28 horas de viaje: el día que Codeca paralizó al país imagen

Esta es la historia de un ingeniero al que le tomó 28 horas llegar a San Pedro Sula desde Guatemala. Se enfrentó a dos diferentes bloqueos y encontró en su tormento una experiencia de vida

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Juan Carlos García o Tao como le conocemos sus amigos, vivió una memorable experiencia el pasado miércoles, cuando viajó a San Pedro Sula, Honduras. No era la primera vez que, por razones laborales, debía acudir al hermano país, pero si fue la primera vez que le tomó más de un día llegar a su destino: 28 horas para ser exactos.

Su viaje fue agridulce pues aunque la pasó mal a causa del calor, el hambre y la incomodidad de tener que dormir en un bus, entre otras peripecias, pudo socializar con otras personas y sostener interesantes conversaciones.

Tao lo supo desde una noche antes, le sería complicado movilizarse hasta Honduras porque el grupo Comité de Desarrollo Campesino –Codeca–, había anunciado una serie de bloqueos. Pero su viaje estaba calendarizado y debía atender una serie de reuniones en aquel país. Intentó, sin éxito, mitigar el riesgo y viajar en la madrugada, pero sus cálculos no le resultaron certeros.

Abordó  el bus de las 4:30 horas pero este se retrasó 45 minutos en salir y cuando llegó a Sanarate la ruta ya estaba bloqueada. Ese primer obstáculo le tomó alrededor de seis horas superarlo. Al medio día el tráfico por fin empezó a fluir pues el bloqueo fue retirado, pero alrededor de las 17 horas se toparon con otro en Morales Izabal.




Ya para ese momento el bus amenazaba con quedarse sin combustible. La lógica del conductor para ahorrar gasolina fue desactivar el aire acondicionado en pleno oriente del país, donde el calor suele ser bastante más generoso que el área metropolitana o el occidente.

Hasta el momento el viaje pintaba para cansado, pero nada que preocupara en exceso al joven ingeniero. Esa perspectiva cambió cuando la sobrecargo del bus anunció que la frontera entre Honduras y Guatemala cerraba a las 18 horas.




Una noche en el bus

Cuando llegaron al cruce de frontera el reloj marcaba las 19:15. Entre los viajeros se encontraban un pareja de alemanes, que no hablaban español y una mujer embarazada. Tao encabezó la comitiva para solicitar a los hondureños les dejaran ingresar a Honduras fuera del horario por esta única ocasión, le secundó la mujer con el vientre visiblemente agrandado y otras personas más.

Cualquier intento de persuasión resultó infructuoso, los soldados hondureños fueron amables pero dejaron muy en claro que obedecían órdenes. En ese momento Tao, encontró en la convivencia una valiosa y potente arma para volver de su experiencia un recuerdo no tan indeseable.

Pero esta socialización superó sus expectativas. Vio en la pareja de alemanes una excelente oportunidad para practicar su oxidado alemán. Vivían en Berlín y viajaban por México y Centroamérica. Hasta el momento habían encontrado en el país de la eterna primavera los lugares más fascinantes de su periplo.

Visitaron la Antigua Guatemala, San Marcos la Laguna en Atitlán, Tikal en Petén y algunos sitios más. Tras bajar a comer en la caseta de la frontera el grupo de alrededor de 25 personas parecía ya una familia o bien un grupo de buenos amigos, la interacción entre ellos era cada vez más fluida y cercana.




La conversación más interesante del viaje llegó después de la cena. Una maestra hondureña habló con Tao y por supuesto la coyuntura política de ambos países fue parte de la tertulia nocturna. También hablaron de la corrupción y el combate de esta en el país por medio de la CICIG, del presidente y sus desvaríos, cada vez más notorios y frecuentes y de la educación de los hijos.

Entre los temas más abstractos que recuerda haber abordado con la maestra se encuentra la filosofía estoica, Dios y la manipulación de los hombres con la religión. Para las 23:00 horas el calor dentro del bus era casi insoportable, mucha humedad y la molestia visita de los mosquitos. “La noche fue muy mala y apenas pude dormir” recuerda.  A esas incomodidades se sumó la imposibilidad de poder ir al baño, como el único sanitario del autobús se quedó sin agua  la recomendación de la tripulación fue que se utilizara solo para orinar, lo que es complicado con 28 horas de viaje.  




A las 4:30 horas del día siguiente al inicio de su viaje iniciaron a hacer la cola para ingresar a Honduras. Tao le prestó un dinero a los alemanes que no tenían ninguna idea del por qué les cobraban un impuesto por ingresar a ese país.

 A las 9 horas por fin el treintañero ingeniero llegó a San Pedro Sula. De algo está seguro, ese periplo nunca lo olvidará.

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