próxima vez que digas un apresurado “no” a alguien que ofrezca lustrar tus zapatos, piensalo bien, tal vez tus zapatos necesiten un poco más de brillo.    

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