I Parte. Rigoberta Menchú, la voz de quienes no podían hablar imagen

En esta entrevista, Rigoberta Menchú manifestó sentimientos de tristeza y amor; hubo importantes recuerdos y revelaciones, asimismo, la satisfacción de vivir al servicio de la humanidad.

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El 10 de diciembre de 1992, nuestro país volvió a ser noticia mundial, la guatemalteca Rigoberta Menchú Tum (33 a) recibió en Oslo, Noruega, el Premio Nobel de la Paz, el mismo año en que las poblaciones indígenas, como nunca antes, visibilizaron sus derechos y el abuso recibido por centenares de años. 27 años atrás, en 1965, nuestro compatriota Miguel Ángel Asturias había ganado el Premio Nobel de Literatura, quien también dejó ver en Señor Presidente los abusos de autoridad.

Desde que Rigoberta Menchú, mujer maya k’iche’, nacida el 9 de enero de 1959, en San Miguel Uspantán, Quiché, trajera tal honor a Guatemala, su voz nunca se ha apagado ni su lucha por los derechos humanos y por la dignificación de los pueblos mayas. Muchos de sus pobladores fueron asesinados en el enfrentamiento interno de Guatemala que duró 36 años y dejó más de 200 mil muertos.

Su agenda es complicada y su vida va desde clases magistrales en la UNAM, conferencias en foros mundiales, reuniones de trabajo hasta conceder entrevistas que visibilizan su defensa hacia los pueblos indígenas como la que concedió a National Geographic, cuando la producción de la serie The Story of Us, conducida por el legendario Morgan Freeman, la seleccionó para protagonizar uno de sus 6 capítulos, que trataron temas de libertad, paz, amor, división social, poder y rebeldía.



Foto TELEVISA 






Recuerdo haber entrevistado a Rigoberta Menchú para Siglo XXI cuando trajo el Nobel, sentí una emoción indescifrable; han pasado 26 años de aquel día, ahora platicamos en la sala de su casa por casi 2 horas, esta vez para RELATO y vuelvo a sentir esa sensación. En esta entrevista se movieron sentimientos como tristeza y amor; hubo impactantes recuerdos y revelaciones, asimismo, la alegría de vivir al servicio de la humanidad. Les comparto la emotiva e impactante entrevista que nos dio:




Sobreviviente de procesos dolorosos

Recuerdo como mi familia fue exterminada por miembros del Ejército. Me tocó ser sobreviviente de la brutalidad de las masacres. Ni imaginar lo que significa que te arrebaten tu hogar. Por eso, el legado de los sobrevivientes a la historia universal es importantísimo, somos testigos de las atrocidades cometidas durante el conflicto armado en Guatemala.

Por 38 años de mi vida he promovido el esclarecimiento de la verdad de las víctimas para resarcir su memoria histórica. En mi lucha por los derechos humanos nos hemos convertido en testigos y querellantes adhesivos, interponiendo demandas contra los victimarios. Por años el sistema trató de negar la verdad y destruirla. El Ejército quiso borrar la memoria, involucró a todo el Estado para provocar miedo y callar a la gente; pero el hijo, el abuelo, la madre eran los sobrevivientes de lo ocurrido en el enfrentamiento. En aquellos años no existía mucho conocimiento de los derechos humanos, ni de los instrumentos legales existentes; era difícil llegar a un Tribunal, nada pasaba de las oficinas administrativas. Pero existían organismos internacionales que apoyan estas luchas y no lo sabíamos.

Rigoberta Menchú durante el conflicto perdió a dos hermanos. En 1980, su padre Vicente Menchú murió junto a 36 personas durante la quema de la Embajada de España provocada por las fuerzas del Estado. Al poco tiempo su madre Juana Tum fue secuestrada, torturada y asesinada.

Después de la quema de la Embajada empecé a recoger y unir los pedazos para encontrar la verdad y obtener las pruebas y los testigos del hecho.16 años de mi vida los dediqué a la investigación, logramos llegar a los tribunales. Hace dos años obtuvimos una histórica sentencia, fue liberarse de una carga.

Tuve la suerte, como pocas víctimas en el planeta, de recibir apoyo para ocultarme. Me ayudaron a recuperar mi salud física, porque somos personas de sentimientos y pasar tanto dolor no es fácil: quemaron vivo a mi padre y querían ocultar su memoria; torturaron a mi hermano Patrocinio y no encontramos sus restos, Víctor, mi hermano mayor, fue fusilado. Recuerdo la hora en que lo ejecutaron, quién era el Secretario Municipal y la incoherencia de los informes. No olvido a los paramilitares con la orientación de desaparecer todo rastro. Todo se repetía y repetía, era común en el país.







Al ser asesinado su padre, Rigoberta fue llevada por la Sagrada Familia a Chiantla, Huehuetenango, donde la protegieron y luego la llevaron a México en 1983.

En México tuve la suerte de toparme con Monseñor Samuel Ruiz a quien le debo mi salud mental y espiritual, quienes hemos vivido tragedias podemos tener secuelas altas. Encontré gente que quería hacer algo por Guatemala, conocí a Luis Cardoza de Aragón, Julia Esquivel y muchos intelectuales. Mi nombre allá era Lupita Ruiz.

Me vinculé fuertemente con los pueblos indígenas de América, quizá fue la bendición más grata de esa época y tuve la suerte de participar en un primer Congreso en Estados Unidos, donde llegaron indígenas de Norteamérica, quienes habían hecho mucho trabajo y tenían reconocimiento en la ONU.

Para dar a conocer lo que sucedía en Guatemala llegaba a los corredores de la ONU en Ginebra, en donde la embajadora era la hija del presidente de ese entonces, Romeo Lucas, quien la mandaba a sacar, pero silenciosamente conoció a muchos líderes. Su trabajo era que su voz se escuchara y se conociera lo que pasaba en Guatemala. impugnaron su discurso hasta que al fin llegó el día y habló y HABLÓ…   CONTINÚA




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