La decisión, 8a. Parte imagen

Giorgianna de las Torres de Ubiergo la logrado un Relato que podría convencer a cualquiera, pero no a Chanan.

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La decisión, primera parte

La decisión, segunda parte

La decisión, tercera parte

La decisión, cuarta parte

La decisión, quinta parte

La decisión, sexta parte

La decisión, séptima parte

La experiencia fue interesante para mí, hasta que ocurrió lo que usted ya sabe y por lo que yo estoy hablando frente a usted en este momento. Puedo decir que cumplí con Sara en lo que me pidió con la traducción de los mensajes, aunque me parece que hubiera sido mejor que cada uno aprendiera el idioma. Entiendo que Sara tuvo que regresar a su país, pero… bueno estimo que hice mi tarea en un noventa por ciento.

Necesitaré unos minutos para la conclusión, comisario. Me permitirá descansar unos minutos.




Wenceslao se había mantenido como una estatua mientras Giorgianna de las Torres de Ubiergo relataba el hecho trágico. No sabía cómo lo había logrado, pero hasta el sudor había logrado detener. Por supuesto, también su ansiedad, sus ganas de repreguntarle sobre muchos hechos, pero el acuerdo previo al que habían llegado ambos era bastante claro: ella hablaría sin necesidad de preguntas o repreguntas. El comisario se retiró de la sala de interrogatorios prácticamente sin darle la espalda a la imputada. Cerró la puerta, se trabó su gorrito policial en la cabeza y se dirigió al baño. Poco a poco comenzó a acelerar. Cuando estaba a apenas unos pasos, prácticamente ya iba corriendo.

Tras lavarse las manos, se dirigió a una de las oficinas. Se sirvió un poco de café, el cual no tomó. Salió con el vaso en la mano y se dirigió de regreso a la sala. Fabio y Enio lo esperaban en la entrada. Ambos manifestaban amplias sonrisas y no se atrevieron a dirigirle muchas palabras a su superior. Enio le quitó el vaso con café y se lo cambió por una gaseosa que había servido en una bolsa plástica coronada por dos pajillas. Una la hacía de pita para que el agua no saliera y la otra, para que el comisario tomara el líquido morado con suficiente azúcar y gas. Wenceslao jaló cuanto líquido pudo tragar. En la antesala tiró la bolsita con la gaseosa adentro, la cual explotó cuando cayó. Algunas gotas comenzaron a resbalar por las paredes del basurero. Varias moscas aprovecharon a servirse del líquido que el comisario no había terminado de tomar. Caminó con la frente erguida y prácticamente sin demostrar que estaba o no de acuerdo con lo que Giorgianna le había relatado. Se sentó. Mientras el dedo gordo del pie comenzaba a estremecerse por los cristales del ácido úrico se dispuso a escuchar la parte final del relato de la mujer:

Pues, bueno, comisario. La situación fue la siguiente. Debo confesar que una buena parte de mi responsabilidad es haberme enganchado con mi papel de intermediadora entre Sara y el taxista. Aunque prácticamente yo era invisible, sí existía para ella y seguramente él sabía que alguna persona le estaba sirviendo de traductora. Poco a poco mi intervención fue mayor y hasta le fui agregando situaciones mías, propias. Creo que me proyecté en esos correos. Aunque deberá de creerme, comisario, que yo nunca utilizo ese tipo de lenguaje o esas descripciones tan explícitas que le dejan poco lugar a la imaginación.

Menos mal yo siempre tuve con qué distraerme, pues si no eran los pequeños con sus tareas o las idas a recoger al karate o a la natación, pues me juntaba con las del colegio a comentar algún libro o simplemente chismes. El caso, comisario, es que dejé de recibir por un tiempo correos de Sara. Yo tampoco le escribí. Hasta que un día chequeando mi correo me topé con uno de ella. Me contaba que tenía planeado venir a Guatemala. Que lo primero que iba a hacer era verme y pedirme perdón personalmente por no haberse despedido de mí. Además, que resolvería algunos contratiempos con el taxista y vendría a finiquitar lo de sus estudios, pues ya nunca podría hacerlo. Me alegré, pues tendría mucho que hablar con mi amiga. Sin embargo, no fue así. Como que ya no vino al país o quizá se arrepintió, porque nunca me avisó.

Ahora el correo espantoso ese lo encontré una noche de jueves, cuando me había ido a tomar unas margaritas con mis amigas. Regresé y me encontré con el cuadro de siempre: Jóse roncando con la TV encendida y el ESPN a todo volumen. Me fui para la computadora y me topé con el mensaje. Era un correo que decía Urgente. Me percaté de inmediato que el correo pertenecía al taxista. Lo abrí un tanto nerviosa y no encontré más que un link. Le di click. A los pocos segundos apareció una nota de un diario de muy baja condición. El titular decía: Por celos atacan a taxista y a su amante, la gringa de ojos azules.




Ilustración: Tenshi Arts  

BLOG EL COMISARIO VA A LA UNIVERSIDAD POR FRANCISCO ALEJANDRO MÉNDEZ




Periodista, catedrático universitario regional, pero antes que todo, escritor. El Comisario Wenceslao Pérez Chanán es su personaje principal, entre una larga lista de libros que exploran la novela negra guatemalteca. Lea la novela anterior en este enlace 

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