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Muchas veces nuestras acciones se revierten casi instantáneamente. El karma ¿es una respuesta a nuestras energías negativas?

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KARMA. Por Guillermo Monsanto

Vivir en el campo, en la provincia, puede tener compensaciones. En la costa guatemalteca, que es en donde se verificó esta historia, hay una mezcla de alegrías relativas a la diversidad geográfica de la región. Caudalosos ríos, selvas tropicales, exuberantes frutos, el mar presente en el horizonte cercano, aves coloridas, una cantidad ilimitada de bichos exóticos y la vida redondeada con “una cerveza, digo yo”. Hay comunidades que se caracterizan por su solidaridad y una cierta inocencia que se traduce en hospitalidad y algarabía. Las aldeas se conforman por gentes conocidas que se han interrelacionado por generaciones. Existe una vida alrededor de los caudales de agua, los parques, las cantinas y las iglesias. Los nacimientos, bodas, cumpleaños, certámenes y, hasta los entierros, son tomados muy en serio como acciones vitales. Son gentes que trabajan de sol a sol, resolviendo el diario vivir y que, por ende, saben cuidar lo suyo.

No hace mucho la población amaneció convulsionada. Uno de los vecinos, que tenía algunas semanas preparándose para un evento del que ya hablaban todos los lugareños, descubrió con pesar que, durante la noche, lo habían saqueado. Los cacos cargaron con las gallinas, los trastos que amigos y familiares le habían prestado, el equipo de sonido, el vestido de la quinceañera y otra serie de bártulos que guardaba en la pequeña bodega de la cafetería que regenta desde hace algunos años. Con sus planes se fue la estufa, el tambo de gas, y otra serie de objetos que le iba a costar mucho volver a conseguir. El hombre estaba desolado.

Con pesar fue a visitar al sacerdote y luego al pastor, que eran hermanos en Cristo y, además, carnales de padre y madre. Les contó la situación y les pidió consejo. En una aldea tan chiquita no pasó mucho antes que ambos tuvieran un norte de quiénes habían sido los ladrones. Bien dicen que pueblo chico, infierno grande. Y juntos se dirigieron a la casa de doña Eulalia, que, en el mundo de las contradicciones, era fiel devota de ambas iglesias católica y protestante. No fueron necesarias las explicaciones. Ella fue quien les puso en antecedentes y a quienes les expresó todos sus miedos. En efecto, su hijo de 16 años andaba en malas compañías y ella no sabía que hacer. Hablando con ellos estaba cuando su expresión cambió –“mi hijo, me van a matar a mi hijo. Estoy segura. Lo siento en mi corazón.”. Les pidió que la acompañaran inmediatamente a la escuela para hablarle al patojo y, juntos los tres, hacerlo entrar en razón. Ellos accedieron. En ese momento escucharon un disparo que se replicó por el valle. Ella rompió a llorar, tuvo la certeza que ese tiro se lo habían dado a su retoño, como efectivamente sucedió.

El muchacho apareció entre los zacatales con un tiro en la cabeza. El corolario fue que otros dos chicos de su edad desaparecieron del pueblo sin dejar rastro. Uno de ellos fue visto en la frontera con México, decidido a cruzar. Murió más adelante ahogado en el Río Hondo. El otro, en la capital; muerto durante un enfrentamiento con la policía. En la costa dicen que el desenlace tiene una relación directa con sus propios karmas ¿Usted qué piensa?

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