Camino a Belén imagen

Monsanto centra su narrativa en el viaje de una pareja a Belén. María, en estado de gestación y José con sus bártulos de carpintería rumbo al censo mandado por Roma.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Un censo obligatorio, por mandato de Octavio Augusto César, obligó a una disímil pareja a viajar de Nazareth a Belén. José, el carpintero, se dirigió a su ciudad de origen para evitar una sanción y para quedar registrado en el padrón romano. María, su joven esposa, ya en el último lapso de su embarazo, obediente a su misión terrena de cónyuge e inspirada por el mandato Divino, le siguió montada sobre una mula, una de las pocas propiedades que ambos poseían. A tras de ellos, en el horizonte nocturno, un deslumbrante lucero parecía tomar el mismo rumbo. Algunas voces judías decían que la profecía estaba por cumplirse.

El camino fue penoso. Más si se toma en cuenta la escasez de recursos con que la mayoría de migrantes contaba. José, ya entrado en la ancianidad, era generalmente rechazado con desconfianza cuando la gente observaba la juventud de su esposa ¿Cómo era posible que ese anciano hubiera desposado a una niña y que ésta estuviera ya a punto de concebir? Sin embargo, los que entraban en contacto con María quedaban embelesados con la bondad de su mirada. Y en esos casos, no importando la pobreza de quienes los acompañaran en el peregrinaje, compartían con María y José sus provisiones. A su vez, cuando encontraban en el camino gente con más necesidad que ellos, entregaban sus raciones con todo desprendimiento. Una solidaridad que otros, egoístas, no entendían muy bien.




Todas las rutas estaban atestadas. No había hospedajes disponibles y menos para los que los hospederos consideraban indigentes. Además, en el camino la familia de José fue en aumento ya que se les unió una perrita famélica (que fue engordando de a poco con los cuidados) y algunas aves que revoloteaban de una manera misteriosa alrededor de María en busca de restos. Por lo tanto, ahora había otras bocas que alimentar. A José le complacía que María siempre tenía palabras de aliento para los más necesitados. Incluso, un par de veces, pese a las negativas, cedió su montura a dos viajantes que no podían dar un paso más.




Por fin llegaron a su destino. Una anciana, Judith era su nombre, les permitió pasar la noche en el establo destartalado de su casa. Un buey, su único habitante, se unió a la comitiva otorgándoles calor. El corral era el único refugio disponible que podía ofrecerles. Allí empezó la labor de parto. El niño estaba por nacer. José, hábilmente con sus instrumentos de carpintería, reparó el desvencijado pesebre mientras Judith asistía a la joven. Finalmente, a la media noche, con el cometa alumbrando el cielo sobre sus cabezas, nació el Niño. Una criatura que llamó la atención de los alrededores por lo humilde de su nacimiento y que atrajo a muchos que le llevaron ofrendas a manera de felicitación. Quienes le vieron contaron, por generaciones, que salieron de la estancia inspirados y felices. Que aquella familia poseía algo que proyectaba esperanza. Otros, que el pesebre empezó a florecer y que en el ambiente había un aroma a jazmín. En los confines, unos jinetes se aprestaban para seguir el cometa, pero eso es otra parte de la historia.




Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte