Desde hace varios años, llegué a la conclusión que lo mío no era el fútbol más que solo cuando jugaba la selección de Italia, guapos todos ellos, y cuando salía a la cancha el jugador portugués Cristiano Ronaldo. De hecho, al jugador luso le debo resistir las largas jornadas de clásico español o las conversaciones sobre el tema que surgían dentro de los grupos de amigos. Para todos los que me conocen es bien sabido que me he declarado “Cristiana”, pero no como lo define el Diccionario de la Real Academia Española, sino como seguidora de Cristiano Ronaldo.
Por eso, poco afecta al fútbol, me llamó la atención la noticia que tiene conmocionados a todos los seguidores de este deporte y es la posible salida de Cristiano Ronaldo del Real Madrid. Diversas reacciones se han generado, las que están a favor y en contra de su partida, del que llamó el equipo con el que terminaría su carrera.
No sé si sea el mejor jugador del mundo como lo catalogara Pelé o si sea el más guapo y sexi como lo han marcado distintas publicaciones a nivel mundial, lo cierto es que este chico ha logrado un manejo de imagen increíble. Ha dado un salto gigantesco de ser ese niño que jugaba en las calles de Madeira, Portugal hasta convertirse en multimillonario por su habilidad para patear una pelota. También, superó ser visto con desconfianza en los círculos españoles, porque hay que ser honestos, al pobre le costó romper con la reticencia de muchos Madridistas. Ahora, ha decidido lanzar el ultimátum, como el que se sabe con la sartén por el mango, seguro de que su marcha causará un agujero en la economía del fútbol español.
Cristiano Ronaldo está en lo mejor de su carrera, 24 títulos colectivos y 15 individuales, así como un total de 560 goles en sus clubes hablan de eso. Es obvio que todos los equipos del mundo están ya con las antenas paradas para atraer a esta estrella, que generará millonarias ganancias como lo ha hecho con el Real Madrid hasta el momento. A mí, no me interesa el impacto económico o moral en el club, sino que está pensando en migrar a otro equipo, en el cual tendré la oportunidad de seguirlo observando a través de las redes sociales o los resúmenes de televisión. ¿Se va a Milán, se va a París o a la Conchinchina? No me importa, pero yo, como buena “Cristiana” lo único que puedo hacer es parafrasear la famosa canción de Fato y decir “Cristiano, por dónde tu vayas, iré (…) no me importa si lo llaman fanatismo”.