El poeta oscuro sentado en la barra imagen

Escribir sobre alguien que se ganó un altar en la historia de la música siempre es algo muy difícil. Me da la sensación que ni las teclas de mi computadora, y mucho menos los dedos que las pulsan,

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Escribir sobre alguien que se ganó un altar en la historia de la música siempre es algo muy difícil. Me da la sensación que ni las teclas de mi computadora, y mucho menos los dedos que las pulsan, son dignas de hacerlo.

Pero en este espacio no pretendo hacer ningún tipo de disertación filosófica o al menos no del todo. Al contrario, solo prentendo escribir como un fan que se sigue maravillando por la buena música, y que celebra el nacimiento de un buen disco.

El espacio en blanco ciertamente luce insignificante al escribir sobre quien fuera Leonard Cohen. Poeta, escritor y compositor que nació en Westmount, Quebec Canadá. Para quienes conocieron la inmensa trayectoria de Cohen compartirán mis sentimientos encontrados al saber que nos ha dejado y a la vez el regocijo de saber que este caballero antes de partir nos dejó con una joya musical a manera de despedida -su nuevo álbum-: You Want It Darker.

Ciertamente antes de escucharlo, muchas cosas pasaron por mi cabeza; es decir, pensaba sobre ¿qué me iba a hablar Cohen a través de su música esta vez? Tenía un leve presentimiento que resultó volviéndose realidad… y que era justamente lo que quería escuchar, de un hombre en esa etapa de su vida, antes del final.

Al darle play me vi sentadoen una mesa de algún tugurio oscuro y lleno de humo en el sótano de un edificio antiguo de Nueva York. Si la escena fuera cierta, yo hubiera estado sentado en la barra, ahí vería como una figura de sombrero vestida de negro entraría a paso lento, y con todo el tiempo del mundo se sentaría a mi lado. No esperaría un «¿Hola como estás?» jamás.

Pienso que Cohen no era de ese tipo. Solo haría un gesto con la cabeza a manera de saludo. Pediríamos dos bourboun y chocaríamos suavemente los vasos. Acomodaría su sombrero a su lado y seguramente me daría esa mirada de ¿qué es lo que me quieres preguntar? Honestamente no sabría como empezar. ¿Qué pregunta sería lo suficientemente buena o inteligente para alguien como Cohen?

¿Qué se siente tener tantos reconocimientos importantes?, ¿Qué opinas del Nobel de Dylan? o ¿Cómo ves el panorama de la música ahora? Seguro a Cohen le importaba una mierda todo eso.

Talvez lo único que le hubiera preguntado hubiese sido algo como ¿Nos estás empezando a decir adiós con este disco Leonard? Y tristemente ambos sabríamos la respuesta de esa pregunta.

Porque al escucharlo me dió la impresión de escuchar a un Cohen sin miedos a hablarnos sobre la resignación, la vejez y a platicarle de frente a la muerte, como dos viejos amigos porque saben que pronto se van a encontrar. Creo que no es fácil digerir un disco como éste. Y no me refiero a la parte técnica, las composiciones o las melodías. Gente de la talla de Alison Krauss y el coro Shaar Hashomayim Synagogue colaboraron con Cohen para darle un toque aún más hermoso a este álbum.

Cuando hablo de que no es sencillo sumergirse en él, me refiero a que este disco es de esos que nos enfrentan a nuestros propios cuestionamientos, a nuestra propia existencia, a obligarnos a contestarnos esas preguntas, que como buenos pusilánimes que somos, preferimos hacer a un lado.

Porque esta vez Cohen nos recuerda con frases certeras sobre nuestra finitud (muchas veces barata). “As he died to make men holy, Let us die to make things cheap”.

Cuando terminé de escuchar esas 9 canciones, que son una especie de ofrenda por parte de Cohen, un obsequio a la humanidad sin esperar nada a cambio, me confirmó algo que siempre he creído: la belleza que radica en el lado menos luminoso de nosotros.

Me quedé con la sensación de que seguía sentado en la barra de ese bar imaginario. Con ganas de más bourboun y con demasiadas preguntas por hacer, pero que, simplemente, era incapaz de articular. Y que a pesar de eso, Cohen seguía sentado a la par mía sin decir una palabra, sabiendo sobre el conflicto interno que me cargaba con cada sorbo.

Él daría el último trago, aclararía su garganta y tomaría su sombrero, dejaría unos billetes para pagar su bebida como el caballero que era. A lo que yo haría un gesto a manera de decirle que los tragos van por mi cuenta. Seguro sonreiría levemente y vería salir su silueta por la misma puerta por donde entró para no volver más.

Esa sería la forma en la que estoy seguro que Leonard Cohen se hubiera despedido de mí. Solo su sabia presencia debió hacerme encontrar en silencio todas las respuestas a esas interrogantes que a mí, y a todos, nos dan vuelta por la cabeza. Y al encontrarme de nuevo solo y a oscuras, me pediría un bourboun más y solamente me quedaría con la sensación de saber que nunca más podré escuchar de nuevo tan de cerca la voz de Cohen… o debería decir la voz de Dios.

Para escuchar: You want it Darker, Traveling Light, Leaving the Table, It Seemed the Better Way, Steer Your Way, Treaty, On the Level.

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