Es hora de invertir en nuestros locos: no más atropellados imagen

Un hombre arrolla a siete personas e intentan quitarse la vida con un cuchillo de cocina. ¿Qué hacemos? ¿Lo linchamos o invertimos en la salud mental de una sociedad enferma?

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Atropelló a 7 personas y cuando se vio acorralado se cortó el cuello, pero antes escribió con sangre: Jehová. En redes sociales los más indulgentes lo trataron de loco cerote, en cambio los más crueles pedían su muerte, mejor si esta era dolorosa e igualmente sangrienta al hecho que propició. “Por qué no le metieron un tiro”, dijo un internauta.

Quizás la solución no es lincharlo como castigo a su aberrante e injustificable actitud.  A lo mejor deberíamos, como sociedad, diagnosticarse y pensar en una cura a nuestros problemas de agresividad, impulsividad e intolerancia.    

Vivir con un trastorno psiquiátrico en Guatemala es como estar en medio del mar sin salvavidas y sin saber nadar, Lo triste es que, si por casualidad un barco llega el rescate, necesitarás de algo de efectivo para subirte.

Según la Encuesta de Salud Mental de 2010 uno de cada cuatro guatemaltecos mayores de 18 años ha padecido al menos un trastorno mental en su vida. De estos solo el 2.3% lo ha consultado con algún profesional de salud.

Datos disponibles de la Organización Mundial de la Salud indican que para el 2020, la depresión será la segunda causa principal de discapacidad en adolescentes y adultos. “La depresión contribuye de manera significativa a la carga global de enfermedad y afecta a todos sin distinción económica, étnica o de otro tipo”, reza el documento de la OMS.

En Guatemala es casi imposible salir ileso de un trastorno psiquiátrico. Si eres bipolar, tienes esquizofrenia o padeces de depresión, salud pública te condena a ir a ese lugar Re bonito del que alguna vez habló la presidiaria Baldetti.

Lo que no te dicen es que en el Federico Mora te dan consulta pero no terapia. Con un poco de fortuna te ofrecerán medicación a bajo costo, pero muchas veces estos fármacos están vencidos, por lo que el paciente se medica por propia cuenta y riesgo.

En lo privado una consulta de una hora exacta, en psiquiatría cada segundo vale, puede costar entre Q500 hasta Q1 mil. Si tu trastorno lo amerita debes asistir cada 15 días. Los psicólogos cobran menos pero tienen un margen de maniobra reducido, pues no te podrán medicar aún si tu condición patológica lo amerita.

Conozco a alguien que tiene un trastorno psiquiátrico, lo diagnosticó hace algunos años y hasta hace poco pudo acceder a una terapia y medicamentos. Es una persona de talentos, amable e inteligente, aunque por su condición, alguna vez haya pensado que, ser atropellado no es tan mala idea y que incluso este extremo podría ser un bálsamo a sus problemas.

“Estar loco es de genios”, le dijo su psiquiatra para alentarlo a seguir adelante. El presupuesto para su enfermedad es de Q1, 300 de sus gastos fijos, monto nada despreciable y que muy pocos podrían costear.

Por su menté se atravesó la posibilidad de acudir al Federico Mora, pero sin terapia no podrá salir adelante, así que el tratamiento privado es de momento su única opción.

Tener un problema psiquiátrico es como una hernia en el abdomen o padecer de un asma que heredaste de tus abuelos. La cabeza también se enferma pero en Guatemala hay poco acceso para curarla.

Menos del 1% de los egresos en atención sanitaria a nivel gubernamental están dirigidos a la salud mental. El Federico Mora es un lugar espantoso, los médicos privados cobran carísimo y ese ínterin la sociedad busca a las personas con trastornos psiquiátricos para aniquilarlas.

Es hora de invertir en nuestros locos, mientras nos olvidemos de la salud mental, los arrolladores de niñas, de policías municipales, los que se masturban en el transporte público, los acosadores, los violentos y los suicidas se apoderaran de las calles y todos estaremos en riesgo.




Ahora bien mientras hay dementes patológicos, también están los locos de ira ¿Habrá cura para estos últimos?

Texto elaborado en colaboración con mi esposa Susana Portillo. 

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