Entre diputados te veas, los otros ofrecimientos imagen

La segunda parte de una narración de los primeros días como diputado al Congreso de la República, en medio de los ofrecimientos de negocios.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Unas oficinas pequeñas y mal equipadas fueron asignadas a la organización partidaria a la cual representé en el Congreso. Una de ellas me correspondería a mí. Fue en ese espacio físico reducido en donde recibí la visita, esta vez de otro dirigente partidario, dedicado abiertamente a la construcción, que también había sido candidato a Diputado y que estuvo igualmente a punto de ser electo.

Te vengo a proponer el siguiente asunto (se trataba de utilizar la influencia del cargo para asignar obra pública a dedo) porque vos sos del partido y si llegaste, algo podemos hacer juntos y todos salimos ganando. Decime si estás o no estás dispuesto, porque si vos no aceptas aquí sobran voluntarios para entrarle al negocio”, me dijo en esa oportunidad.

El ciudadano en referencia venido a dirigente partidario, había dado muestras de tener capacidad económica y logró hacerse de un lugar en la dirigencia partidaria y de su distrito, lo cual le valió la candidatura como Diputado, reconociéndosele como un constructor de obra pública, sin embargo, era hasta esta ocasión, por lo menos conmigo, que abiertamente hacía el tipo de propuestas que estaba planteando.

Inmediatamente le manifesté mi negativa a su propuesta y le invité a no formularla nuevamente. Más adelante le vi arropado por la gente del partido oficial de aquél entonces, (muchos de ellos siguen siendo diputados) y en un cruce de corredores socarronamente me dijo: “Te lo dije: aquí sobran voluntarios”.

“Lo mío aquí es el negocio”

En otra ocasión también recibí por parte de un Diputado distrital experimentado, adentro del Hemiciclo Parlamentario, una “invitación” en el mismo sentido de las anteriores. “Veo que estás trabajando duro,” me expresó. “Yo no pretendo estar presentado iniciativas de ley o haciendo fiscalizaciones, lo mío aquí es el negocio, y si me das tu aval yo te puedo representar y ni color te vas a dar. No tenés idea de a quienes he representado”, me dijo.

“Yo me mantengo en el cargo porque mantengo una red de líderes comunitarios con quienes comparto lo que voy obteniendo acá, entonces todos estamos bien y felices y ellos me mantienen su apoyo. Hay que compartir no hay que ser chucho”, terminó expresándome. Como quien presume conocer bien un negocio. El susodicho diputado estuvo en el Congreso 20 largos y jugosos años, en el partido que le dio la gana estar, haciendo alianzas con los partidos gobernantes las veces que quiso.

Estas escenas, son de conocimiento general y el común de los mortales sabe que así funciona el Congreso de la República, no de ahora, sino de siempre. Pero nunca es lo mismo escucharlo que vivirlo en carne propia.

En lo que a mí respecta, como parte de una bancada minoritaria primero, y luego como Diputado Independiente con agenda y posición bien definida, me tocó ser testigo de las peores prácticas corruptas y contrarias a los intereses nacionales, cometidas por todos los Diputados de los partidos tradicionales y corruptos con quienes compartí en el Congreso de la República.

Mis conclusiones son bien sencillas: a) Ni un solo partido que haya gobernado o haya tenido relevancia se salva, b) El Congreso de la República debe ser sustituido por completo por la vía democrática porque tanto los actuales Diputados como los que han estado son parte del pacto de corrupción y de la traición a los intereses nacionales recurrentes en la historia nacional, c) Si un dirigente político se precia de tener dignidad, decencia y decoro no puede ser parte de esa partidocracia que tanto nos ha hecho. Esta es la razón por la cual nunca he aceptado ser parte de ellos y la que me empuja a crear alternativas diferentes, aun con el sistema y toda su perversidad en contra, y d) El problema es de sistema y solo cambiándolo a fondo podemos aspirar a un cambio de verdad.

Si bien es cierto no hay dirigente político de los partidos tradicionales y corruptos que se salve, en el anecdotario de mi vida quedará como referencia que compartí curul con cuanta fauna y flora haya sido posible, y en estas crónicas iré relatando experiencias puntuales con cada uno de ellos. Muchos de ellos (y deberían ser mucho más) hoy están en la cárcel, en el ostracismo y la ignominia, y aunque alguna vez hayan sido “exitosos políticos” porque ganaron elecciones, y nos descalifiquen ignorantemente porque no ganamos elecciones, en su corrupto y podrido sistema, la legitimidad y la solvencia ética y política sigue de nuestro lado. Seguiré caminando a pie, libre y con la frente levantada esté en donde esté. Este es el galardón que puedo presumir y el que en futuros tiempos el ciudadano de a pie sabrá valorar.

