Era un 20 de julio de 2017 cuando Mónica, con 32 semanas de embarazo, fue a su cita con el cardiólogo, presentaba presión arterial alta. La alarma fue que la enviaron de emergencia al hospital, los médicos decidieron que el bebé debía nacer en ese momento.
Ese día, Mónica y su esposo Jacobo celebraron la llegada de David, la felicidad cambió a los dos días por una enorme preocupación: David empezó a mostrar dificultad para hacer pipi y tuvo que ser operado para instalarle un catéter y someterlo a diálisis.
El procedimiento parecía no dar resultado, pero conforme pasaron unos días David, nombre hebreo que significa persona elegida por el Señor, pudo hacer gotitas de orina y mostró que sus riñones podrían funcionar.
Han pasado más de tres meses y el bebé ha sido sometido a dos operaciones, permanece con respirador y es alimentado por una sonda; se está a ña espera que sus pulmones se fortalezcan.
Aferrado a la vida
Cada día en el hospital es una lucha que David, El Valiente, gana; pero para Mónica y Jacobo una muestra de bondad de la familia, amigos, empresas y particulares que los apoyan con artículos para rifas, donaciones y otras actividades ingeniosas para que se puedan juntar los US$ 1,500 diarios que el hospital cobra para salvar la vida del bebé.
David, El Valiente, tiene una página en Facebook donde se puede consultar o dejar mensajes para apoyar a esta joven familia aferrada a la fe y que ha luchado por la vida de su bebe sin titubear. Se ha hecho rifas de comida; una empresa dio una bicicleta para la venta de números; catedráticos universitarios han donado lo devengado por algunas de sus clases y así se ha logrado recaudar, pero la cuenta sube conforme pasan los días.
Un traspié para ser superado
La historia de Mónica y Jacobo me recuerda una que viví hace 27 años. Mi hijo mayor nació de ocho meses presentó problemas en su hígado provocándole ictericia, además le dio bronconeumonía y en ningún momento tuve duda que no iba a salir avante a pesar de que estaba en la incubadora con tratamiento de fototerapia, ojos vendados, respirador y no sé qué tantas sondas. Supe lo complicado que fue cuando me encontré con el neonatólogo Carlos Montúfar, 20 años después y cuando vio a Rodrigo dijo: “Vos de verdad pensé que no te ibas a salvar”.
Por casi dos semanas estuvo en el mismo hospital que David, Nuestra Señora del Pilar, e igual que Mónica y Jacobo pensé de qué forma iba a pagar la cuenta. Un viernes como a las 10 de la noche recibí una llamada al hospital (no existían celulares) de un periodista que recibió, en mi nombre, un premio de prensa que había ganado llamado Galardón a la Excelencia Periodística de APROFAM, el cual consistía en un diploma y un reconocimiento económico; al día siguiente, el sábado, me dijeron que Rodrigo estaba sano y que le daban de alta. Me llevaron el cheque y lo fui a cambiar inmediatamente, cuando pedí la cuenta de hospital me sobraron 0.25 centavos. Los milagros existen.
Las personas de APROFAM monitoreaban los reportajes y yo en algún momento escribí “De la calma al llanto” para revista Domingo de Prensa Libre, reportaje que narraba los tratamientos de inseminación artificial que empezaban en Guatemala y del milagro de la vida para quienes tienen dificultad de embarazarse, así el jurado calificador me honró y nadie sabía lo que estaba pasando.
Sé que para los papás que atraviesan situaciones de esta naturaleza puede ser traumático, pero quiero dejarles un mensaje: no se den por vencidos nunca y al superar esta etapa se puede pensar en el futuro, yo pedí otra bebe que no tuvo ningún problema al nacer. Adelante Jacobo y Mónica son admirables.
David y Rodrigo, mi hijo, son milagros los invito a concretar milagros como este.
