¡Es prohibido! ¿Cómo así? (Parte I) imagen

A lo largo de nuestra controvertida historia, restringir la Acción Humana ha sido un vicio que fascina a los grupos de poder. La literatura no escapa de sus tentáculos.

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Un capítulo transgresor en mi historia de estudiante

Cuando entré a la adolescencia, llegó a mis oídos un trozo de información intrigante: existen libros prohibidos. Como he leído toda mi vida, saber que la lectura tenía sus oscuridades, provocó mucha curiosidad. Para mi asombro, en los anaqueles de la biblioteca del colegio aguardaban obras “prohibidas” ansiosas por ser devoradas. Mi asombro siguió en aumento cuando una mentora brillante, lectora y conocedora de la buena literatura, puso en mis manos a la inolvidable Madame Bovary de Gustave Flaubert. Tenía yo entonces 16 años. Es un libro prohibido entre prohibidos, controversial y causante de grandes escándalos en el siglo XIX.  Pero créanme, por más que traté de encontrar maldad en sus líneas, no pude. ¿Cómo? Si cada frase, cada imagen es una obra de arte.

En mi juventud, sin poder expresarlo como ahora, con plena consciencia, entendí el significado de la obra y su supuesta transgresión. 

Hasta antes de Emma Bovary, la mujer no expresaba la conexión íntima que tiene con su cuerpo, con su capacidad sensorial y con su propia sexualidad. No se reconocía. Y ojo, Madame Bovary fue escrita por un hombre. Con una prosa tan hermosa, tan inolvidable, que no extraña su constante presencia en las librerías del mundo.




La literatura ha permitido la validación del ser humano como una criatura sensual y sexual, sobre todo la de la mujer. Y eso asusta a ciertos grupos, aún en el siglo XXI. Por escribir su novela Flaubert fue llevado ante los tribunales. Increíble, ¿verdad?

Desde hace 36 años a nivel internacional, en octubre se celebra “La Semana de los Libros Prohibidos.” En algunos países es durante la última semana de septiembre. Así fue aquí en Guate, y Sophos, a la vanguardia de todo aquello que construya nuestra cultura literaria, la celebró por todo lo alto.

La semana en cuestión rinde homenaje a la libertad de expresar todo tipo de ideas, incluso las consideradas poco populares o políticamente incorrectas. También es un tributo a las historias que, por reflejar la condición humana tal como es, han sido condenadas.

No olvidemos la otra libertad. Es también ocasión de subrayarla.

 Nadie puede decidir por mí qué leo y qué no. Es macabro. Simplemente celebra hoy y siempre tu libertad de leer.





¿Por qué?

A lo largo de la controvertida historia de la humanidad, restringir la Acción Humana ha sido un vicio que fascina a los grupos de poder. La literatura no escapa de sus tentáculos. Esa maniática necesidad de controlar lo que la colectividad siente o piensa ha sido la razón. También lo es la oscura intención de manipular, los diversos aparatos de poder tenían y aún tienen, la firme intención de eliminar todo aquello que ponga en peligro su capacidad de control.

No querían que ideas nuevas, consecuencia de percepciones divergentes a sus normas, pusieran en peligro su omnipotencia. Prohibían en un afán de evitar que la sociedad se corrompiera, de acuerdo a su concepción de sociedad corrupta. Los enunciados de sus mandatos eran el principio y el fin. Y quienes ostentaban el poder, a toda costa buscaban evitar que el ser humano se cuestionara y replanteara asuntos trascendentales de la experiencia vital. Asuntos como la libertad de expresión, de pensamiento, de conectar con sus instintos naturales. La libertad a ser y sentir diferente.

Lo paradójico es que esas visiones y sensibilidades divergentes o yuxtapuestas o como queramos llamarles, eran respuestas a la realidad de cada época. Respuestas manifestadas a través de creación literaria.

Porque la gran verdad es que la lectura expande al pensamiento, desarrolla la capacidad de juicio, provoca el cuestionamiento de dogmas impuestos, y en general, la literatura es un ejercicio que enriquece el espíritu.




De esto no se habla

En ese inútil intento, han buscado amordazar temas que son parte de nuestra imperfecta pero entretenida existencia, leídos o no. El afán, casi infantil, es prohibir a las imprentas la difusión de ciertos conceptos para borrarlos de la faz de la tierra. ¡Ay por favor! Asuntos religiosos, injusticia social, historias que revelan la grandeza del hombre común, discriminación de minorías o grupos considerados inferiores, desde razas hasta la misma mujer. También está el uso explícito del lenguaje, como si no fuera para ser explícitamente usado que existe, la historia política y por supuesto, la sexualidad. Todas estas son razones de prohibición.

Guárdese aquel que se atreva a describir un acto de amor de dos cuerpos desnudos bajo sábanas, o sin estas, porque puede deformar su cerebro y su estructura moral. Eso va para el escritor. Y guárdese también el lector que busca enredar su entendimiento en tan oscuros y perversos conceptos. 

Repito: ¡Ay, por favor!

Emma Bovary, obsesionada por el amor romántico y vista por su marido como un objeto más de decoración, se enamora perdida y apasionantemente de otro hombre…dos veces. Y bueno, si algo me inspiró la pobre Emma fue ternura y compasión. 

La magia de los libros, sin embargo, radica en que para cada lector son un universo distinto. Es un crimen prohibirlos. 

En el próximo blog te contaré sobre libros prohibidos en distintas épocas. Te vas a sorprender. 




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