Inesperada Navidad imagen

Monsanto nos relata la felicidad que la Navidad trae al corazón de René que, por ser un adulto, se va quedando solo debido a su avanzada edad.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Para René cada Navidad era una fecha más que esperada. Desde niño, durante su adolescencia y ya en su larga vida adulta, la temporada le llenaba de ilusiones y nostalgias que renacían con la misma intensidad cada diciembre. El tiempo se llevó paulatinamente a sus abuelos, padres, hermanos, sus tres hijos mayores (que murieron solteros) y, diez años atrás, a su esposa. Aun así, aquel mes, redundaba en memorias que le llenaban de alegría y que él conmemoraba llenado su casa de luces, música navideña y comidas tradicionales.

De la tropa solo quedaban él, sus dos hijos pequeños y la descendencia de estos. Una pareja de gemelos, sus hijos cuaches, escapada de la lógica de la edad. Fueron el regalo tardío para ambos esposos, quienes bromeaban, que parecían más sus abuelos que sus padres. De los cinco retoños, estos dos últimos fueron los que nacieron con la mejor estrella en lo relativo a las oportunidades. Ya no estudiaron en una escuela, si no que en un colegio de prestigio; luego la universidad y, más adelante, el posgrado en el extranjero, exilio en donde finalmente establecerían sus hogares.

René se quedó completamente solo cuando murió Estela, su mujer. Él guardó el respectivo luto, en la soledad de aquella estancia que había sido su nido de amor, y no salió de su depresión hasta que llegó la primera temporada de fin de año después de su viudez. Arregló la casa, sacó las fotos que guardaba en varias cajas de zapatos, y armó los álbumes familiares que le acompañaron cada vez que le entraba la nostalgia de los suyos. Y, como corresponde a los viejos, se sentó frente al televisor a esperar que sus hijos, y posteriormente los nietos, lo visitaran para cenar a las doce cada Noche Buena. Estos, sin embargo, tenían ya una década sin regresar al país. Aun así, René nunca se desanimó. Recibía con resignación positiva las cartas de sus hijos excusándose, prometiendo que, quizás, el año entrante podrían escaparse de la rutina.

Como para el 22 de diciembre de aquel año no había recibido ninguna misiva, supo que esa Navidad sí llegaría su familia a visitarlo. Limpió la casa, las habitaciones que estaban cerradas desde hacía años y se preparó para una cena como pocas. Luego de cocinar la gran mayoría de las viandas, se sentó a descansar frente al televisor. Estaban pasando una película vieja de Cantinflas, una en la que aparecía como extra en la filmación de “La dama de las camelias”. Allí lo encontraron, a la mañana del día siguiente, como si estuviera dormido. Lo enterraron al medio día del 24 de diciembre con noventa y tres años cumplidos. Esa noche cenaron en la casa paterna hijos, esposas y nietos, conmemorando con pesadumbre la memoria de su padre. El remordimiento los acompañaría el resto de sus vidas. Aquella sí que fue una inesperada Navidad.  

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