Crónica: Primera vez que me asaltaron | El Blog De Juan imagen

Todo asalto tiene su historia. La de Juan, que fue un poco peculiar, incluye música de fondo, risas y una moto descompuesta. ¿Tú también has sido víctima de un asalto? Comparte tu historia.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Nunca olvidaré la primera vez que me asaltaron. Fue hace cinco años y recuerdo perfectamente cada detalle de la historia: mi iPod Nano, la moto averiada, la cadena de mi primo, el sudor en la frente y la cara de mi papá. Una de las tradiciones en Guatemala es el asalto y casi todos la hemos “festejado”. Este es el relato de cuando me asaltaron por primera vez. 

Mi papá no falla ningún domingo en levantarse temprano, ponerse sus zapatos y salir a correr. Esa mañana no fue la excepción. La carrera de los 21k estaba cerca y esa fue la única razón por la que me desperté a las seis de la mañana. Mi primo decidió acompañarnos y a eso de las siete, los tres corríamos por la zona 14. Seguíamos la estricta ruta de mi papá que, como buen corredor, tenía medido cada metro de la zona y sabía exactamente que recorrido hacer y por dónde hacerlo para completar un entrenamiento adecuado. 



La víctima del crimen / Fotografía: iPod Total

Ingenuo o novato (no sé cómo calificarme) llevaba a mi iPod Nano de 16 GB que si bien no era nuevo, era uno de mis tesoros. Lo había llenado  de las mejores bandas de rock de los 70s y 80s, mi adicción en aquel entonces. Def Leppard, Bon Jovi, AC/DC, Aerosmith, Journey, Rolling Stones y todos esos legendarios grupos ocupaban un espacio especial de lo que, para aquel entonces, era uno de los mejores inventos del mundo. 

A penas llevábamos seis kilómetros cuando nos incorporamos en la Avenida Las Américas. El plan era correr hasta el Obelisco, regresar y volver a correr por la zona 14. Con eso completaríamos el entrenamiento correspondiente para ese día.  Vimos a lo lejos que un carro frenó bruscamente en una de las rotondas interrumpiendo el paso de un corredor. De él se bajaron dos hombres y en cuestión de segundos, asaltaron al corredor y se marcharon. Cuando pasamos a su lado le preguntamos si estaba bien y si necesitaba ayuda, a lo que el tipo respondió: Ya no se puedo correr en Guatemala. ¡Que mierda!”. Después de unos minutos continuamos nuestro trayecto, pero aquel incidente ya nos había advertido. Por necios, o por “amor a la carrera”, ignoramos las señales. 




Foreigner interpretando “Blue Morning, Blue Day” canción que se convirtió en el himno de mi asalto 


Íbamos cerca del monumento de las figuras geométricas (la Plaza de Nicaragua). Mi iPod reproducía “Blue Morning, Blue Day” de Foreigner y yo iba en mi mundo (Pongánle play si quieren vivir la experiencia completa). Escuchaba cada paso, cada respiración y cada nota de la canción. “Blue morning, blue day, won’t you see things my way”, otro paso, otro metro, respiración, sudor, “blue morning, can’t you see, what your love has done to me”, otro paso, respiración… “Hey”. Me detuve en seco y levanté la vista. El sonido inesperado de los frenos de una moto nos distrajo. Ésta se estacionó al lado de nosotros y de ella saltó el acompañante, que se puso en medio de la banqueta para evitar que pasáramos.  Él conductor de la moto me puso su codo (en realidad no sé que era, porque jamás volteé a ver) en la cintura y me dijo: “Si te movés, te va mal”. Yo era el último de la fila. En medio estaba mi primo y al frente mi papá, quien les dijo con una tranquilidad inexplicable y poniendo su brazo frente a nosotros: “Tranquilos, tranquilos. No hagan nada”. A todo esto, la canción seguía sonando, como la música de fondo para una escena de un película: “I’ve always listened to your point of view, my ways are cut through men”.



 El lugar de los hechos/ Fotografía: Municipalidad. 

Sin decir nada, el acompañante le arrancó el celular a mi papá, la cadena del cuello a mi primo y me arrancó mi iPod y los audífonos. “You tell me you’re leaving, you tell me goodbye…PUM”. Cuando terminaron, éste se subió a la moto. “¡Vámonos!” le gritó al conductor. El piloto hizo la maniobra para arrancar la moto y ésta hizo un ruido extraño. Todos nos volteamos a ver. “¡Arrancala pues!”, le grito el compañero. “Puta no arranca”, le dice el piloto enfurecido. “¡Te dije que nos trajéramos el carro…”. La discusión duró unos cinco segundos, pero para mi pareció una hora. Nosotros estábamos parados, incrédulos, confundidos y congelados. De pronto, el piloto nos volteó a ver: “¿Y ustedes qué? Váyanse corriendo pues”. Acto seguido, desaparecimos a paso de maratonista. Nos incorporamos rápidamente a la zona 14 y por unos instantes nadie dijo nada. Llegamos al auto y recuerdo que tuve la gracia de hacer un chiste sobre la moto que no funcionara. Por alguna razón mi primo comenzó a reírse de una manera tan contagiosa que quien nos hubiese visto en ese instante jamás nos hubiera creído que nos acababan de asaltar. 

Regresamos a la casa a contar la historia, haciendo énfasis en la moto arruinada y las burlas. La canción de Foreigner en mi iPod ya había acabado y algún otro hit estaría sonando. Imagino que ese iPod fue vendido unos días después en El Amate y ojalá ahora esté en manos de un reggaetonero que haya tenido que “sufrir” con mi rock ochenteno antes de eliminar 16GB de cultura musical. 

Así fue mi primer asalto. ¿Cómo fue el tuyo?

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte