Celebramos una reunión cada mes, el segundo jueves al caer la tarde. En tiempos de normalidad y cercanía, nos reunimos en un salón de la Librería Sophos, acompañando el rato con vino y alguna delicia. Se trata de nuestro Club de lectura, un convite al que llegamos con entusiasmo renovado, una y otra vez, para hablar de libros.
Somos un grupo de mujeres hermanadas por el amor a la literatura, marcadas por la mágica experiencia lectora. Es precisamente ahí, en el sello de mujer de libros que cada una posee, en donde radica la mística de este excepcional grupo.
Profesionales de la salud, de la educación, de las leyes, empresarias, artistas, algunas madres, otras abuelas, de distintas edades, nuestro Club es un grupo de mentes tocadas todas por la buena fortuna de leer por placer.
Nuestra tertulia en torno a los libros es solo el principio. La conversación se extrapola a meditaciones vitales acerca de la historia, de la humanidad, de las injusticias o la evolución porque forman parte del contexto dentro del que fue escrita cada obra que analizamos. No es fácil encontrar sentido a un mundo sin sentido, la lectura es un generoso intento. Compartir la búsqueda con otras lectoras es comunión, un verdadero regalo.
La charla toma también interesantes rutas que conducen a reflexiones sobre la visión y experiencia individual y, en general, de la condición humana.
Después de todo, no hay expresión artística más completa para conocerla, que las historias tejidas con los hilos mágicos de la literatura.
Lectoras empedernidas todas, construimos verdaderos tratados orales en torno a los libros. Conducida por Mirna, profesional de la educación y experta en literatura, cada sesión es un espléndido experimento de aprendizaje, cada libro, una experiencia irrepetible.
Además del hábito lector, compartimos la convicción de que la creación literaria es imprescindible para expandir la consciencia individual y colectiva.
A través de nuestras lecturas conocemos lugares remotos y personajes memorables. Viajamos en el tiempo para presenciar todo tipo de acontecimientos, desde las grandes guerras hasta pequeños incidentes cotidianos que desatan un bien logrado argumento. Aprendemos y comprendemos. Mediante la lectura, apreciamos la belleza que el lenguaje bien hilvanado es capaz de crear. Cada libro que leemos en el Club anticipa una detallada inmersión. Más allá de lo que el libro enseña, evoca y mueve dentro de una, el Club es fuente de reflexión gracias a lo que las otras lectoras aportan. La sesión representa un espacio siempre nuevo en donde la soledad desaparece.
En estos tiempos densos la importancia de nuestra reunión mensual se ha hecho más evidente.
Estamos preocupadas por lo que sucede y sucederá, la incertidumbre desgobierna el ánimo. Sentimos una modalidad nueva de nostalgia, la de los ritos cotidianos que antes eran asunto seguro. En el Club, algunas añoramos a seres queridos que han quedado lejos, detrás de la frontera que esta pandemia ha estrenado.
Esperar no era opción, por supuesto. Y aquí estamos, más cómplices y solidarias que nunca. Reinventamos nuestra sesión a distancia, convergemos en el abstracto digital cada segundo jueves del mes para celebrar la literatura. Por medio de un tablero de caritas, declaramos una vez más amor eterno a los libros y agradecemos su capacidad de abstraernos dentro de esta extraña espera.
En esta condición en la que las emociones no son inmunes, la gratitud se expande.
Gracias a nuestro coincidir en la lectura, formamos parte de una tribu de amigas que leemos por puro gusto, porque está en nuestra esencia.
El Club de Mirna, como solemos llamarle, nos da sentido de pertenencia. Cada reunión coloca un escaño más al andamiaje salvador que supone el placer de leer. Somos afortunadas.