El problema con el feminismo imagen

Tratando de nivelar la balanza, corremos el riesgo de desnivelarla para el otro lado.

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Recién vi una historia en el instagram de la famosa actriz Maisie Williams donde decía entre otras cosas, que si no eres feminista estás invitado a dejarla de seguir. Ella no es la única. Los y las feministas no quieren tener nada que ver con quienes no se identifiquen igual.

Según como es planteado, el feminismo no es opcional. Tienes que ser feminista si quieres ser justo y si estás a favor de la equidad. No hay otra manera. Allí encuentro el primer problema: el feminismo no es planteado como una invitación sino una obligación. Y quien no se defina a sí mismo como tal, es rechazado socialmente. En esencia, muy parecido a una tiranía. No sirve de nada ser feminista si tu corazón continúa segregando y degradando al que piensa diferente.

La represión también es real. Puedo ver a mujeres reprimiendo las opiniones de los hombres en asuntos que consideran feministas. Pareciera ser que el feminismo tiene lugar para hombres adocenados a un liderazgo femenino, en lugar de hombres empoderados al lado de mujeres empoderadas. Como mujeres feministas, podemos llegar a reprimir de la misma manera que hicieron los hombres, inclinamos la balanza hacia el otro lado dando como herencia la desigualdad que heredamos nosotras. No nos sirve de nada tener líderes mujeres si el corazón no ha perdonado de verdad.

El feminismo también se representa como una rebelión. En esta lucha, la búsqueda de equidad se va desvirtuando al punto de convertirla en venganza. El problema con la venganza es que hasta que no aprendamos que representa una desigualdad, no vamos a lograr la equidad por la que tanto luchamos. La equidad representa un equipo, no una rebelión. De nuevo, la situación del corazón sale a relucir: más nos vale una escandalosa cultura de perdón que de revancha.

La desmasculinización del lenguaje es el clásico fallo en el argumento forma versus fondo. Bien podemos todos decir “útera” y “cuerpa” para insultar a las mujeres, degradarlas y abusarlas. El fondo es más importante que la forma. No sirve de nada cambiar el lenguaje si no cambiamos el corazón.

Para cambiar el corazón, la rendición de cuentas es fundamental en este proceso, pero no se separa del perdón. En esta época de transición, como mujeres tenemos la responsabilidad de heredar una cultura saludable al mismo tiempo que sea justa.

En lo que falla el feminismo es que no está dispuesto a formar equipo con los hombres, sino a doblegarlos de la misma manera que se hizo con nosotras tiempo atrás. La única manera en que la balanza estará nivelada para encontrar equidad es a través del perdón, de la reconciliación y del trabajo en equipo. No se trata de “defender a los hombres”. Debemos tener la capacidad de otorgarles toda la gracia que ellos no supieron otorgarnos a nosotras durante tantas generaciones.

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