Tengo un par de semanas fuera de Guatemala. Poco más de 14 días de andar por calles solitarias o transitadas, culturales y bohemias (estas últimas, pasaditas las 3 de la mañana); siempre, celular en mano, tomando fotos, escuchando mi música, o enganchado en mí ya más que avanzada aplicación de Candy Crush y ¿saben una cosa?… ¡Qué rico es sentirse seguro! Y no es que por estos lares no exista la delincuencia. Por lo general, si uno no hace imprudencias suele no meterse en problemas. Vivos hay en todas las sociedades.
Caminar implica observar y de coletazo, meditar. ¿Qué es lo que marca las sobradas diferencias culturales entre lo que sucede en Guatemala y los países civilizados de Europa? Acá también hay tráfico y existen los problemas de transporte. Me parece, sin embargo, que no hay caos. Y este no existe, porque una gran mayoría de ciudadanos hace lo que debe hacer. Son disciplinados. Y esto, creo que es una clave para progresar.
Aclaremos ideas. El turno, por ejemplo, cada quien lo respeta en el tránsito, la panadería, los restaurantes, el elevador, el teatro y esto suma al orden y la concordia. Son muy pocos los que tratan de pasarse de listos y por lo general, los que lo intentan, son puestos en su lugar airadamente. El orden es cuestión de todos. Transitar sobre un paso de cebra es un lujo. Los conductores, conformes o no, paran y ceden la vía estoicamente. Me parece curioso, España es el refugio de muchos latinoamericanos que han tenido que abandonar sus países de origen y, acá, se asimilan gozando de beneficios que no existen en nuestras tierras con solo respetar las reglas.
No es que todos los españoles sean cultos. Aun así, la cantidad de jóvenes que leen en el metro, en los parques, en los cafés, resalta a la vista. Las grandes cadenas de librerías venden en papel y digitalmente, cantidades representativas de literatura clásica y contemporánea. Aunque habrá quienes se decanten por la autoayuda, que no es mala, muchos alimentan su imaginación con buena literatura y con ella ponderan su capacidad de abstraer. De allí que sea algo muy raro cosas como la destrucción del patrimonio.
Algunos guatemaltecos fluyen sobre un enorme problema disciplinario. La basura chapina arrastrada por los ríos hacia Honduras y México es de proporciones inconmensurables. Lo que pasó en Quetzaltenango y su emblemático río, en el primer chubasco de la temporada, paraliza cualquier ánimo. El daño ecológico a los lagos procurado por la industria, los vecinos de la capital y las aldeas que la rodean, son el claro reflejo del carácter destructor de una sociedad inconsciente con sus responsabilidades.