“Jean de Florette” y “Manon del manantial”: El Blog de cine de Alfonso Portillo imagen

Se recomienda a quienes se interesen por estas dos cintas que las vean juntas, porque es un solo argumento.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

“El hombre es un alma pequeñita que lleva a cuestas un cadáver”.

Epicteto

Jean de Florette y Manon del manantial. Director: Claude Berri. Con Yves Montand y Gerard Depardieu. Francia-Italia, 1986.

En los años veinte, a un pueblo de la provincia francesa llega Jean de Florette, un hombre joven con la intención de establecerse con su mujer e hija en una granja que recién ha heredado. Jean es jorobado y en su interior yace un alma romántica y bondadosa que confía en que la “única dicha posible es amar a la naturaleza”.

Cuando por fin se establece en su granja, Jean lo celebra con su familia y Ugolin, un vecino que lo ayudó en el traslado de los muebles: “Brindo –dice Jean– “por la madre naturaleza, por las colinas olorosas. Brindo por las cigarras, por la brisa… por las rocas milenarias. Brindo por el cielo”.

Sin embargo, ese corazón bondadoso y confiado pronto encontrará su antítesis: Un corazón ambicioso, egoísta, mezquino y malvado. Estos antivalores se materializan en uno de los caciques del pueblo: César Soubeyran, conocido como Papet.

Papet es el prototipo del hombre infeliz, sin más motivo en la vida que el de acumular riqueza sin límites. Su sobrino Ugolin, su pariente más cercano, es según Papet el único que prolongará la estirpe familiar. Juntos habrán de iniciar la más vil de las conspiraciones para que Jean abandone su granja y así apropiársela.




Ante la imposibilidad de derrotar a Jean empleando todas las artimañas posibles, acuden al recurso que hará que todos los proyectos de este fracasen: la falta de agua. No solo lo mantienen en la ignorancia sobre la existencia de la fuente de agua, sino que, incluso antes de su llegada, bloquean el manantial y someten a Jean a un calvario de sobrevivencia.

Detrás del interés por quedarse con la granja también hay un odio de Papet hacia Jean, porque este es hijo del amor de su vida: Florette. Circunstancias fatales frustran ese amor y provocan en Papet una infelicidad permanente que ahora pretende desahogar en Jean.

La ambición y mezquindad de los Soubeyran y la ingenuidad y obstinación de Jean de Florette dan para muchas lecturas en nuestro mundo actual. En primer lugar es un ejemplo de cómo la ambición es capaz de conducir al ser humano a cometer los peores crímenes; muestra la falta de escrúpulos en la búsqueda de la riqueza material; la utilización farsante del nombre de Dios en la justificación de nuestros intereses; y, por otro lado, la apatía de una comunidad cobarde cuyos integrantes solo ven sus intereses individuales –así como la total ausencia de la solidaridad y la indiferencia hacia los intereses colectivos.

Con la muerte de Jean de Florette los Soubeyran han obtenido un aparente triunfo. La viuda de Jean abandona el pueblo, pero su hija Manon decide permanecer junto a la tierra que le recuerda a su padre.




Años más tarde, mientras Manon pastorea a sus cabritas, una de estas se extravía y va en su búsqueda. Accidentalmente se encuentra con una gruta desconocida que contiene la fuente que abastece de agua a todo el pueblo. Así, Manon se encuentra con el medio que hará despertar a una comunidad apática y cobarde y obtener justicia para los asesinos de su padre.

Manon decide obstruir la fuente y la falta de agua provoca la peor de las crisis en la comunidad. De esa manera la ansiedad, la angustia, la desconfianza, los rumores y la conflictividad se adueñan de un pueblo individualista, egoísta e indolente.

Es tanta la desesperación que domina a la población, que a la siguiente misa asisten todos con la esperanza de que Dios realice el milagro de regresar el agua. El párroco dice en su sermón: “Hermanos, estoy muy contento de verlos a todos en la parroquia… gente inteligente que generalmente pasa en la terraza de un café. Sí, el endurecimiento de su corazón los obliga a reírse… ahora vienen con las manos juntas, la mirada humilde y llenos de fe y arrepentimiento. Pero el buen Dios sabe bien que están aquí porque la fuente no tiene agua. Esas plegarias que pretenden dirigir son plegarias por las habichuelas, oraciones por los tomates, aleluyas por las lechugas y hosannas por las calabazas. ¿Por qué se agotó el agua en momentos de necesidad? Una vez leí una obra profana, una tragedia griega, la historia de la ciudad de Tebas que fue golpeada por la peste porque su rey había cometido crímenes, y me hice esta pregunta: ¿Habrá entre nosotros un criminal? Los grandes crímenes no se ven en los diarios. Muchos escapan a la justicia de los hombres; el buen Dios lo sabe todo”.




