Nuestros hijos no están apartados de escuchar las canciones que prenden el verano, con más timidez que orgullo puedo decir que tres años atrás una de las primeras palabras que dijo mi hija fue: “Taxi”. Nos fuimos al puerto y la canción de moda era la del Taxi y el lunes completaba perfectamente la frase: “Yo la conocí en un…”
De acuerdo a los expertos la música forma parte de una vivencia mutuamente gratificante; es dialogar y sobre todo darle un valor a esa experiencia y es por eso los niños lo disfrutan mucho.
La música es un lenguaje, incluso la primera terapia para niños con dificultades para hablar es exponerlos a la música constantemente. Los estudios avalan que introducir a los niños de temprana edad a los sonidos y significados de palabras desarrolla grandemente la memoria.
Es así que la música se convierte en uno de los principales motores para desempeñar habilidades motrices, intelectuales, sociales y emocionales.
Pero ¿Qué pasa cuando la música es inapropiada? De acuerdo a un estudio realizado por la psicóloga Daniela Muñoz, escuchar música de Reggaetón en niños produce angustia y afecta su desarrollo cognitivo.
“Las canciones muy sexualizadas son violentas y restringen la perspectiva del planeta, mostrándonos una pequeña parte de él; existen una variedad de géneros musicales que podemos utilizar para cada etapa del desarrollo”, concluyó la experta.
Bajo este contexto, no debimos haber esperado un sustento científico para saber que la música de reggaetón no es el mejor instrumento pedagógico para nuestros niños. Más bien para nadie.
El reggaetón está a nuestro alrededor ¿Qué hacer?
Me atrevería a decir que el reggeaton forma parte de nuestra vida. Ahora mismo puedo bajar a la cafetería y escuchar a Maluma o meterme a Instagram y ver el challenge de Daddy Yankee. Taparse los oídos caería en lo ridículo.
Tampoco pienso obligar a mis amigos a escuchar todo el playlist de “La Gallina Pintadita” durante un viaje al puerto. Lo que si está en nuestras manos es exponerlos lo menos posible o al menos que no sea un consumo voluntario de nuestra parte.
Que sea parte de su entorno, porque es algo que no podemos evitar pero que en casa no seamos nosotros quienes se lo ofrezcamos.