¿Cuándo fue la última vez que te dejaste sorprender?  -Blog: El vuelo del colibrí imagen

Tenemos cada vez más opciones: de qué comer, de qué ponernos, de dónde divertirnos. Y aunque tener tantas opciones nos da libertad, también puede disminuir nuestra felicidad.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

El psicólogo Barry Schwartz, autor de La Paradoja de la Elección, nos dice que cuando tenemos demasiadas opciones para elegir, nuestras expectativas pueden elevarse al imaginar que entre tantas opciones “debe haber una perfecta”. Y ante expectativas más altas, -explica Schwartz- se hace más difícil que nos sintamos satisfechos con la opción que elegimos. Entonces, ¿qué recomienda? En uno de sus videos, el psicólogo dice que una “receta” para la felicidad es tener expectativas bajas. No estoy de acuerdo con ese consejo, porque me gusta tener expectativas altas (tema para otro blog); pero el estudio de Schwartz me deja algo muy valioso: me recuerda la importancia de “dejarme sorprender”. Y esto trae a mi mente la pregunta: ¿cuándo fue la última vez que me permití ese placer -quizás infantil- de recibir una sorpresa?

Tengo una agenda que lleno compulsivamente. Sé que el lunes llevaré a mis hijos a una cita médica, sé que el miércoles tengo una reunión de trabajo, sé que el jueves iré al supermercado. Adoro mi agenda porque me permite organizarme, me ayuda a manejar mi tiempo y hace que mi vida fluya sin tropiezos. Pero me doy cuenta de cómo la agenda también reduce mis oportunidades de recibir sorpresas como las que recibía cuando era niña y mi mamá me llevaba a la pastelería sin tener un plan. Con la nariz pegada a la vitrina de pasteles, elegía formas y colores que se convertían en una cosquilla en mi paladar. Un pastel perfecto: esa sorpresa que mamá me regalaba sin razón alguna, solo porque sí.

Hace años que mi inseparable agenda hace que mi vida sea eficiente y ordenada. Y hace demasiado tiempo que esa misma agenda hace que mi vida sea un poco monótona y quizás aburrida. “¿Cuando fue la última vez que me dejé sorprender?”, me pregunté al pensar en las conclusiones de La Paradoja de la Elección. Tal vez fue en noviembre, cuando estuve de viaje… parece tan lejano. ¿Es posible que en todo el 2017 no me he dejado sorprender? Me avergüenzo al confesarlo; y me propongo enmendarlo.

Tengo ganas de hacer algo por primera vez: redescubrir la magia de mi cuidad, dejarme sorprender.




Pido un Uber. Hace tiempo que tengo la intención de hacerlo, pero el miedo a lo desconocido o la comodidad de la rutina me lo han impedido. Hoy es el día: mi primera vez. En el camino me siento cómoda, tal vez un poco rara, pero bien. Sí, me siento bien. Cuando yo manejo, el tráfico y la lluvia me causan estrés. Hoy, mi mirada es diferente: mi Uber con olor a cuero y a carro nuevo me lleva lentamente. Y este tiempo es mío. Saco el celular y empiezo a escribir este blog. Hago una lluvia de ideas y parecen caer sobre mi mente tan rápido como las gotas en la ventana. Chateo con mis amigas y les cuento que me estoy saliendo de la zona de confort, que estoy haciendo mi primer viaje en Uber y que voy a Cuatro Grados Norte a almorzar. Recibo “thumbs up”, recibo aplausos y me descubro sonriendo. Me voy sintiendo liviana, sorprendida y feliz.

Llego al restaurante. Afuera, la lluvia moja el adoquín; pero aquí, suena el ritmo de “tambor, tambor, tambor de la madre tierra…. oye abre tus ojos, mira hacia arriba, disfruta las cosas buenas que tiene la vida”. Mi amigo viene atrasado en el tráfico. Le mando un “tranquilo” y una carita feliz porque aquí me siento bien, me siento viva.  El calor de la parrilla de los tacos calienta mi alma. El aire huele a lluvia, a fritura y a café. Abro los ojos, abro los sentidos y me dejo sorprender. Sigo escribiendo mi blog y agradezco a Barry Schwartz por recordarme que ya era tiempo de hacer algo de nuevo, por primera vez.

Termino mi dona con nutella, le doy el último sorbo mi café moca, me despido de mi amigo y me dirijo a la salida. Lista para pedir el Uber de regreso a casa, sonrío al escuchar en el aire, el ritmo de la canción con la que mi tarde de lluvia se despide de mí: “Lo mejor está por llegar”. Estoy segura que así será.

Y tú, ¿cuando piensas dejarte sorprender? 

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