Canchinflines imagen

Un cuento real sobre navidad, regalos, incendios y sobre todo canchinflines

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Faltaban unos días para Nochebuena, las vacaciones de la escuela se habían vuelto un tedio interminable para Néstor y Renato, ambos vagaban en las calles de la zona 3 y solo esperaban llegar al 24 para salir del tedio.

Atrás había quedado la empresa que se habían planteado cuando contemplaron que el muro de la casa abandonada que usaban como portería, se había rajado por la mitad de tantos golpes que le daban con la pelota. Fue entonces que se plantearon terminar de partirla con cuetes y que tras gastar mucho dinero y tiempo se había sido derrumbado con un mortero. La vecina de la esquina al ver lo que ellos habían hecho salió y les dijo -¡Por qué no se meten cuetes por la trompa a ver como se les parte la cara en dos! Cuando venga el dueño le voy a contar lo que hicieron patojos chingones-, los gritos y reclamos de la vecina no les arrebataron de la satisfacción de haber logrado algo durante las vacaciones. Pensaban que sería su máximo acontecimiento de las vacaciones, pero las cosas cambiarían esa noche.

Los vecinos odiaban que ellos se sentaran en sus banquetas, entonces solo quedaban las puertas de sus propias casas o la casa abandonada. Después de discutir cuál de las puertas debía ser la adecuada para sentarse a pasar la noche, acordaron que tocaba la casa abandonada.

Renato fue a su casa a tomar un poco de agua, y al salir sorprendió a Néstor con una caja de canchinflines que su padre le había obsequiado. Al fin tenían algo que hacer, Renato propuso hacer una guerrita, pero Néstor sabía que las verdaderas intenciones de Renato eran quemarle una chaqueta de lona que le envidiaba y que en ese momento tenía puesta, entonces se opuso a la idea.

Propuso mejor guardarlos para Nochebuena, empezaron a discutir, aunque ya no discutían por largo tiempo, porque la última vez que lo hicieron, terminó en golpes y en una semana sin hablarse.

Se sentaron y contemplaron la caja de canchinflines, Renato tomó un ramo de canchinflines, y sacó uno, lo prendió, y lo tiro al aire. Néstor tomo otro, e hizo lo mismo. Los canchinflines escapaban al cielo y parecía que tomaban un lugar junto a las estrellas.

Después de haber quemado algunos la vecina de la esquina salió a reclamarles, les dijo -Patojos cerotes me van a quemar la casa. Si no dejan de tirar canchinflines les voy a poner una queja con su mamá- Al mismo tiempo, un silbador que provenía de otra cuadra surco el cielo, y aprovecharon para espetar -No somos nosotros- La señora cerró la puerta haciendo pucheros.

Se dieron cuenta que no podían seguir quemando canchinflines o se iban a meter en problemas, pero ambos estaban aburridos, Renato saco uno de los canchinflines de la caja y lo empezó a jugar entre los dedos, mientras se lamentaba por no poder seguir quemando más, sin querer se le escapó de las manos y después de hacer algunas piruetas para poder mantenerlo, cayó en medio de ambos y se metió en la puerta dejando sólo un pedazo de mecha a la vista.

Ambos metieron sus dedos para intentar alcanzarlo sin lograr su objetivo, pensaron un poco que hacer para recuperarlo , pero nada parecía funcionar. Fue entonces que decidieron prenderlo y que se fuera dentro de la casa abandonada pues no estaban dispuestos a perderlo, lo prendieron y solo se escuchó un sonido 10 veces menor al que sonaba cuando los quemaban al aire, esperaron unos minutos para ver si la vecina había escuchado algo, pero no volvió a salir.

Esa era la solución, los prenderían hacia dentro de la casa abandonada y así evitarían el sonido y los problemas con la vecina. Los quemaron uno a uno hasta que la caja quedó vacía, y quedaron callados unos minutos.

Cuando terminaron, decidieron que era hora de descansar, pero vieron una luz, parecida a la de los volcancitos, la cual resplandecía dentro de la casa abandonada. Primero pensaron que era el reflejo de algo, y después de volver a discutir, Renato recordó los canchinflines que habían lanzado adentro de la casa y grito –La casa se está quemando- corrió a casa a avisarle a su madre, la madre salió corriendo con un balde de agua a derramarla en la parte de debajo de la puerta, por el mismo lugar donde había entrado decenas de canchinflines.

Poco a poco todos los vecinos llegaron en auxilio para apagar el fuego, pero sus esfuerzos causaban poca acción en el fuego que crecía sin freno.

Llegaron los bomberos, después de romper las puertas y las ventanas lograron acceder a la casa abandonada y en cuestión de minutos quedó reducido a humo. Los bomberos interrogaron a todos los vecinos, todos afirmaban que Néstor Y Renato eran los que habían descubierto el incendio. Uno de los bomberos llegó a estrecharles la mano y les dijo, gracias a ustedes ese fuego no llego a más y solo se quemó parte de la casa. Los vecinos agradecidos les obsequiaron regalos para navidad los cuales llenaron los arbolitos de sus casas.

El 24 de diciembre tuvieron una visita inesperada, mientras platicaban sentados en la banqueta de la casa medio quemada, llegó un hombre como del oriente del país, con botas de vaquero, sombrero y lentes oscuros. Era el dueño de la casa. Resultó que la casa nunca estuvo abandonada, era la bodega de un comerciante que pasaba en interior del país todos los días y guardaba dentro de aquella casa los productos que comercializaba.

Al verlos les dijo -La vecina de la esquina me dijo que ustedes descubrieron el incendio, gracias patojos cuídense, les dejo algo para su navidad-, recibieron cada uno 100 quetzales. Cuando el señor se fue y quedaron solos, ambos se vieron a los ojos perplejos de emoción, Néstor dijo -Ya tenemos para 4 cajas de canchinflines, vamos a buscar a David-.

BLOG ALUSIONACION: TRAVIS PLUMA




Autor del libro La fe, la esperanza y el amor. Cinéfilo, melómano, aficionado de la pintura y la fotografía. Nació en 1984 en la ciudad de Guatemala. Pasó su adolescencia en la posguerra. La situación difícil del país lo motivó a emigrar.

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