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Se ha creado un dilema entre el servicio que ofrecen los taxis rotativos y la aplicación Uber. Quizás ¿ya llegó el momento de valorizar al usuario?

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EL USUARIO ¿MANDA? Por Guillermo Monsanto

Guatemala es un país que, como Macondo, resuelve sus cosas fundamentales dentro de una realidad paralela. Quizás sería mejor sugerir que “para lelos”. La gran utopía la encabezan las instituciones de gobierno… de todos los tiempos. Lo que hacen, lo que enredan y lo que determinan desde sus puestos burocráticos, entra en el campo del terror. Estos políticos, aunque algunos digan que no, nos representan a todos, si no ¿por qué deciden por todos? Y por ello, aunque algunos griten a todo pulmón que no es verdad, también son un reflejo de la sociedad que los mantiene entronizados. Hay un refrán que reza que “tanto peca hechor como consentidor” y, en este sentido, la población guatemalteca es la gran cómplice de que las cosas no evolucionen. La tolerancia es una forma de complicidad.

El desorden que vive el país ha llegado a niveles insospechados. Están tan revueltos los conceptos relativos a los valores que, en el presente, los victimarios son considerados las víctimas y estas, sus verdugos. La pereza, desidia, irresponsabilidad, entre otros muchos males, campean encarnados en los distintos escenarios posibles. El de los servicios, por ejemplo, es uno de ellos. Abundan las entidades públicas y particulares que atropellan la dignidad de sus usuarios. Y estos, como borregos, agachan la cabeza mientras se les trasquila, sin ningún pudor. Mientras tanto, la energía negativa sigue creciendo y, con ella, la impunidad.

El pasado 27 de agosto, los taxistas se dieron la libertad de paralizar gran parte del país. Lo mismo han hecho otras organizaciones con distintas consignas reclamando sus derechos. Sin embargo, muchos de los truhanes, porque no son otra cosa, no se han parado a pensar por qué la aplicación Uber los tiene en la línea de la extinción. Aunque no se puede generalizar, hay algunas organizaciones delictivas que trabajan encubiertas como taxis. Las historias de asaltos dentro de las unidades son muchas. Los transeúntes de las zonas 9, 10, 11, 13, 14 y 15, desfilan entre los más afectados por la ola delincuencial relativa a este medio de trasporte. Ni se digan los camellos que trasiegan a domicilio sustancias ilícitas, cuyos consumidores, por supuesto, los celebran como una gloria de la posmodernidad. Sin embargo, hay un buen sector que trabaja, pero ¿qué ofrecen a cambio? Los vehículos ¿están limpios? ¿cumplen en realidad con las normas de urbanidad que el cliente merece? ¿Son gentiles? ¿Toman las mejores rutas? 

Uber les está comiendo el mandado, sí, pero no es porque sea la aplicación malvada de la historia. Es porque no está especulando con los precios y, porque, en realidad trata al consumidor como si fuera un rey. De otro modo, le quitarían el derecho de ejercer dentro de la multinacional compañía. El hecho de utilizar una sugerencia de tarifa reducida, da una tranquilidad que otros transportistas no consiguen. El saber que uno va dentro de un coche monitoreado, al que se le puede dar un seguimiento después del servicio, también. Creo, como usuario satisfecho, que Uber supera con creces las expectativas que otros medios similares no ofrecen. Quizás a los taxistas les llegó el momento de evolucionar, depurar las mafias infiltradas y ponerse a la altura de las circunstancias.  De hecho, ese día, Uber me llevó sano y salvo, por una vía alternativa a mi trabajo.  

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