Historias De Pueblo: Brujas y la laguna de Ipala 2 I El Blog De Juan imagen

La codicia y el mito se unen en una historia que pocos conocen sobre la misteriosa y alguna vez mágica Laguna de Candelaria. La segunda entrega de este relatovde la saga Historias de Pueblo.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Este relato es la segunda parte de la tercera historia de la saga “Historias de Pueblo” contadas por Alfonso R. Ceibal e inmortalizadas por la pluma de Juan Diego Godoy. 

“Las reglas eran simples vos: no contar el secreto a nadie y no habitar el volcán. Esto que nos está pasando es culpa de alguno de nosotros que se burló de las reglas”, dio uno de los campesinos desde la banca de la Iglesia. Luego de una semana siedo atormentados todas las noches por vientos  ruidos extraños, con una laguna que expulsaba un mal olo causa de sus moribundos peces y que parecía secarse poco a poco, las cabezas de las familias se habían reunido para discutir el asunto y la conclusión era clara: algo sucedía en la laguna y estaban siendo castigados por eso.

Desconociendo las maniobras oscuras de los vecinos de Santa Catarina Mita, quienes se vanagloriaban del la ahora mala suerte de Ipala, los vecinos dueños de la laguna decidieron hacer unos ritos de ofrendas durante tres días seguidos. Los católicos celebraron (a falta de sacerdote) cadenas de oración que fueron testigas de incontables rezos del rosario. Los más nativos ofrecieron lo que tenían en un rito maya, llevado a cabo a las orillas de la Laguna de Candelaria. Y así, muchos fueron los esfuerzos de los vecinos para restaurar la prosperidad en Ipala; una prosperidad cuyo corazón era, indiscutiblemente, la laguna. Sin embargo, pasados los tres días de ofrecimientos los resultados fueron nulos. Los temblores, vientos, ruidos extraños por las noches y sequía eran “incontrolables”.




Guerra de Brujas

Ipala recurrió a una práctica que, si bien no era común, tampoco era desconocida. Lejos, fuera del corazón de la comunidad se encontraba una pequeña choza con techo de paja y paredes de madera. Los curiosos decían que allí vivían las “brujas hermanas”, dos mujeres que llevaban varios años viviendo a la deriva, sin meterse con nadie pero a total disposición de algún “favorcito” que pudiera arrelarse con un toque de magia y trucos sucios. Los creyentes decían que eran hechiceras; la mayoría aseguraba que eran prostitutas. Pero tal era la desesperación que el futuro de Ipala se puso en manos de las hermanas quienes rápidamente vendieron sus servicios a alto costo y aseguraron que lo que sucedía se trataba de un “embrujo” por gente de malas intenciones.

Brujas o no, las hermanas no estaban confudidas. A unos kilómetros de distancia, las brujas de Santa Catarina Mita recibían las noticias de sus vecinos y se alegraban de que sus hechizos tuvieran un efecto esperado. 

Sea por la razón que sea, dos días después de la petición a las hermanas hechiceras, la Laguna de Candelaria comenzó a recuperarse. Dejó de secarse, los peces dejaron de morir, la flora y fauna del volcán se recuperó y las ajetreadas noches con el diablo cesaron. Sin embargo, el festejo duró poco para Ipala. Los vecinos de Mita e quejaron con sus brujas y nuevas maldiciones cayeron a Ipala, quien se defendió con lo que fuera que sus brujas se resguardaban. La pugna (que en algún momento se dio a conocer la complicidad de las brujas de Mita en el asunto) duró casi cuatro meses. 

El “padrecito” de Ipala (que visitaba la comunidad dos vece al ms) se dio cuenta de la pugna cuando un familia de Mita le pidió que fuera al pueblo a atender a unos enfermos. Una de las tantas consultas resultó terminar en una conversación en la que la señora informó al padre de las brujas y el “pleito”. Al sacerdote, indignao por la “magia oscura”, convocó a sus líderes. Un par de horas y algunos acuerdos bastaron para que la pugna diera por concluída y los habitantes solicitaran a la brujas que pararan sus encantos. 




Tregua y venganza

Sin embargo, la brujería siempre traiciona. Tanto las hechiceras de Mita como las de Ipala se opusieron al trato. El precio por mantener viva la pugna les era favorable, puesto que en cuatro meses el pago por sus hechizos había sido constante y alto. Los desacuerdos llevaron a las brujas de ambos pueblos a ponerse de acuerdo para planear su venganza. 

Pasaron un par de semanas tranquilas en ambas comunidades. Mita ahora tenía descuentos especiales en los peces y frutos que Ipala obtenía de su volcán debido a la tregua forjada e Ipala vivía tranquilo. Hasta que un día, casi 1/3 de ambas comunidades enfermó y en menos de una semana todos estaban muertos. Familias enteras, niños y niñas, ancianos y jóvenes. Los curanderos y médicos locales no encontraban una explicación. La hipótesis de uno de los asistentes del centro de salud más cercano les bastó a todos para saber que esta había sido una obra de mala fe: “la mayoría de los muertos pudo haberse contaminado con comida, tal vez algún tipo de pescado con veneno que comieron; pescado envenenado”.

Según el mito, las brujas habían hechizado el lago envenenando a sus peces. Los vecinos de Mita no perdieron el tiempo y sin preguntar mucho, expulsaron a las brujas de la comunidad. Los de Ipala, menos creyentes en la mágia y más enfadados con las hermanas hechiceras decidieron acabar con los problemas de una vez por todas y las ejecutaron en la noche, incendiando la choza donde vivían.

Nunca más se supo de las bruas expulsadas o problemas entre las comunidades. Sin embargo, mucha de la magia de la laguna (como sus pecs, los supuestos poderes curativos y la “buena suerte”) desaparecieron con las cenizas de los cuerpos de las hermanas… al menos eso es lo que cuenta la leyenda.

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