Cada vez es más frecuente encontrar casos de perfectos desconocidos que se vuelven celebridades gracias a internet. Estamos en los años de los Influencers.
Según algunas fuentes, la práctica publicitaria de apalancarse de la influencia de personalidades empezó en el Siglo XIX, y podría rastrearse desde los inicios de la publicidad como la concebimos hoy.
Imagínate que estás en el Siglo XVI y oyes una trompeta a media plaza. Todos los aldeanos voltean a ver, y es un pregonero que viene a anunciar un edicto del rey.
Este anunciante generaba una audiencia en base a su poder de llamar la atención.
Varios siglos después, continuamos prestándole atención a esas personas que tienen algo que decir, que tienen un mensaje.
Pero hoy, ya no es un mensaje del rey, sino de una marca. Y el que lleva el mensaje, ya no es un pregonero, ahora le llamamos influencer.
Una de las características de la era del internet, es la democratización de la comunicación. O dicho de otra forma, antes del internet, la comunicación fluía sólo en un sentido: desde la marca hacia los consumidores.
Pero internet trajo consigo una cantidad de canales de comunicación, empoderando a los usuarios para volverse emisores, y no sólo receptores.
Ante esta inmensa ola de tuits, fotos y videos, sería imposible discernir qué es relevante y qué no. Por eso los influencers son esos puntos de referencia, que dictan “lo que se ve bien”.
Y con esta idea no quiero implicar que los influencers se limitan a promocionar productos como ropa o accesorios. Lo que se ve bien, en un sentido más amplio: lo que se ve bien ante la sociedad.
Dicho de otra forma, los influencers le dicen a la sociedad cómo ser aceptados por la misma sociedad.
Estamos siendo testigos del surgimiento de la cultura de los influencers digitales.
Si bien desde hace mucho tiempo, las marcas se han valido de las celebridades e íconos de la sociedad para impulsar productos, este estatus de “celebridad” ahora no está restringido para actores y deportistas famosos.
¿Qué se necesita para ser influencer?
Esta es una pregunta que me hicieron durante una conferencia y aunque no tiene una respuesta sencilla, lo podemos resumir en esto: audiencia.
Nadie se levanta una mañana y dice “voy a ser influencer”. La audiencia es algo que no se compra ni se consigue de la noche a la mañana.
Las personas que se vuelven influenciadores primero se preocuparon por nutrir una comunidad de seguidores que empezó con unos pocos seguidores, pero que hoy supera los 5,000 seguidores en la mayoría de los casos.
Y para construir una audiencia, se necesita mucho contenido interesante.
Cuando pensamos en el término “influencer”, solemos relacionarlo con la industria de la moda. Pero toma en cuenta que también puede haber una influencia de pensamiento político, una influencia espiritual, ideológica o incluso deportiva.
Este es el caso de Mister Chip, el experto en análisis deportivo basado en datos.
Pero en Guatemala, la cultura de la influencia también se ha vuelto una tendencia notoria en las redes sociales.
Personalidades como:
José Ibarra (@spottedbyj)
Stephanie Moreno (@stmuze)
Anika Gonzalez (@trendswitha)
Son sólo algunos de los casos de Guatemaltecos que se volvieron referentes de las masas digitales (y las marcas lo saben).
Si bien esta interacción entre estas personalidades del submundo del like y marcas no es algo nuevo, cada vez vemos más casos de perfectos desconocidos para los medios tradicionales que se vuelven estrellas porque han logrado construir una audiencia, un followership que les escucha, porque se han vuelto referentes.
Una vez más, estas personas se vuelven referentes porque han identificado el tipo de contenido que la sociedad busca.
¿Remplazará el marketing de influencers a la publicidad tradicional?