El comisario va a la Universidad (4a. parte) imagen

Encontraron un número que aparecía en casi todos los teléfonos. Se trataba de un prepago con GPS, que lanzaba señal desde la cárcel de Pavón.

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Los estudiantes permanecían sentados como para recibir clases. Wenceslao parecía el profesor titular; Enio y Fabio, sus auxiliares. Explicó a los virtuales licenciados de sus sospechas y de la probabilidad de que alguno más podría morir en circunstancias “extrañas”.

Les solicitó, como si fuera un examen, que escribieran situaciones raras; cualquier situación fuera de lo común, con cada uno y con los fallecidos. A los 25 minutos recogieron los escritos. Salieron casi todos. Un estudiante se quedó. Wenceslao pidió a Enio y Fabio que lo dejaran solo. Conversaron durante 15 minutos. Al final, el estudiante, que se llamaba Donaldo Archila, se despidió, no sin antes solicitar protección.

Los tres policías leyeron los escritos de los estudiantes. Una relató que el día que murió Luis compartió sus últimos momentos de vida. Se tomó un té de limón, se despidió con un beso y al rato conoció de su muerte. Agruparon varias hojas, en las que expresaban haber recibido llamadas. Les anunciaban que habían ganado una lotería. Wenceslao cruzó miradas con sus detectives estrella mientras concluía que posiblemente se trataba de engaños, organizados por bandas o desde las cárceles utilizado para extorsionar a quien respondiera.




—¿Todavía tenemos al informante en la cárcel?

Enio se encargó de rastrear las llamadas recibidas a los celulares de toda la promoción, pero hizo énfasis en los celulares de los muertos. Conjuntó otro equipo de intervención telefónica, tras enamorar a una jueza que dio la autorización para usar “escuchas” con los “sobrevivientes”.

Encontraron un número que aparecía en casi todos los teléfonos. Se trataba de un prepago con GPS, que lanzaba señal desde la cárcel de Pavón. Enio se dirigió hacia el sitio para ubicarlo. En una hora se ubicó, junto a un equipo, incluido un hacker freelance.

Wenceslao había conversado varias horas con su hijo de 10 años para intercambiar información de programas de Disney. Seleccionó a cuatro estudiantes de la lista y los citó de emergencia. Había pedido a la rectora de la universidad que pospusiera la graduación, como una manera de prevenir otra muerte. Los estudiantes con nombres de Miguel, Plutón, Miriam y Clara Anabella confesaron que los llamaron para anunciarles premios. Les solicitaron que compraran varias tarjetas y que las cargaran al número indicado. Una voz imponente le dijo a Miguel: “tú sigues, querido Mickey”.

Wenceslao nunca había visto caricaturas, pero estaba claro que el clan Mickey Mouse iba a ser atacado. Todos necesitaban protección inmediata. Llamó a Fabio, quien terminaba la investigación sobre los perfiles de los internos de Pavón. Tras decantar instintivamente, se quedó con pedófilos, pervertidos y mareros. Todos se ubicaban en el sector 10. Uno de ellos, además, estaba acusado de secuestrar, violar y matar a una joven en el Occidente del país. Apostó por este último y tras conversar con Wenceslao, quedaron de reunirse en la prisión con refuerzos.

*

El operativo fue relámpago. Julia coordinó todos los permisos legales, avisó a un comandante del Ejército para que ubicara tanquetas en las afueras y alertó al MP. Enio avanzó con su equipo. Tras encontrar resistencia de los detenidos arrojaron bombas lacrimógenas, rompieron candados y se dirigieron hacia el mencionado sector. Wenceslao ingresó minutos después. Encontró agazapado a Enio, quien con altavoz pedía cese a las hostilidades de los reos. Se escucharon detonaciones. Luego, comenzó la acción. Los agentes de avanzada, protegidos con escudos, comenzaron a capturar a los internos del sector. La resistencia duró como media hora. Finalmente todos fueron reducidos al orden.

Cuatro reos del sector 10 fueron esposados y separados del resto. El comisario ordenó que solamente él, Fabio y Enio podían ingresar al sector. Cada uno se dio a la tarea de buscar evidencias. Wenceslao descubrió varias mochilas que en su interior portaban decenas de celulares. En una de ellas destacaba una lista de nombres y teléfonos, operaciones matemáticas de dinero producto de extorsiones y nombres de sicarios, con sus respectivas cuentas bancarias.

A Wenceslao le extrañó que los teléfonos y la carpeta con la información estuvieran tan a mano. Pudo tratarse de que los reos se enteraron de la requisa y preparaban deshacerse de ellos. Continuó con la búsqueda. Fabio lo interrumpió para mostrarle una computadora portátil, la cual, evidentemente había sido golpeada o lanzada al suelo para destruirla. Fabio sacó de su bolsa del pantalón varios USB, los cuales había encontrado entre los colchones y las TV.

El último en llegar fue Fabio, quien se acercó con una sonrisa como la de aquellos niños, que tras golpear la piñata, vuelven con una gran bolsa de dulces. Qué encontró, preguntó el comisario Pérez Chanán, quien presentía el valioso hallazgo de su detective.

—Son juegos de mesa, comisario. No tiene idea cómo estos cartones nos van a llevar a respuestas que desde ya nos estamos haciendo. Me parece que estos pollos están bien volados del coco, pues creo que tuvieron que estudiar mucho para escoger a sus víctimas, planificar tan sofisticadas muertes. Quién sabe hasta dónde iban a llegar.

—Comisario, me imagino que tanto usted como Enio también han encontrado armas punzocortantes, cocaína, mariguana y hasta licor en este cuchitril.

—Sí Fabio, pero todo eso no lo toquen. Dejémosle algo a los del MP. Localicen al hacker y me lo llevan de los huevos al laboratorio. Nos juntamos en dos horas. Buen trabajo muchachos.

El comisario y sus dos detectives se diluyeron entre los demás policías, soldados y miembros del ejército. Enio se dirigió al director de la policía, quien impaciente gritaba que el ministro lo iba a destituir por culpa de Wenceslao. Tras explicarle detalle a detalle lo que habían investigado, el funcionario tomó la batuta en todo el operativo y pidió que los cuatro reos del sector 10 fueran confinados en bartolinas separadas. Adujo que estaban siendo investigados por asesinatos que planificaron desde el penal.

Ilustración: Tenshi Arts 

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