Guardián de las calles, como mi papá | El Blog De Juan imagen

Otra visión del día del padre de las manos de Hugo y Daniel, dos cuidadores de carros de la zona 14. Aprender, conversar, trabajar y pasar tiempo con papá no tiene precio. #ElBlogDeJuan

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Un reportaje en el que me encuentro trabajando me llevó aquel domingo a la novena calle de la zona catorce. Es increíble cómo las mejores historias llegan cuando menos las esperas y cuando menos las buscas. Quizá ese ha sido mi dilema eterno con el periodismo: cuando me obligan a encontrar una historia, nunca la encuentro y termino con otra muy distinta, pero que me gusta más. 

Parqueé en la calle y me atendió un niño, como de 10 años. 

-¿Le cuido el carro, Don?- me dijo con una sonrisa y sosteniendo un trapo rojo desgastado. 

-Depende de cómo respondas a esta pregunta- le dije con tono serio pero jugando. Se me quedó viendo muy confundido y después de unos segundos, sonriendo otra vez, aceptó -¿Estás yendo a la escuela de lunes a viernes?

-¡Sí! De lunes a viernes y los fines de semana me vengo pa´ acá.

-¿Seguro?

-Le prometo que el patojo está yendo a la escuela. Primero la educación y después el chance – interrumpió un señor moreno, de bigote y cabello negro, diminutos ojos hundidos bajo unas cejas prominentes, y una panza que reclamaba, orgullosamente, varios años de buenas comidas callejeras (dato que me confirmó después, claro). 

El señor, Hugo*, era el padre del niño, Daniel*. Rápidamente entablamos una profunda conversación. Le hice unas cuantas preguntas relevantes a mi reportaje, pero después vino lo interesante. Hugo comenzó a explicarme orgullosamente sobre su negocio. “Todos los fines de semana vengo aquí y cuido los carros. Es un trabajo difícil pero gracias a Dios hemos logrado volver esta calle un lugar seguro de robos para la gente que atiende a la misa. Ellos se han ganado mi confianza y por eso es importante…”. Mientras Hugo me contaba todos los detalles de su historia, Daniel no se movía de su lado. Le miraba con ojos de impresión y la boca semi-abierta. A ratos le abrazaba la cintura, como diciéndome “es mío, recuérdate”. 



Imagen: OK Chicos.

“Llevo 45 años cuidando carros”, continuó Hugo. “Desde que tenía la edad de Daniel, mi papá me llevaba ahí por la zona 13 y por la zona 10 a cuidar carros los fines de semana. Cualquiera diría que era un trabajo más un fin de semana en el que debería estar jugando y descansando, como cualquier niño. Pero para mi eran los días que más tiempo pasaba con mi papá y eso valía más que nada. Platicábamos, trabajábamos juntos, me enseñaba cosas del oficio, ya sabe, cómo lavar los vidrios, cómo identificar cacos, agradecer la paga, de todo”.

Sus palabras me hicieron recordar muchos momentos de mi niñez y actuales (gracias a Dios) que he pasado con mi papá. No fueron cuidando carros los fines de semana, por cuestiones de la vida, pero muchos de ellos han sido momentos sencillos que le hacen honor a la buena compañía y me recuerdan que, esté dónde esté, haciendo lo que haga, si es con alguien a quien quiero y cuyo fin es sacar lo mejor de mí, cualquier excusa para hacernos compañía es perfecta. Ese fue el mensaje profundo que las palabras de Hugo me dejaban.

 Antes de irme, dirigí una mirada a Daniel y le pregunté: “¿Y vos, que querrás hacer cuando seas grande?”. No pasó ni medio segundo para que Daniel respondiera, con esa mirada de admiración hacia su padre y una sonrisa de oreja a oreja: “Guardián de las calles, como mi papá”. 

Cuando me fui, les dejé una considerable propina pero de poco valor en comparación con la lección que me dejaron ese padre e hijo aquel domingo por la mañana. 

¡Feliz día del padre a todos aquellos padres que, como Hugo, son admirados por sus hijos por el trabajo duro, esfuerzo sin quejas y ejemplo trascendental! 

**Los nombres de ambos personajes no son reales. Fueron cambiados por principios periodísticos. 

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