En el Congreso hay águilas imagen

En el Congreso no solo hay una buena cantidad de águilas “tishudas”, sino loros que vuelan con todo y jaula, que se las saben todas de cabo a rabo. Ellos se han impuesto durante los últimos 31 años.

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La dinámica legislativa: en el Congreso no solo hay una buena cantidad de águilas tishudas, sino loros que vuelan con todo y jaula, que se las saben todas de cabo a rabo…Y ellos se han impuesto durante los últimos 31 años.

Uno de los temas más difíciles de comprender para los pocos diputados de diferentes tendencias que llegan al Congreso de la República, con la voluntad de aportar y con buenas intenciones, es el funcionamiento de la dinámica legislativa y la consecuente imposición de la agenda legislativa. Es más, existen diputados de larga trayectoria que se han enquistado en el Congreso de la República y que a pesar de los años no manejan ni conocen esta dinámica y no llegan a manejar –ni de broma– los vericuetos y entuertos que contiene la Ley del Organismo Legislativo y la Constitución Política de la República. En cuanto a la labor legislativa, hasta terminan siendo víctimas de bullying legislativo por su evidente desconocimiento en esta materia.

Sin embargo, es fundamental tomar en cuenta que en nuestro Congreso, como en cualquier Congreso del mundo, las que deciden son las mayorías y esto debe ser incuestionable, aunque nos desagrade. Por lo tanto debe considerarse que no es lo mismo ser integrante de una bancada pequeña de consecuente peso limitado en la toma de decisiones, a ser integrante de una bancada mayoritaria con poder de decisión, que además puede ser la bancada oficial o la que dirige la Junta Directiva. Esto es incluso peor al ser diputado independiente.  

Aunque en una Democracia real y representativa (y en una sociedad como la nuestra el perfil profesional no debe ser parámetro para optar a un cargo en todos los ámbitos, pues esto sería un contrasentido democrático, y debe ser tarea de los electores la exigencia y escogencia de los perfiles adecuados) es evidente que una formación profesional sólida acompañada de una experiencia laboral especializada y responsable, aunado a un compromiso ético con los intereses generales y de las mayorías, sí puede determinar la calidad de la actividad parlamentaria. 

Pero debe quedar claro: la capacidad profesional, académica y técnica no implica automáticamente la garantía de una actividad parlamentaria identificada con los intereses generales, ya que, como ha quedado demostrado, altos perfiles profesionales y reconocidas trayectorias académicas han servido y han garantizado desde adentro del Organismo Legislativo el mantenimiento del status quo, los privilegios y el sistema imperante. Esto porque en muchas ocasiones han sido designados por los detentadores del poder para cumplir ese papel, y en otras por las traiciones a los principios y las causas que se han enarbolado tan comunes en esta tierra de infieles. 

Punto y aparte merecen las prácticas mafiosas, corruptas, entreguistas y traidoras al interés general y a los intereses de la nación que hemos visto a diario en el Organismo Legislativo, pues estas prácticas deben tenerse como un contrasentido de la actividad parlamentaria. Aunque, para desgracia nuestra, de estas prácticas no hay partido político que se haya salvado. Han caído en ellas toda clase de diputados, sin importar procedencia social, sector representado, factor ideológico o supuestos pedigrís.

Es de reconocer que muchos de los diputados que han usurpado la democracia, cambiándose en nuestras narices de partido en partido durante casi 16 años, amparados en prácticas corruptas y contrarias al interés nacional, tienen un amplio, variado y hábil conocimiento de las leyes relacionadas con la actividad legislativa y, por consiguiente, también de la dinámica legislativa. 

Estos son los hacedores de magia negra en el quehacer parlamentario, responsables directos de que, muchas veces, en cuanto a las iniciativas de ley entren ratones y salgan camellos o verdaderos esperpentos. 

 Ellos saben, cuáles son las comisiones claves y trascendentales y toman control de ellas, cómo manejar el traslado de las iniciativas a las diferentes comisiones, mandado algunas iniciativas deliberadamente a comisiones de trabajo a las que se les conoce como cementerios legislativos (ya se sabe que su destino es morir porque nunca se emitirá un dictamen con relación a dicha iniciativa), manejan a su sabor y antojo la junta de jefes de bloque, conocen cómo proponer e imponer una moción privilegiada para alterar el orden del día y son expertos en modificarla, e incluso son amplios conocedores de los alcances y lo que puede lograrse con un fondo de revisión… y eso no es poca cosa. 