La sequía hace aflorar la falsedad, la poca fe y la falta del sentido de comunidad. Pero también provoca que se señale a los responsables de la muerte de Jean de Florette. Manon aísla y acorrala a Ugolin y a su tío Papet, lo que desata otra tragedia.

El desmoronamiento de la vida de Papet parece no tener fin. En el atrio de la iglesia se encuentra con Delfina, una vieja ciega, la mejor amiga de Florette y quien ha llegado al pueblo. Entabla con ella uno de los diálogos más impactantes que pueden tener dos almas.

La vieja Delfina va conduciendo a Papet hacia su infierno personal: La demostración de que todo el daño que ha hecho en la vida se lo ha hecho a sí mismo; que sus aparentes éxitos y triunfos en realidad son su derrota. Al escuchar las palabras de Delfina es como estar ante Lucas, el evangelista: “Pues, ¿De qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se destruye o se pierde?”.




La expresión del rostro de Papet al enterarse de que Florette, su mal logrado amor, parió un hijo suyo quien nació jorobado indica que se agolpan en su alma el vacío y la culpa, la desgracia, la angustia, la derrota, el fracaso, el sufrimiento…

En la carta de Papet a su nieta Manon hay unas palabras que resumen la tragedia de haber tenido una vida miserable: “Ahora comprenderás que ansío morir…porque con todos los pecados que me atormentan, el infierno será una delicia”.

Manon del manantial

La película Jean de Florette y su segunda parte, Manon del manantial, constituyen una narración de la vida en una comunidad rural, que aborda el tema de la condición humana y permite reflexionar sobre los conflictos y problemas del ser humano de todos los tiempos.

Puede observarse un pueblo con un aparente sentido de comunidad, pero que, cuando surge un problema, de todos afloran como peste el individualismo y el egoísmo.

El enfrentamiento entre los Soubeyran y Jean de Florette no solo muestra la lucha entre el bien y el mal, sino también las dos formas de contemplar el trabajo de la tierra: Mientras Jean lo entiende como una ciencia y una labor que puede proporcionar buenos alimentos, los Soubeyran solo lo conciben como un oficio que permite enriquecerse.




El manejo y utilización del agua es uno de los temas que da sustento a toda la historia. A la luz de los desafíos que plantea este fundamental recurso no se puede dejar de pensar en la anarquía, el abuso y la arbitrariedad que existen en el uso del agua en nuestro país. El desinterés por la conservación y el manejo adecuado de las cuencas, el desvío arbitrario de los ríos, su contaminación y la ausencia de su regulación, conducirán a conflictos de grandes dimensiones. El individualismo con que se manejan los recursos naturales está conduciendo inexorablemente a un enfrentamiento social.

La reflexión más importante que deja la cinta es que todo el daño que los seres humanos hacen a otros se revierte en un daño hacia ellos mismos. Cuesta entender esto, pero si se hace un análisis del acontecer diario de nuestros pueblos habremos de llegar a esa conclusión.

Se recomienda a quienes se interesen por estas dos cintas que las vean juntas, porque es un solo argumento, una sola historia. Jean de Florette y Manon del manantial constituyen filmes clásicos si nos atenemos a que uno acude a ellas cada vez con más entusiasmo. Las locaciones, la música, la ambientación, los guiones, el ritmo narrativo, la dirección y la edición son excepcionales, lo que les valió una premiación arrolladora. La música constituye uno de los elementos primordiales: Fragmentos de la ópera La fuerza del destino, de Giuseppe Verdi. Además, las actuaciones de Yves Montand, Gerard Depardieu y Daniel Auteil son realmente extraordinarias.

Hasta la próxima.  

ATRACCIONES: EL BLOG DE CINE DE ALFONSO PORTILLO




Alguna vez fue Presidente pero eso no importa aquí, en esta columna solo escribirá de cine y literatura.

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