Todos los lobos de mar de la política guatemalteca, son tan responsables de la situación y ellos lo saben porque han convivido, han sido parte y han consentido esta forma corrupta de tergiversar la política.

“Se ponen chuchos”

Mi plática sobre el tema con el Diputado Efraín Ríos Mont me lo dejo claro. Advertida cual era mi posición en cuanto a la oposición a la corrupción legislativa y los actos deleznables de la gran mayoría de diputados, en una charla dentro del Hemiciclo parlamentario Ríos Mont me expresó: “Lo que usted propone es lo correcto, el problema es que el sistema no permite hacer lo que usted propone, así debería de ser, pero su método es equivocado. Ahora también parte del problema es que a los muchachos se les va la mano, porque, -señalando la bolsa de su pantalón- la mitad debería quedarles y la otra mitad hay que repartirla, pero se ponen chuchos y el pueblo un día de estos los va a sacar”. Así justificaba políticamente el referido personaje las prácticas de corrupción, pero también así cuestionaba al abuso del método. Y así es la política guatemalteca indefectiblemente.

Conocí a José Efraín Rios Mont en 1,982 cuando fruto de un golpe de Estado asume la Presidencia e implementada la nueva estrategia militar el Ejército decide instalar un destacamento militar, posteriormente convertida en la zona militar 302 en la Alameda, Chimaltenango.

Yo tenía 14 años y cursaba el segundo básico en la Escuela Normal Pedro Molina a la cual pertenecían dichos terrenos. Fui de los estudiantes que se opuso y que marchó para que el Ejército nos devolviera los terrenos, y soy testigo de que a fuerza de tanques y fusiles nos regresaron a la altura de Sumpango, en el departamento de Sacatepéquez.

Calmada la rebelión estudiantil, en el antiguo comedor de la escuela, un hombre con rostro adusto, vestido con traje militar de fatiga, con las manos atrás y la mirada amenazante, acompañado de cuanto militar se podía, estaba pasando frente a los ojos de los estudiantes, todos reunidos a la hora del almuerzo.

Allí estaba este escribiente y lo tenía frente a frente. Era el mismo Rios Mont en persona, quien habiendo visitado la base militar, decidió ir a “visitar” la escuela y que mejor que encontrándonos todos reunidos a la hora del almuerzo.

Tenía 14 años y francamente no me dio miedo, solo me molesto verlo armado hasta los dientes, rodeado de cuanto militar había y la arrogancia con la que caminaba (aunque no sé si me molesto más ver la zalamería de las autoridades y la actitud servil de muchos estudiantes). Entonces mi única forma de expresarle mi rechazo y desagrado fue ignorándolo y cruzar las piernas sobre las bancas del comedor. Su voz ronca y gritona, y además autoritaria si me quedó grabada: ¡Hay que mejorar la alimentación, este hasta manchas en la cara tiene, se nota que están mal alimentados y hay varios así!

Hoy teníamos una conversación adentro del Hemiciclo parlamentario (y serían muchas), su voz ya no era la voz altisonante y ruidosa, ni siquiera la voz de cuando fue Presidente del Congreso cuantas veces quiso, hoy le estaba escuchando la voz de la decadencia, del fin de la jornada, y los dos éramos Diputados y nos tratábamos de igual a igual.

Desde un inicio de la legislatura decidí no saludarlo como la mayoría de diputados lo trataba: general, mi general, Presidente, gran líder, etcétera, etcétera. Yo durante toda la legislatura únicamente lo traté como Diputado obteniendo de él igual trato. Es una forma de dignificar también y de respetarse así mismo.

De algo estoy seguro, tanto el poder económico de acuerdo a sus intereses como los partidos políticos tradicionales han justificado la corrupción como parte del sistema, y sin rubores ni resentimientos mínimos han sido parte de ella.

Ellos saben que el Congreso y sus Diputados así son, y así les conviene que sean, simple y sencillamente porque les conviene garantizar la continuidad de su proyecto político y económico.

Yo me resisto a ello y a pesar de todas las adversidades, sigo esperando que en apego a la justicia, la verdad y el respeto a la dignidad de los guatemaltecos, llegue el momento en que se someta a la justicia y al Estado de Derecho a todos los responsables de estas aberraciones a la que nos han sometido desde la 9 a. avenida, y de lo cual no quise ser parte. No solo doy fe por mi paso en el Congreso de la República, durante la legislatura 2008-2012, sino también lo denuncie en su oportunidad.

Estoy seguro de que la gran mayoría de guatemaltecos, que es gente honrada y trabajadora, sueña con esa justicia y reclama un país digno. 

Blog el Congreso desde sus entrañas: por Aníbal García




Abogado, diputado al Congreso de la República en el período 2007-2011. Candidato a la Presidencia de la República en las elecciones de 2015.

Vea sus columnas aquí

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte