Historias de Pueblo: Brujas y la laguna de Ipala | El Blog De Juan imagen

Mito y superstición; celos y codicia. La historia de cómo habitantes, vecinos y brujas se enfrentaron por una mística laguna y sus riquezas. La tercera de la saga “Historias de Pueblo”.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Esta historia es la tercera de la saga “Historias de Pueblo” contadas por Alfonso R. Ceibal e inmortalizadas por la pluma de Juan Diego Godoy

Los años parecían esconder una respuesta coherente a una pregunta que los más curiosos intentaban responder a diario: ¿dónde más se había visto un cráter que en vez de un depósito de cenizas ofreciera un cuerpo de agua tan azul y frío, tan místico y hermoso como el del Volcán Ipala? A 1650 metros de altura, cubriendo un diámetro de 1,000 metros, la Laguna de Candelaria aparecía sin explicación para los habitantes de las aldeas aledañas. Los curiosos intentaban estudiar su profundidad sin éxito. Algunos aseguraban que el Ipala era la repetición de la historia; otro Volcán de Agua a la espera de una tragedia parecida a la del 11 de septiembre de 1541. Sin embargo, la mayoría vivía anonadado por su belleza y su riqueza. 



Municipio de Ipala, en departamento de Chiquimula

Los habitantes de las faldas del Ipala, rendidos por encontrarle una explicación a tal fenómeno, decidieron mantener el secreto; sus vecinos jamás conocerían el misterio que se encerraba a más de 1,000 metros de altura. Resguardaron el volcán y comenzaron a prosperar a las faldas del mismo. Poco a poco, la pequeña comunidad de Ipala fue prosperando y sus miembros comenzaron a creer que el éxito detrás de tal flora y fauna de la que se alimentaban venía del corazón del volcán: la misteriosa laguna azul. 




La pesca era maravillosa. Por alguna razón cada día había más peces. La vegetación alrededor de la laguna era única. La tierra fertil, a pesar de haber sido tierra volcánica. La calma era absoluta. El ascenso fácil. Las únicas reglas eran simples: no contar el secreto a nadie y no habitar el volcán. Los vecinos creían que al exitir una presencia humana continua, la magia del lugar (que, según los más curiosos, brotaba en la noche para enriquecer la laguna y alimentar la flora) se echaría a perder. 

Codicia y Mita

Pasaron los años y la prosperidad de Ipala llamó la atención de su vecino más cercano, los habitantes de Santa Catarina Mita (municipio que hoy conocemos como parte del departamento de Jutiapa). Los vecinos no podían explicarse como los habitantes de Ipala, una aldea que todos daban por desolada luego del miedo que invadió a algunos habitantes tras conocerse la noticia de que “quizás” fuese arrasada como aquella Ciudad Vieja a las faldas del Volcán de Agua en 1541, fuera ahora un símbolo de prosperidad. Los dirigentes se reunieron y decidieron recurrir a una oscura, pero efectiva práctica, que solía responder las preguntas más extrañas y complicadas de Santa Catarina Mita; la brujería. 



Municipio de Santa Catarina Mia en el departamento de Jutiapa

Los vecinos sabían donde encontrarlas. Pocos las buscaban. Si las brujas existían, ellas, sin duda, eran la definición por excelencia de hechiceras y magia oscura. Bastó una generosa oferta de dinero y animales para que las señoras respondieran al dilema que se había planteado en la comunidad con relación a sus ricos y prósperos vecinos. La respuesta dejó atónitos a sus interrogantes: “Ipala se nutre de una laguna mágica, ubicada en el antiguo cráter del volcán. Una laguna que todas las noches es visitada por fuerzas sobrenaturales que, sin explicación alguna, nutren los alrededores con riquezas de flora y fauna. Pero no hay porqué preocuparse. Quienes no comparten la riqueza, están condenados a perderla. Déjenos el trabajo a nosotras y en poco tiempo, Santa Catarina Mita tendrá más que una laguna sobrenatural”. 




El mensaje de las brujas era claro. Ellas se harían cargo. La codicia y la brujería comenzaron a tener sus efectos desde esa misma noche, cuando unieron fuerzas para atacar a sus vecinos, quienes refugiados en sus casas sufrieron las peores horas de sus vidas. Vientos furiosos, temblores inexplicables, risas demoniacas, frío incesante y gritos de terror. 

Cuando amaneció, los habitantes de Ipala no eran los mismos. 

Continuará

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