Por esta razón insisto en que una de las claves para poder desempeñar una buena, responsable, fructífera y genuina labor legislativa es el conocimiento de las leyes, especialmente de la Ley del Organismo Legislativo y la Constitución Política de la República de Guatemala.

Aun así, un solo diputado, amparado en su conocimiento de la dinámica legislativa y las leyes –aunque finalmente resulte mayoriteado–, con agenda bien definida, actitudes valientes y decididas, así como claridad y compromiso con los intereses generales puede ser capaz de incidir en la agenda legislativa y en general en la actividad parlamentaria, aunque debe tenerse la claridad de que siempre se van a imponer las mayorías.

Los que llegan a conocer la dinámica legislativa y a utilizar hábilmente la ley del Organismo Legislativo tratan de sacar ventaja por todos lados y en cualquier momento. Ejemplo de lo anterior fue la acción encaminada por el exdiputado Mariano Rayo, de reconocidas tendencias y cercanías, así como conocimientos y habilidades, quien en la segunda sesión de la legislatura en la que me correspondió ejercer como diputado (14 de enero 2008-14 de enero 2012), sabiendo del desconocimiento de la mayoría de diputados electos para dicho período –90 diputados nuevos–, sobre una Ley General de Seguros que él impulsaba, y con notorios intereses, quiso sorprender al pleno incluyéndola en la orden del día para su aprobación en tercera lectura, por artículos y redacción final. 

Esta acción o estrategia del referido diputado forzó a más no poder mi participación en el pleno, apenas en la segunda sesión, toda vez que tuve que constituirme en el opositor a la aprobación de dicha ley en la forma en que él pretendía, forzando entonces a una discusión más responsable y fundamentada, logrando por fortuna el apoyo de la mayoría de bancadas. 

Fue mi primera disputa legislativa –habrían muchas otras, unas ampliamente conocidas y otras nada difundidas–, pero la lección estaba aprendida: “En nuestro Congreso, y seguramente en otros, no se vale pestañear, mucho menos dormirse, porque los que están acostumbrados a meter goles a diestra y siniestra, golitos o golazos, los hacen al inicio, al medio o al final, sabedores de que tienen el poder de su lado”. 

Mi deseo por defender la causa en la que creo me empujó a fijar posición, aun en solitario, en muchas causas, pero en este caso, el solo hecho de saber que quien impulsaba dicha ley era ni más ni menos que Mariano Rayo, no por casualidad presidente de la Comisión de Economía, era motivo suficiente para empezar a fijar posición y marcar la cancha de mi actividad legislativa.

Está claro que en cuanto a la aprobación de leyes poco se puede hacer frente a las mayorías parlamentarias, y tomando en consideración que mi labor legislativa la hice en franca minoría e incluso muchas veces en soledad, pretender hacer valer mis ideas y propuestas programáticas era un atrevimiento. No obstante, sería en la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales, en la cual fui vicepresidente en tres ocasiones, en donde aportaría decididamente en una agenda en específico: EL FORTALECIMIENTO DE LA JUSTICIA, LA LUCHA EN CONTRA DE LA CORRUPCIÓN Y EN CONTRA DE LA IMPUNIDAD. 

Allí, en esa comisión y en esa legislatura, se enarboló este debate y se empezó a construir todo el andamiaje que hoy da sustento a la lucha franca y abierta que realiza el Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Fue esta comisión la que trabajó junto con el primer Comisionado, el español Carlos Castresana, en sentar las bases de esta lucha que no debe parar. 

Rescatable, importante y fundamental es referir que ese esfuerzo no fue individual sino que fue fruto del trabajo sostenido y constante de un grupo pequeño de diputados de diferentes tendencias y posicionamientos, que en la práctica constituimos a dicha comisión en la más destacada de dicha legislatura. Allí aporté decididamente y los frutos de ese esfuerzo y trabajo están a la vista. 

BLOG EL CONGRESO DESDE SUS ENTRAÑAS: POR ANÍBAL GARCÍA




Abogado, diputado al Congreso de la República en el período 2007-2011. Candidato a la Presidencia de la República en las elecciones de 2015.

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